Carlos González de Escalada Álvarez/ Sevilla.
A pesar de las notables restricciones presupuestarias, las Fuerzas Armadas gozan de sistemas de armas modernos de última generación, equiparables a los de otras naciones aliadas. Es cierto que la crisis ha ralentizado o paralizado programas de adquisición tan importantes como los nuevos blindados sobre ruedas 8×8, el avión cisterna Airbus 330 MRTT, nuevos submarinos o la ampliación de flota de Buques de Acción Marítima (BAM). Sí, pero ¿necesita España embarcarse en este gasto? Los Ejércitos interesados dirán categoricamente que sí, que estos nuevos sistemas son imprescindibles para cumplir eficazmente las misiones encomendadas. Sin embargo, éstos no nos protegen siempre de todas las amenazas, ni de las más peligrosas.
La realidad demuestra que el armamento más sofisticado y costosos no siempre resulta útil para afrontar muchos de los peligros que sobrevuelan nuestra nación. De poco sirve un helicóptero Tigre para identificar a un terrorista en un mercado de Beirut, en El Líbano; difícil lo tiene una fragata de la clase F-100 para conocer la naturaleza y composición de un clan pirata en el puerto de Hobbyo en Somalia; imposible que un Eurofighter siga a un espía hostil en Herat. El material muy moderno y muy caro, puede resultar ineficaz en un escenario de conflicto asimétrico.
El fuerte resurgimiento del terrorismo internacional en las dos últimas décadas conllevan que las sociedades occidentales hayan dejado de sentirse seguras, ante grupos que actúan muy organizados, que están ocultos y que no necesitan de grandes presupuestos para hacer daño. Si el enemigo convencional lleva un uniforme militar distinto del mío y le puedo identificar a campo abierto, el terrorista viste y se mezcla con inofensivos civiles, pero maquina atentar contra nosotros.
Mejor inteligencia
En la sociedad de la información, las Fuerzas Armadas y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado precisan conocer, cada vez con mayor detalle quienes «son los malos», cuáles son sus tácticas, dónde se esconden, cómo se desenvuelven. Es decir, España necesita armamento sofisticado sí, pero ahora la prioridad quizá sea tener también «personas inteligentes que se dediquen a la inteligencia», valga la redundancia.
El ministro de Defensa, Pedro Morenés, parece haber comprendido la importancia de este reto en las Fuerzas Armadas. Si del Ministerio de Defensa dependía antes tanto el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), como el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (CIFAS), ahora las cosas han cambiado. Tras la entrada del nuevo Gobierno del Partido Popular, el CNI ha pasado a «colgar» de la Vicepresidenta 1ª, Soraya Saénz de Santamaría, con lo que a Morenés «sólo le queda» el centro de inteligencia militar. El 20 de junio, el ministro de Defensa declaró ante la Asociación de Periodistas Europeos: «“Es fundamental para el Gobierno, el propio ministro y las Fuerzas Armadas potenciar las capacidades de inteligencia”. Morenés lo tiene claro: no sólo de carros, aviones y barcos vive el militar.
Inteligencia militar
La inteligencia militar, se diferencia de la inteligencia a secas, en que se interesa fundamentalmente por las amenazas que afectan a nuestras Fuerzas Armadas en general y a las misiones de nuestros soldados en el exterior, en particular. Y en este desempeño, tan determinante para neutralizar un ataque puede resultar la materia gris de un analista en Madrid, como la potencia de fuego de una sección de patrulla en Afganistán.
Hoy un avezado analista de inteligencia militar, que quiera desentrañar el modus operandi de los Talibán, o de Hizbullá, lo tiene más fácil que nunca, virtud a las tecnologías de la información. Ahora dispone de noticias y datos accesibles desde Internet, revistas, libros… lo que se conoce en la jerga como Inteligencia de Fuentes Abiertas (OSINT – Open Source Intelligence) ; de las informaciones que suministradas por agentes especializados en inteligencia clásica (HUMINT – Human Intelligence); de imágenes vía satélite o de aviones no tripulados (IMINT – Image Intelligence); de la intercepción de señales de radio hostiles (SIGINT – Signal Intelligence), y un largo etcétera.
Sin entrar a comentar los niveles estratégico, operacional y táctico en los que se genera inteligencia, parece de perogrullo señalar que para tener buena inteligencia, es preciso tener a los agentes y analistas que sean capaces de generarla y diseminarla. Hace falta gente instruida en las diferentes disciplinas.
Haciendo un buen uso de los medios ya disponibles, potencier los servicios de inteligencia militar, puede resultar mucho más económico que la adquisición de algunos sistemas de armas modernos. Como en todo, siempre se pueden hacer inversiones en costosas tecnologías, pero España debe empezar por aprovechar bien lo que ya tiene.
Porque una inteligencia militar de buena calidad, generada a tiempo, mejora la seguridad de nuestros soldados y marineros en el extranjero. Nuestras Fuerzas Armadas necesitan más y mejor inteligencia, porque así salvará más vidas.
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