Han pasado casi dos meses desde la formación del nuevo Gobierno. El cambio en cada una de las carteras exige decidir el devenir de las agendas configuradas por el Ejecutivo saliente, siempre con la perspectiva de que se trata de una legislatura de dos años a lo sumo. Una de las administraciones con más incógnitas por el peso tácito dejado es el de Defensa, dirigida hoy por Margarita Robles. La nueva ministra y su equipo deberán apostar por el continuismo o la renovación en una cartera bajo la cual los proyectos son a años vista. Por lo tanto, los programas iniciados por María Dolores de Cospedal, anterior en el cargo, deberán ser ratificados o replanteados por la política del Gobierno socialista.
Una asignatura primordial que debe concretarse es el tema la de las misiones en el extranjero. Con el Partido Popular en el Ejecutivo se ampliaron considerablemente el despliegue de tropas en el panorama internacional, especialmente por medio de la OTAN. No obstante, también cabe subrayar la función marco realizada por España en el sur del Líbano en nombre de la ONU (UNIFIL); el despliegue para la misión de entrenamiento de tropas iraquíes contra el ISIS; las labores por medio de la Unión Europea en Mali; o su cometido contra la piratería en la Operación Atalanta en el cuerno de África. España ha contribuido con 1.161 efectivos para misiones de la OTAN, 616 para la ONU y 757 para misiones de la UE, sumado a los casi seiscientos destinados en la Coalición en la lucha contra el ISIS. El nuevo Gobierno debe perfilar cuál será su postura en el futuro más cercano a la hora de mostrar su implicación geopolítica en el ámbito internacional.
El pasado 11 de julio el presidente español, Pedro Sánchez, ratificaba la disposición española con la Alianza Atlántica, pero sin perder la oportunidad de recalcar el valor cualitativo de la aportación española, ante su indisposición actual de llegar a los porcentaje estipulados (2,5% del PIB) del gasto en defensa, al que se comprometió en su día Dolores de Cospedal. El nuevo Ejecutivo enfatizó en la implicación española demostrada en los despliegues en el exterior, más allá de la cuantía económica, unas cifras a las que España sí aceptó alcanzar progresivamente en 2024.
En el marco de acción europea, el nuevo gabinete debe coger las riendas de la adhesión pactada por el Partido Popular el pasado noviembre en torno a la Cooperación Estructurada Permanente de la UE (PESCO). Se trata de una nueva plataforma de Defensa predispuesta a organizar y ejecutar operaciones de Defensa conjunta, en aras de optimizar la coordinación y los recursos.
También en la esfera comunitaria tendrá especial relevancia el Plan de Acción Europeo de la Defensa (Edap). Un proyecto para fomentar el mercado común en temas de defensa dentro del ámbito de la Unión, y ante el cual la Administración Robles debe tomar las medidas correspondientes. Hay que recalcar que dos tercios de las exportaciones de empresas tienen como destinatarios los países de la Unión, hecho que señala el núcleo del mercado español. Esta partitura quedó subrayada el pasado 13 de junio en la feria de seguridad y defensa Eurosatory.
Proyectos incipientes. El antiguo Ministerio de Defensa se comprometió a un nuevo ciclo inversor. Esto implica la inversión en determinado equipo militar, y al que ahora debe responder el gabinete socialista. Ello exige la confirmación de las relaciones industriales con Navantia. Del mismo modo, el programa para la construcción de 5 fragatas F-110 requiere la aprobación final para que dé comienzo; mismo destino que los últimos programas militares sobre el VCR 8×8, ambos pertenecientes a dicho nuevo ciclo inversor estipulado por Cospedal, y que ahora debe pasar el filtro socialista. Caso semejante concierne al submarino S-80, que exige una remodelación de su astillero con un coste de 1.500 millones, una factura que la Administración Sánchez debe ratificar.
Otro escenario sobre el cual el Partido Socialista debe poner especial énfasis es el trato de la jubilación militar y la adaptación de sus miembros al ámbito laboral civil. Al mismo tiempo que el rejuvenecimiento de las Fuerzas Armadas es una exigencia que el anterior Ministerio ya era consciente de su importancia. Ahora es la cartera liderada por Margarita Robles la que debe perfilar en su política pautas que atiendan a tal necesidad.
En los últimos años en el ámbito de Defensa ha subido a la palestra la idea de reformular ciertos pilares estratégicos de las Fuerzas Armadas, y de su despliegue sobre el terreno. Bajo este prisma, en la agenda del Gobierno saliente se perpetraron ciertos programas que deben ahora pasar el baremo del gobierno socialista. El proyecto de la Brigada 2035 es un ejemplo de esta disposición hacia la modernización de las FAS. Todo ello se debe acoplar a la exigencia de unas proyección de la Defensa que se ensamble en la realidad presupuestaria. El futuro muestra una ponderación altamente tecnológica en el marco de defensa, en paralelo a una progresiva reducción de la tropa.
Los Fuerzas Armadas deben estar en consonancia con la tecnología más innovadoras, se trata del eje estratégico de las Defensa y Seguridad de hoy. Ante esto, el Ministerio liderado por Margarita Robles debe atender a cumplir con los objetivos de una agenda que exige respetar los presupuesto, atender a los pactos con la Unión, y vertebrar un programa de defensa vanguardista propio de unas Fuerzas Armadas del Siglo XXI.
Se debe tener en cuenta que todo lo que envuelve a la gestión de defensa requiere una planificación a largo plazo; los cambios son con proyección de futuro, y los programas deben tener calidad visionaria. Por tanto, el Ministerio de Defensa debe atender a las particularidades que demanda esta cartera en cuestión, sin deshilachar lo construido ni caer en el inmovilismo. La visión a largo plazo es condición orgánica de la partitura de Defensa, y esto implica que las permutas se deban tomar progresivamente; en aras de una estrategia a años vista.
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