Nuestra alumna , Lucía Domingo de Roque, presenta un ensayo sobre el islamismo radical presente en España.
RESUMEN. La radicalización de ciertos colectivos de la comunidad musulmana está sujeta a un presente versátil que desplaza a un segundo lugar los discursos extremistas en las mezquitas, y se entronca en un contexto mediático que alcanza barrios deprimidos y centros penitenciarios. Este artículo pretende señalar los factores que convergen en la actualidad para que se origine ese fenómeno, identificar los puntos calientes de la geografía española, y reflexionar sobre la sensibilización de la sociedad y políticas ejercidas ante una amenaza creciente.
PALABRAS CLAVE. Radicalización, Yihadista, Amenaza, Población, Seguridad.
Introducción
El fenómeno multifacético que representa el islamismo radical está instigado por numerosas variables y constituye una amenaza para la seguridad a corto, medio y largo plazo. Su erradicación parte de la premisa de una política de prevención que favorezca la cohesión social, así como el aislamiento de los que difunden ideales extremistas, combatiendo al futuro terrorista de forma proactiva e inteligente.
La complejidad de la amenaza se ve reforzada por potenciadores de riesgo directamente relacionados con este hecho, siendo causa y consecuencia del mismo como es el caso de las doctrinas no democráticas, la búsqueda de pertenencia, la autorrealización, los sentimientos de venganza, o el rechazo de los códigos sociales y culturales establecidos, (Alonso, 2009, 2015) lo que evoca el carácter híbrido del reto yihadista.
La proximidad geográfica con otros territorios -Marruecos, Francia-, complementada por un elevado porcentaje de población musulmana en España, así como de la presencia de asociaciones islámicas y mezquitas, acrecienta el interés de las corrientes más radicales por introducirse y consolidarse en nuestro país.
La sensación de “comunidad” es la que se transmite en las redes yihadistas que procuran ser un lugar de acogida y confianza en motivos e intenciones. Una relación intensa que supone lealtad y sacrificio, si bien al proceso de radicalización también van asociados elementos que conforman la identidad de un grupo por afinidad de parentesco, compañerismo o realización de objetivos comunes. El fomento del mensaje radical, acaba seduciendo a quienes buscan cumplir sus designios a cualquier precio y emular las tácticas terroristas.
Los estudios muestran que la radicalización de un individuo en España se inicia antes de cumplir los 30 años y se desarrolla en domicilios y lugares de culto dirigidos por líderes carismáticos (Reinares y García-Calvo, 2015), durante un periodo de cinco años, en áreas metropolitanas y con el apoyo e implicación de otros compañeros. De especial vulnerabilidad es la concentración de musulmanes que habiendo absorbido varias fases de radicalización terminan en los centros penitenciarios, hecho que se originó a partir del 2004 y cuyo incremento se disparó al multiplicarse las condenas por yihadismo hasta hoy en día. Este fenómeno carcelario confluye en una amalgama de presos comunes con otros radicalizados y fortalece el ideario extremista dentro de los centros españoles, favoreciendo nuevas conexiones con excarcelados y entornos terroristas. Ejemplo de las tramas de presos musulmanes de varias penitenciarias son las aparecidas en relación con la cárcel de Topas en la provincia de Salamanca, Segovia, El Puerto de Santa María o Algeciras. Donde la labor de los reclutadores consistía sencillamente, en sentarse con los presos y ofrecerles una solución a sus vidas.
Casi 7.000 presos musulmanes en España
La situación en las instituciones penitenciarias se ha convertido en un hecho realmente preocupante al ser uno de los primeros lugares donde, a pesar de las políticas de dispersión, se está lejos de reformar y controlar la radicalización. Actualmente se cuenta con 223 presos musulmanes de corte radical que son mantenidos bajo la máxima observación. Todos ellos están clasificados bajo el epígrafe F.I.E.S. (Fichero de Internos de Especial Seguimiento), es decir internos que se mantienen controlados día y noche para evitar el contacto entre ellos y el exterior, mediante informes diarios, grabación de sus llamadas telefónicas, fotocopiado de su correo postal, etc.(Ortega, 2016).Esta clasificación atiende a:
1-Los que se encuentran en prisión por algún delito derivado de actividades yihadistas. Condenados y procesados.
2-Los presos que son radicalizadores potenciales. Aquellos que pueden cumplir condena por otras causas pero por su faceta de líderes, su posición y ferviente creencias islamistas hacen de estos que sean posibles reclutadores de otros internos.
