Lucía Domingo de Roque.
Es extraño el día en que los medios de comunicación no hacen referencia a la situación en Oriente Medio, ofreciendo imágenes sobre un nuevo actor que desde hace meses asalta el escenario internacional, generando temor a los gobiernos. Este grupo terrorista conocido como el Estado Islámico (EIIS) tiene un objetivo claro, establecer un Califato que gobierne a todos los musulmanes, llevando al Corán a sus extremos. Pero muchos se preguntan ¿cuál es el secreto de un éxito que ha relegado a la mismísima Al-Qaeda? y ¿cuál es la consigna para que miles de voluntarios extranjeros se alineen en sus filas?
Los planteamientos de este grupo se edifican en dos seductores pilares, el control del territorio y el control social.
En cuanto al “poder sobre la tierra”, EIIS empezó a saborear el gusto por el gobierno de un territorio tras la caída de la ciudad siria de Raqqa, convirtiéndola en su capital. Ese espaldarazo significó mantener las ansias de “conquista” y ejercer labores de control o gestión de un espacio (el Califato Islámico) que se situó bajo el poder de al-Baghdadi. La posibilidad de actuar directamente sobre la población ha sido uno de los éxitos que han llevado al autoproclamado Estado Islámico a escalar posiciones en el macabro ranking del terrorismo, erigiéndola como una de las organizaciones mejor constituidas y superando incluso a Al Qaeda.
Este dominio territorial le permite controlar carreteras, pasos fronterizos o actividades económicas en ciudades y zonas industriales, tal como ocurrió con los bancos de la ocupada Mosul. Pero una de las principales fuentes de financiación son los pozos e instalaciones petrolíferas sirias cercanas a la frontera iraquí, dato que según el experto Jean-Pierre Filiu, se conoce por fuentes diplomáticas europeas. Lógicamente a más recursos, más facilidades para adquirir un armamento que antes no les era posible y más capacidad de atraer a nuevos yihadistas.
Por otra parte y ante la población gobernada, EIIS lleva una cuidada imagen corporativa con una justicia ejemplarizante aplicada al mundo musulmán que no solo atañe a ladrones, criminales o no conversos al islam, sino también para impedir abusos económicos internos. Los habitantes bajo el mandato del Estado Islámico perciben cómo se les ha asegurado el suministro de alimentos básicos (pan) y organizando los transportes públicos, manteniendo un territorio cohesionado que establece pactos con milicias y donde sus acciones se entienden como “liberadoras”.
Guerra en la red
Pero una de las particularidades de esta yihad es conseguir un lugar en la historia y para ello se ejerce un amplio despliegue de imágenes y comunicados desde una propia sección del EIIS especializada en “colarse” en las redes sociales. Lejos quedan los videos de Bin Laden emitidos sin nitidez y con cortes de audio, ahora los equipos están preparados para grabar, maquetar y lanzar al mundo su mensaje desde las zonas más áridas, mostrando el despliegue de su conquista.
Miles de selfies con fotos de grupo inundan Twitter, Instagram y Facebook donde se observan sonrientes y triunfantes con una doble función; mostrar su fortaleza e infundir terror. Los gestos virales de los combatientes se extienden cual campaña publicitaria donde se pretende la aceptación que la cultura yihadista en su busca por un sitio en el mundo.
Indudablemente tras este Califato con falsa vocación de Robin Hood no se puede ocultar la atrocidad de los atentados contra la Humanidad que se extienden en el Oriente Medio, donde los marcados como infieles, es decir la comunidad chií, los yazidíes, los cristianos armenios y sirios, además de otras etnias minoritarias son diezmados.
La “liberación” de Al-Andalus
Qué musulmán no recuerda a sus antepasados y al esplendor de los territorios que se perdieron en la Reconquista. La campaña islamista ya planea sobre España y EIIS promete “recuperar” Al-Andalus antes de cinco años. Los vídeos amenazantes y las consignas en árabe incluyen imágenes de famosos monumentos españoles al estilo “Todos somos Estado Islámico” y “Viva el Estado Islámico” que incitan a creer que todos los territorios musulmanes que se perdieron en el medievo todavía pertenecen al reino del Islam.
Con todo esto se crea el “caldo de cultivo” perfecto para que a la vuelta de los yihadistas (3.000 marroquíes y una treintena de propios españoles) con amplia experiencia y desprecio por toda vida que no acepte su ideología, cuenten con apoyos suficientes para infiltrarse en Europa. Hecho que las autoridades marroquíes ya han advertido la policía española y ha reconocido el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz.
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