Ocaso y muerte del cura Morelos

Cura Morelos

GB. Agustín Alcázar Segura (R)

En Marzo de 1813, se designó al general Calleja virrey de la Nueva España. Como militar experimentado en la guerra que se libraba, inicialmente se mantuvo a la expectativa, abandonando momentáneamente la iniciativa en manos de Morelos, pero manteniéndose informado de sus movimientos, para, una vez conocidas sus intenciones, actuar ofensivamente contra él. Para ello, organizó sus fuerzas en dos núcleos principales: Uno con la misión de vigilar los movimientos del general insurgente; otro, de maniobra, denominado Ejército del Norte, constituido por las fuerzas del brigadier Llano y por las del coronel Itúrbide[1].

El 13 de Septiembre, Morelos convocó el Congreso de Chilpancingo, en el que se le designó generalísimo de las fuerzas militares y depositario del poder ejecutivo. Así mismo, el 6 de Noviembre se declaró la independencia de México del trono español. Al día siguiente de tan importantísima declaración, partió para emprender la que sería su cuarta y última campaña.

Su plan consistía en apoderarse de Valladolid, custodiada por una guarnición de 800 hombres. Para disimular sus intenciones y desorientar a Calleja, estableció lo que hoy llamaríamos un Plan de Decepción consistente en enviar una parte de sus fuerzas hacia Tehuacan al mando de Rocha, y otra, al de Matamoros y Bravo, hacia el sur, con la orden aparente de hostilizar a los realistas que se hallaban en Tepecoacuilco (al norte del estado de Guerrero).

Inicialmente estas medidas respondieron a las expectativas previstas por cuanto mantuvieron al virrey  sin saber a ciencia cierta por dónde sería atacado, y cuando al fin lo supo, ya los insurgentes marchaban abiertamente hacia su objetivo, a donde llegaron el 22 de Diciembre.

Sin embargo, las disposiciones adoptadas por Calleja le permitieron reaccionar con prontitud, haciendo que las fuerzas del núcleo de maniobra se dirigieran hacia Valladolid, interceptando a las fuerzas insurgentes de Ramón y Rafael Rayón, derrotándolos e impidiéndoles así incorporarse a las tropas de Morelos.

El 23 de Diciembre, se inició el asalto de los insurgentes a la ciudad bajo la dirección inmediata de Matamoros, desarrollándose inicialmente de forma favorable para los atacantes.

Ante los avisos de socorro que les llegaban desde Valladolid, Llano e Itúrbide apresuraron su marcha, entrando el primero en la plaza con el batallón de la Corona y muy escasa caballería, al tiempo que Itúrbide lo hacía por otro camino con un centenar de jinetes. La llegada de los refuerzos realistas cambió por completo la situación, recuperándose lo perdido y dando tiempo a que las restantes fuerzas del Ejército del Norte entraran en la plaza.

El vuelco total de la situación se produjo en la noche del día 26, cuando una acción de seguridad dirigida por el coronel Itúrbide, se trocó en ataque decisivo gracias a su iniciativa y audacia. Designado para practicar un reconocimiento, se acercó al campamento enemigo amparado por la oscuridad, con una fuerza que no llegaba a 400 hombres. Inmediatamente se apercibió de las posibilidades de sorprender a los insurgentes en su mismo campamento de las lomas de Santa María.

La tropa de Itúrbide, con un jinete y un infante a la grupa de cada caballo, ascendió hacia la cima donde se situaba el campamento de Matamoros y cayó sobre los desprevenidos independentistas. La sorpresa, la confusión, las sombras de la noche, todo se reunió contra éstos, que fueron batidos y dispersados en completo desorden.

Tan exitosa operación tuvo su colofón en el combate de Puruarán (al norte del estado de Michoacán de Ocampo) el 5 de Enero de 1814, donde los insurgentes sufrieron una nueva y formidable derrota, en la que, junto con gran cantidad de material y personal, cayó prisionero el mariscal Matamoros, que fue fusilado en Valladolid, después de un juicio sumarísimo.

La conducta de Morelos en todos estos hechos se presenta como un tanto insólita, toda vez que un jefe como él, acostumbrado a desafiar el peligro y dirigir personalmente los combates, delega en Matamoros el asalto a Valladolid y luego vuelve a hacerlo en Puruarán, y en ambos enfrentamientos abandona el campo de batalla al comienzo de la acción sin conocer aún el resultado de los combates.

No es posible poner en duda su valor personal, por lo que tan sólo cabe explicar su actitud por la presencia de un desfallecimiento momentáneo, una debilidad propia de todo ser humano.

Después de Puruarán, la campaña no fue más que una gran persecución. El 24 de Febrero, Morelos fue derrotado en el rancho de “las Ánimas”, a diez km de Tlacotepec,  por el capitán realista don José Gabriel de Armijo.

De Tlacotepec, Morelos se dirigió a Acapulco, a donde llegó en los primeros días de Marzo. El 29, los realistas, al mando del coronel don Melchor Álvarez, recuperaron Oaxaca, en tanto que Armijo se dirigió a Acapulco para atacar a Morelos; éste, ante la imposibilidad de mantenerse dispuso antes de salir la ejecución de los prisioneros españoles que tenía en su poder y mandó incendiar la población. La mayor parte de los prisioneros eran soldados europeos de los batallones de Asturias y Fernando VII y habían sido inútilmente ofrecidos en canje para salvar la vida de Matamoros.[2].