3-Losde perfil influenciables –carne de cañón-. Proceden de hogares desestructurados, por ser creyentes ciegos o aferrase al yihadismo como medio de salvación, etc.
El perfil de la población reclusa musulmana que se ha radicalizado es claro. Generalmente son hombres entre 19 y 35 años de origen magrebí en la mayor parte (Marruecos y Argelia), además de sirios y paquistaníes (Reinares y García-Calvo, 2016). Su nacionalidad suele ser marroquí o española y poseen residencia en España. Fuentes de instituciones penitenciarias coinciden que poco a poco la mujer va ganando territorio en el entorno carcelario, como intermediarias o gestoras de células yihadistas o procreadoras del Estado Islámico (Europa Press, 2015).
La convivencia entre los internos comunes y los que han abrazado los ideales fundamentalistas se alimenta de temores. La intimidación para la “conversión” del resto de musulmanes se esgrime por “bandas” que glorifican el comportamiento terrorista y prometen amparo contra el asalto físico al resto de presos. En “negocio de la protección” aparece en un grupo claramente dominante, perturbando las jerarquías establecidas en largo tiempo.
Las condiciones de las cárceles hacen que la participación en las prácticas islámicas, por presión o tentación, la opción más disponible para quienes buscan hermandad, es decir la pertenencia y elevación hacia un “status” que les ofrezca una velada seguridad y respeto.
La sumisión de Occidente
La dominación de las comunidades islámicas de Europa ha sido el objetivo de imanes o ulemas fanáticos que han buscado alcanzar con su discurso a los inmigrantes diseminados por Occidente. Son clérigos de escasa formación teológica y de fácil reclutamiento que desconocen el idioma y la cultura de la sociedad que ha acogido a miles de musulmanes.
La arenga radical caída sobre las segundas y terceras generaciones de personas emigradas de sus países originarios, faltos de vínculos con los lugares donde han crecido y con sentimientos desnaturalizados, ha sido primordial para generar actos terroristas. Si bien Francia destaca como uno de los destinos elegidos por la emigración islámica, donde prevalece este factor, elevando su nivel de riesgo. En España se observa la llegada de un alto porcentaje de residentes no nacidos en nuestro país en los últimos 20 años, donde no se han desarrollado completamente generaciones posteriores, lo cual es un hecho diferenciador en el momento de analizar los movimientos extremistas (Tarredo, 2010).
Otro de los contrastes que encontramos con los vecinos galos, es que Francia se considera una tierra “kafir”, es decir infiel, mientras que Al-Andalus representa parte de una patria arrebatada al Islam. Esta divergencia mantiene a España como una extensión territorial a recobrar por su antigua pertenencia al califato soñado. Una aspiración que en “teoría” reduciría los riesgos de atentado, caso contrario al ejemplo francés que se idealiza como un país fuera del Islam y por tanto a exterminar.
El nuevo perfil: Ciberyihadistas
Por otro lado el entorno cambiante de la Yihad, su implantación y el auge de las redes sociales ha mutado hacia los ciberyihadistas, que según Torres, han encontrado en las nuevas tecnologías una forma de difusión de sus actividades propagandísticas, de adoctrinamiento y reclutamiento y hasta de financiación (Torres, 2015). Como exponente de esta “metamorfosis” tenemos el caso aparecido en marzo del 2012 en la ciudad de Valencia, donde se produjo la detención de Mudhar Hussein Almaliki, más conocido como el “bibliotecario” dedicado a difundir por Internet archivos con todo tipo de material de exaltación del “yihadismo”, además de manuales de adiestramiento terrorista.
Pero el ciberespacio no solo es un lugar para exponer las consignas más radicales y exaltar a los musulmanes hacia la yihad. Internet se ha convertido en un refugio, un refugio virtual donde tienen cabida todos aquellos que están vinculados a organizaciones extremistas que escriben en foros y comunidades virtuales, donde ofrecen consejos mutuos o proponen atentados.
