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La independencia de México: un caso atípico

La independencia de México: un caso atípico

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GB. Agustín Alcázar Segura (R).

La independencia de México fue un caso atípico que no se corresponde con el esquema general de los movimientos independentistas de la América española, dirigidos por la clase criolla, y secundados por mestizos, negros, mulatos e indios. Por el contrario, en este virreinato, fue obra del bajo clero y los pequeños propietarios, apoyados por la indudable fuerza de las masas proletarias del campo, de las minas y de las ciudades.

En el virreinato de Nueva España la diferencia de clases era, quizá, todavía más acusada que en el resto de las posesiones americanas. La sociedad blanca (peninsular y criolla) gozaba de un elevado nivel de vida, tanto económico como cultural, que sin lugar a dudas deseaba mantener. Por ello, esta sociedad aristocrática, profundamente reaccionaria en lo social, sintió como una grave amenaza la noticia de la sublevación capitaneada por el párroco de Dolores, a mediados de Septiembre de 1810.

El primer período de la guerra estuvo marcado por el desorden, la violencia física contra los españoles y la confusión de un movimiento nacido antes de tiempo. Sus fuerzas estaban desorganizadas, faltas de recursos y aisladas, sin el aliciente del apoyo internacional, por lo que fueron vencidas por la inercia y organización, todavía relativamente sólidas, del régimen colonial.

El artífice de la emancipación, el iniciador y, por tradición, el que ocupa el primer lugar en la jerarquía de la historia es el cura Hidalgo[1]. Tenía innatas las ideas revolucionarias, y su empuje moral se basó en el empleo de masas de indios, jornaleros, negros y mestizos que encontraron en la revolución el medio para desquitarse de siglos de abusos y discriminaciones económicas y sociales.

Su sucesor, el también sacerdote rural, Morelos[2], se inició en la insurrección en Octubre de 1810, siguiendo las directrices que le marcó su mentor el cura Hidalgo. A diferencia de éste, supo encauzar todo aquel torbellino, y en los cinco años que duró su indiscutible jefatura fue capaz de organizar un ejército, formar jefes capaces, así como planear operaciones y coordinar fuerzas de cierta complejidad, llegando a ejercer su autoridad en una amplia zona del sur de la Nueva España.

Ni Hidalgo ni Morelos vieron la victoria ya que ambos fueron hechos prisioneros y fusilados; sin embargo, no podríamos decir con justicia que hubieran fracasado, ya que su lucha, aunque imperfecta y más motivada por el apasionamiento que por las ideas, sentó las bases para que otros recogieran los frutos que ellos sembraron.

La muerte de Morelos dio paso a un corto período de relativa paz, pero ésta fue de nuevo truncada de la mano de un antiguo guerrillero español, Francisco Javier Mina[3], que frustrado por la negativa del rey Fernando VII a implantar la Constitución de 1812, marchó a México, dispuesto a combatir a favor de su independencia. Su actuación como jefe insurgente fue muy breve, pues desembarcado en Abril de 1817 y tras unos primeros tiempos en los que logró algunas victorias, fue capturado en Septiembre y fusilado en Noviembre del mismo año de su llegada a tierras americanas.

Con el fracaso de la expedición de Mina pareció que el poder realista había logrado controlar la situación y que se sucederían años de calma; pero no fue así, y la causa principal fue la sublevación del teniente coronel Riego, el 1 de Enero de 1820, en Cabezas de San Juan, para proclamar el restablecimiento de la Constitución de 1812.

Este cambio provocó una gran inquietud entre la clase criolla y el alto clero, alarmados por los aires de libertad que llegaban desde España, temerosos de que se aplicaran allí las medidas desamortizadoras y anticlericales que se estaban intentando imponer en la Península. Este sentimiento hizo pensar a la oligarquía criolla que había llegado su momento.

El artífice del nuevo movimiento independentista fue el coronel don Agustín Itúrbide, azote de los insurgentes durante las etapas anteriores, que supo ver la oportunidad de desembarazarse de una metrópoli que, a estas alturas, se mostraba incapaz para controlar la marea desencadenada en todo el continente sudamericano. Todas las fuerzas, incluso aquellas a las que combatió en etapas pasadas aceptaron su liderazgo, y para aunar voluntades, ofreció a todos lo que la querían, la independencia de México a través del Plan de Iguala, proclamado el día 24 de Febrero de 1821.

Prácticamente sin lucha se planteó la situación al virrey que no supo o pudo arbitrar medidas para contrarrestarla, manteniéndose en una posición expectante. A finales de Julio desembarcó en Veracruz el nuevo virrey, don Juan O ‘Donojú, que ante la situación que encontró a su llegada, consideró que lo único que podía hacer era aceptar la liquidación del vínculo colonial. Solicitó entrevistarse con Itúrbide y el 24 de Agosto firmó el Tratado de Córdoba por el que reconocía la independencia de México.

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 [1] Miguel Hidalgo y Costilla. Nacido el 8 de Mayo de 1753 en Guanajuato. Conocía varios idiomas indígenas. Recibe las órdenes sacerdotales a los 25 años. A los 37, es nombrado rector del colegio de San Nicolás y se dedica a estudiar las teorías liberales de cuantos revolucionaban a Europa. Por presiones de la alta jerarquía eclesiástica es separado de su cargo y enviado a los curatos de… y Dolores.

[2] José María Morelos y Pavón. Nació en Valladolid (hoy Morelia), el 30 de Septiembre de 1765. A los 25 años ingresó en el colegio de San Nicolás, en Valladolid, donde Hidalgo era rector, y del que sin duda recibiría ciertas influencias. En 1799 es nombrado párroco de San Agustín Curacuaro y Nocupétaro.

[3] Joven guerrillero durante la Guerra de la Independencia, que llegó a tener la suya propia integrada en su momento de mayor auge por 1200 infantes y 150 jinetes y el mando del Alto Aragón. Hecho prisionero fue conducido a Francia, donde permaneció hasta que finalizó la guerra. A su vuelta, lleno de ideas liberales y, de acuerdo con su tío D. Francisco Espoz y Mina, intentó un pronunciamiento para restablecer la Constitución de 1812. Al no conseguir sus propósitos huyeron ambos a París, desde donde Mina partirá hacia Londres y allí comenzó sus intentos de fomentar la independencia de Nueva España.


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