Entre tanto, a los que habían sido sus principales subordinados no les iba mejor. El 15 de Marzo, fuerzas realistas sorprendieron a Miguel Bravo en Chila, haciéndole prisionero; llevado a Puebla, fue juzgado en consejo de guerra y fusilado el 15 de Abril. El 27 de Junio, Galeana resultó muerto en combate en Coyuca (cerca de Veracruz).

En este ambiente de derrota, en Septiembre de 1815, el gobierno del declarado estado independiente de México, se encontraba en  Uruápam, en la provincia de Valladolid, en situación muy insegura ante la actitud agresiva de las tropas realistas. Con el fin de huir de su acoso, decidieron trasladarse a Tehuacán.

Ambas ciudades se encontraban separadas por una distancia de unos 650 kilómetros, por territorios ocupados por los realistas. La columna que había que trasladar incluía una pesada impedimenta de equipajes, documentación, expedientes y archivos, e integrada por una cantidad importante de personal civil. Para protegerla, tan solo se contaba con los 200 hombres que habitualmente servían de escolta al Congreso, unidos a los grupos insurgentes que Morelos pudo reclutar, que apenas sumaban 1.000 hombres con 500 fusiles y dos cañones.

La columna, dirigida por Morelos, salió de Uruápam el 29 de Septiembre, sin que los jefes realistas acertaran a saber el camino que  tomaría. Pero en previsión de esta coyuntura, y controlar las diferentes rutas posibles, las fuerzas virreinales constituyeron cuatro núcleos de vigilancia y control y un quinto, que a modo de reserva, se situó en los Llanos de Apám.

Al fin, la vigilancia de las tropas realistas y la longitud del camino, no pudieron encubrir el  itinerario seguido por los insurgentes. El día 5 de Noviembre de 1815, las fuerzas realistas, al mando del teniente coronel don Manuel de la Concha, dieron alcance a las de Morelos en el lugar llamado Tezmalaca (50 kilómetros al este de Ciudad de México)

Para proteger la huida de la masa de civiles que formaban la columna de marcha de los insurgentes, Morelos no tuvo más remedio que aceptar el combate. Para ello, dividió su fuerza en tres grupos: el del ala derecha dirigida por Lobato, el de la izquierda bajo el mando de Nicolás Bravo y el del centro a sus órdenes inmediatas, con los dos cañones que constituían toda su artillería. Así mismo, mandó ocupar con destacamentos dos alturas sucesivas, que fueron abandonadas una tras otra, ya que su objeto era el de retrasar el avance realista.

Del conocimiento que tenemos de los hechos, deducimos que Concha desplegó sus fuerzas situando la caballería, integrada por los dragones de España y los Fieles de Potosí, en el flanco derecho y con las unidades de infantería, compuestas por los batallones: Fernando VII, Zamora, Fijo de Veracruz y Tlaxcala constituiría el centro y el ala izquierda, así como una posible reserva.

Con este dispositivo, mandó al capitán Gómez Pedraza con los Dragones de España y los Fieles del Potosí para que batiera el ala izquierda insurgente, encontrando una fuerte resistencia; en cambio, el ala derecha no sostuvo con igual firmeza el empuje de los realistas, y al iniciar la dispersión casi sin combatir, contagió su debilidad y su pánico a todas las tropas rebeldes. Casi sin solución de continuidad, la defensa se convirtió en desbandada y el ataque en persecución.

Sin conservar siquiera un grupo adicto y decidido que lo escoltara, tuvo Morelos que confundirse entre los fugitivos y abandonar el caballo, siendo al cabo capturado por un teniente llamado Matías Carranco, que había militado antes a sus órdenes.

El 21 de Noviembre llegó Morelos a San Agustín de las Cuevas (la actual Tlalpán), siendo conducido en la madrugada siguiente a la cárcel de la inquisición.

Siguiendo el mismo proceso que Hidalgo dado su condición sacerdotal, el día 27 tuvo lugar la degradación y concluida la ceremonia, fue entregado a la autoridad civil. El 20 de Diciembre de 1815 el tribunal dictó sentencia de muerte, que se cumplió el 22 del mismo mes, a las tres de la tarde en el palacio de San Cristóbal de Ecatepec, siendo enterrado en la parroquia del pueblo.

______________________________________________________________________________________________________________________________________________

[1] Nació en la actual ciudad de Morelia, antes Valladolid, de padre español y madre michoacana, ricos hacendados. Ingresó en el ejército virreinal como alférez de regimiento provincial. Al estallar la revolución de 1810 el cura Hidalgo le invitó a sumarse a la cusa con el grado de teniente coronel pero rehusó, poniéndose a las órdenes del virrey. Combatió a los insurgentes, especialmente a Morelos. Posteriormente fue el artífice de la independencia de Méjico y su primer Emperador.

[2] TEJA ZALBE, Adolfo: Morelos. Caudillo de la independencia mexicana. Espasa Calpe. SA. Madrid, 1934. p, 210.


ARTÍCULOS RELACIONADOS