Si hace unos años se utilizaba el correo electrónico y el bluetooth para difundir su propaganda yihadista, ahora las redes sociales se expanden hacia perfiles más jóvenes y de forma asequible en smartphones y apps facilitando la comunicación global. La radicalización a través de Internet es barata y efectiva por su acción promovedora, de instrucción o aliento a los más aislados, “lobos solitarios”. Y el ciberterrorismo es una opción tan alarmante para la sociedad civilizada y democrática como atractiva para los grupos extremistas que se consolida a pasos agigantados (Domínguez, 2016). Una forma de usar los recursos específicos que la Red ofrece para la consecución de sus fines en distintos sectores de interés, como las infraestructuras críticas, suministros de agua o electricidad y los medios de comunicación. El primer ciberataque, inédito en la historia de la televisión, tuvo lugar en abril del 2015 contra el canal francófono TV5Monde, acción revindicada por el Estado Islámico (EI) que logró un apagón informativo de 17 horas en una emisora de referencia en el ámbito internacional.
Demarcación del fenómeno yihadista
Para hablar de la incidencia de la radicalización yihadista en España debemos remontarnos a los años 90 en referencia a mezquitas y lugares de culto islámico, utilizados para crear un entorno óptimo para la persuasión de individuos susceptibles a este fenómeno ideológico. Estos enclaves coinciden mayormente con las zonas donde se concentra la inmigración de origen magrebí y donde el salafismo se adentra en oratorios de las principales áreas metropolitanas como Barcelona, Madrid y Tarragona.
En el centro de España la radicalización despuntó en la década de los noventa en la conocida Mezquita de Abu Bakr, popular por su ubicación en la M-30 de Madrid, así como en pequeños locales comerciales y oratorios del barrio de Lavapiés, Vallecas, Carabanchel, Ciudad Lineal, Latina, la localidad de Arganda o el suburbio chabolista de la Cañada Real (Madrid). Fruto de ello fueron detenidos entre el 2004 y el 2012 individuos relacionados con el atentado del 11-M, o personas disponibles para cometer otros actos terroristas en la capital (Rodríguez y Rueda 2015).
El entorno familiar o las actividades deportivas al aire libre -alejados de las miradas indiscretas en los núcleos urbanos- también fueron lugares escogidos por quienes participaban de difundir el mensaje yihadista. El río Alberche -cerca de Madrid- fue testigo desde 1995 de la retórica radical del Imad Eddin Barakat Yarkas, líder de la célula de al-Qaeda en España y a pesar de las detecciones, las reuniones clandestinas -aunque en menor número- continuaron en este paraje hasta prácticamente el 2012 (Escrivá, 2013).
El rebrote del yihadismo se volvió a observar durante el 2015 en la mezquita de la M-30 de Madrid al ser detectadas redes de financiación y captación de personas radicalizadas con intención de enviarlas a Siria. Su entramado se extendía hasta la cafetería del tempo musulmán en donde dos de las nueve personas detenidas realizaban funciones de reclutamiento, descubriendo al imán de la mezquita de Yunquera de Henares (Guadalajara) como uno de los huidos a Siria para luchar por esa causa
En sur del país, Ceuta y Melilla se han convertido en ciudades autónomas reclamadas por el Estado Islámico y junto a Andalucía -Al Andalus- son una motivación añadida para impulsar la radicalización islamista en España. Desde el 2006 el barrio del “Príncipe Alfonso” de Ceuta se ha convertido en portada de muchos medios de comunicación a raíz de la intervención de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE) –Operación Duna- contra el yihadismo islámico. Con una población de 12.000 personas censadas, es uno de los enclaves con mayor tasa de paro y de fracaso escolar de toda Europa, donde viven ciudadanos musulmanes con escasos recursos económicos y difícil porvenir (Jordán, 2009), un perfecto escenario para que grupos fundamentalistas echen sus redes a los jóvenes (Delgado, 2010).
Por otro lado el “barrio del Puche” de Almería o la localidad de El Ejido son también puntos calientes donde existe un caldo de cultivo para la radicalización (Moya, 2007). Otras zonas de Andalucía donde se observan brotes de radicalización son Granada y Málaga, esta última tuvo a su mezquita como protagonista en marzo del 2014 al formar parte de la red de Mustafá Maya Amaya (belga de padres españoles) lugar de reclutamiento de “muyahidines” para enviarlos a Siria, Irak y Malí.
El conflictivo barrio melillense de “La Cañada de Hidum” también ha sido escenario de varias detenciones en el 2014 relacionadas con la “mezquita de Al Salam” conocida como la “mezquita blanca”. En este lugar de rezo se detuvieron a varios acusados de enviar combatientes a Malí y Libia, reclutar a mujeres para el Estado Islámico o hacer apología de tácticas terroristas y del acto de martirio (Pérez, 2013).
En Cataluña, las comunicaciones rápidas, la vida económica y la cercanía a la frontera francesa son ingredientes que capacitan a esta Comunidad Autónoma con un notable poder de regeneración de las redes argelinas y marroquíes en un mismo lugar. En enero 2006 fueron detenidas 9 personas relacionadas con la mezquita “El Forkan”, en la calle Contxita Solé de Vilanova i la Geltrú (Barcelona), sede de la Asociación Cultural Islámica de la localidad. Pero son las localidades Vic, Manlleu, Hospitalet, Badalona, Figueras o Salt, junto al barrio del Raval en Barcelona donde la radicalización despunta sobremanera.
Este caso es homólogo en otras zonas de España donde hablar de niveles de radicalización significa observar las áreas con mayor concentración de emigración árabe. A finales del 2015, el Observatorio Andalusí reflejaba en su informe anual, una alta concentración de musulmanes en Cataluña que superaba las 450.000 personas (Ucide, 2016). Es por tanto la comunidad que tiene un mayor número de oratorios islámicos o mezquitas, con 268, un 20% del total en territorio nacional. En la ciudad de Barcelona se distinguen 28 lugares de culto de especial importancia, le sigue -en la misma provincia- las localidades de Santa Coloma de Gramanet con 8, en Tarrasa existen 7 y en Sabadell 6. En Badalona, Hospitalet de Llobregat, Figueras (Gerona) el número disminuye hasta 5 de notable relevancia. Unas 7 mezquitas de Tarragona y su comarca acaparan una mayor atención por las FCSE, a causa de los signos de radicalización y proclamas salafista que se han detectado como ha sido el caso en las localidades de Reus y Torredembarra.
Cabe decir que la comunidad islámica implantada en Cataluña se caracteriza por ser una de las más radicales y con más vínculos con extremistas repartidos por Europa. Se pueden dividir según su origen en marroquíes y españoles nacionalizados que representan los dos grandes bloques, junto con los paquistaníes en Barcelona. El resto procede de Gambia, Argelia y Senegal y otros países. Por otro lado el estigma de los centros penitenciarios siempre está presente en los procesos de radicalización y se puede hacer constar el caso del centro Vilana (Barcelona) a causa de la acción de algunos educadores (Blanco y Pérez, 2012)
En Valencia el fenómeno de la radicalización se observa en individuos del extremo sur del barrio de Ruzafa -calles Denia, Cuba, Puerto Rico y adyacentes- y el barrio de Monteolivete, además de la localidad de Torrent, en la periferia de la capital del Turia y en Gandía, según asegura la Asesoría de Inteligencia y Consultoría de Seguridad (AICS) (Saiz-Pardo, 2016).
La Región de Murcia también presenta focos de radicalización ante una elevada presencia de la comunidad musulmana. En el 2014 fue detenido en San Pedro del Pinatar un ciudadano marroquí que enaltecía el terrorismo islámico en redes sociales y se ofreció para combatir en Siria. Y aunque hasta ahora no se hayan presentado muchos incidentes dignos de mención, Murcia forma parte de ese “corredor de la costa mediterránea” (Gerona, Tarragona, Valencia, Alicante, Murcia, Málaga y Almería) donde la existencia de musulmanes con ideas violentas es más notoria.
En las Islas Baleares, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), la Guardia Civil y la Policía Nacional realizan controles periódicos en las principales mezquitas y existe colaboración con los responsables de los templos y los agentes de seguridad. Sus resultados se han concretado con la detención de jóvenes que hacían apología del terrorismo islámico o labores para la captación y adoctrinamiento de menores.
Las Islas Canarias reúnen dos elementos importantes; como centro de atracción del turismo internacional y por tanto futuro objetivo yihadista, y como trampolín de entrada a Europa de individuos afines al Estado Islámico. Durante el 2008 se detectó en el sur de Gran Canaria un grupo de ideología salafista que planeaba atentar en el centro comercial Yumbo de Las Palmas. Otro caso en el año 2015 en Arrecife (Lanzarote), se saldó con la detención de una mujer española convertida al Islam que reclutaba a niñas y adolescentes para enviarlas a territorios controlados por el Estado Islámico (Santana, 2015). A finales del mismo año fue detenida una joven de 19 años en la localidad de Morro Jable (Fuerteventura) por planificar atentados en iglesias y sinagogas y mostrando el relevante papel de la mujer radicalizada. Estas islas tienen una especial atención por las unidades especiales de la Guardia Civil, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y la Comisaría General de Información (CGI) del Cuerpo Nacional de Policía, por ser objetivos prioritarios, ruta de entrada a Occidente y como plataformas logísticas de atentados de corte islamista.
Los datos que maneja el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO) determinaron que en junio del 2016, Cataluña tenía más de 9.800 focos conflictivos -casi un tercio del total en España- mientras que en Andalucía se había registrado más de 4.500 puntos. Siguiendo este “ranking” la Comunidad Valenciana se situaría en tercer lugar con 3.750 enclaves, seguida de Madrid con cerca de 3.300. En Murcia se detectaron menos de tres mil focos, pero aunque parezca una cifra menor en el contexto de su territorio, constituye un alto porcentaje debido a la elevada población musulmana (Prieto, 2016).
La sociedad ante la amenaza radical
La amenaza radical lanzada a Occidente fue motivo de debate en octubre del 2015 en el mismo seno de la Comisión Europea. La conferencia buscó ofrecer respuestas penales a la radicalización ante miembros del Parlamento Europeo, funcionarios gubernamentales dentro de los objetivos de la Agenda Europea de Seguridad (Comunidad Europea, 2015).
Los ámbitos de cooperación a nivel europeo están organizados de la siguiente forma:
1.-Internet: Lucha contra la propaganda terrorista y el discurso del odio. Colaboración con el sector de las tecnologías de la información para impedir la difusión del contenido ilícito.
2.-Centros penitenciarios: Lucha contra la radicalización en las cárceles. Programas destinados a prevenir y combatir este fenómeno social.
3.- Valores compartidos: Fomento de la educación inclusiva y entendimiento intercultural.
4.-Sociedad inclusiva: Abierta a la juventud y con herramientas que permitan detectar y combatir la radicalización violenta.
5.-Cooperación internacional: Acciones de refuerzo con terceros países que afronten retos similares.
6.-Investigación: Establecimiento de redes y seguimiento de pruebas. Análisis de políticas para una mejor comprensión de la amenaza radical islámica.
7.-Medidas de seguridad: Control de desplazamientos y tipificación como delito de viajes a terceros países con fines terroristas. Reforzar herramientas e interconexión de los sistemas de información.
Todo ello se inscribe en la doctrina impulsada desde Europa para combatir el extremismo violento, como es el caso de la “Red para la Sensibilización frente a la Radicalización (RSR)”. Estas directrices buscan conectar a actores clave que intervienen en la lucha contra la radicalización como juristas, representantes políticos y funcionarios municipales, líderes religiosos, líderes juveniles, policías, investigadores, profesorado, personal sanitario o profesionales de la intervención pública que trabajan sobre el terreno con las comunidades vulnerables y los grupos de riesgo (Comunidad Europea, 2016).
El problema español
Por parte de España se ha puesto en marcha el “Plan Estratégico Nacional de Lucha Contra la Radicalización Violenta” que asume los procesos de radicalización como uno de los principales riesgos para la Seguridad Nacional. El Plan quiere constituirse como un instrumento de detección temprana y neutralización del radicalismo violento, actuando sobre aquellas comunidades o individuos en situación de vulnerabilidad.
Su estructura tiene carácter interministerial y se coordina desde el Ministerio del Interior que dirige el desarrollo del Plan en todo su contenido. En él intervienen 12 ministerios, el Centro Nacional de Inteligencia, la Federación Española de Municipios y Provincias, la Fundación Pluralismo y Convivencia y otras entidades públicas o privadas menores a su consideración.
Entre las herramientas que maneja Interior se ha puesto en marcha “Stop radicalismo”, un proyecto del cual una página web (www.stop-radicalismos.es), un teléfono 900 gratuito y una aplicación de teléfono móvil “Alertcops” pueden hacer que cualquier ciudadano pueda denunciar de forma anónima la radicalización en plena calle (Ministerio de Interior, 2015).En contrapartida los ciudadanos perciben que la causa del terrorismo es el Islam y sus fieles, teniendo como consecuencia estallidos de xenofobia y el etnocentrismo. Este hecho retroalimenta el odio entre musulmanes y occidentales, dividiendo a la sociedad en sus diferentes países.
La falta de concienciación ciudadana también fluctúa de unos municipios a otros. En la ciudad de Barcelona, por ejemplo, no se tiene la conciencia de corresponderse con un objetivo yihadista a pesar de ser icono del turismo mundial y por ello convertirse en un lugar prioritario por el terrorismo, a causa del gran impacto internacional que podría ocasionar una acción de este tipo, como ha sucedido con Londres o París. Todo lo que está fuera de nuestras fronteras o lo lejano en la memoria tiene apariencia de no concernirnos, la mente olvida y los oídos excluyen informaciones sobre atentados o combatientes que luchan ante las amenazas lanzadas a Occidente desde un alejado rincón del mundo que parece no afectarnos.
En cuanto a los cuerpos policiales, la falta de sensibilización, conocimiento y detección de la amenaza radical hacen que se presenten graves brechas en materia de seguridad ciudadana. No existe un protocolo claro de actuación ante una acción violenta por parte de individuos radicales, y la formación y el armamento es deficiente. La relación entre las diferentes fuerzas policiales -influenciada por la situación política- no pasa por sus mejores momentos y se echa de menos una verdadera cooperación en esta materia.
Conclusiones
El proceso de radicalización pasa por diferentes etapas como la búsqueda de pertenencia, los sentimientos de venganza o autorrealización, y el rechazo de los códigos sociales y culturales establecidos. Ello determinará el resultado final sobre el individuo y su adhesión a la ideología radical y sin valores democráticos.
La edad -18/35 años-, asociada al “ardor guerreo” de los inadaptados a los países occidentales, el parentesco o las relaciones de amistad son componentes que aparecen sujetos a los individuos radicalizados, siendo la mujer y cada vez más, quien está adquiriendo una mayor presencia.
En nuestro país existen factores que inciden en la comunidad musulmana y que elevan su riesgo de radicalización en las nuevas generaciones. Son los barrios y distritos con fuerte concentración islámica, los escenarios donde afloran individuos que desechan su deseo de integrarse al no considerarse parte de la nación de acogida. No se sienten ni de aquí ni de allí, y lo único que les define es la religión. Sienten desafección hacia el Estado español buscando un movimiento identitario alternativo que resuelva su problema.
La proximidad geográfica con sus lugares de origen, complementada con un elevado porcentaje de población musulmana en España y una notable presencia de asociaciones islámicas y mezquitas, acrecienta el riesgo de que las corrientes más extremistas penetren y se consoliden en nuestro propio territorio.
La propaganda del Estado Islámico por Internet constituye una maquinaria poderosa que obliga a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y a la sociedad en general a implementar medidas que supervisen los discursos de mezquitas y oratorios, exijan una formación a los imanes y se obstaculice la creación de guetos urbanos. Son las nuevas tecnologías de la información y comunicación una herramienta para radicalizar a grupos o individuos, ofrecer formación táctica de los terroristas y facilitar el auto reclutamiento.
La nueva Era de la radicalización yihadista se entronca en un entorno mediático donde el imán “caza adeptos” queda relegado a un segundo plano ante la llegada de nuevas formas de comunicación, YouTube, Facebook, Twitter. La ampliación de la propaganda subyace en perfiles privados de individuos que utilizan las redes sociales para difundir el mensaje yihadista no sólo en árabe, también en idioma español eliminando la dificultad de la lengua a los más desarraigados.
La investigación científica sobre la radicalización tiene importantes carencias y las policías locales con capacidad de localizar, identificar y gestionar cualquier foco conflictivo en su área ciudadana no poseen la suficiente formación. Son agentes de proximidad que se enfrentan a una amenaza de unas proporciones para las cuales no han sido inicialmente preparados. Este hecho nos hace vulnerables desde la misma base del problema y para superarlo es necesario continuar profundizando en el estudio y análisis del fenómeno, dotando de medios y coordinando los diferentes cuerpos de policía.
Nos debemos preparar para prevenir cualquier desafío en el presente y avanzarnos al futuro. La guerra de Siria mantiene ocupados a docenas de yihadistas europeos con formación y experiencia militar, cuando los combates terminen, su regreso a casa no dibuja un panorama tranquilizador.
Tal y como pude comprender de una de las reflexiones del Dr. José Domínguez León, debemos investigar estos actos de violencia en la sociedad para poder generar pautas que se antepongan al terrorismo, y de ello convertir algo malo en algo bueno.
No te dejes vencer por el mal; al contrario,
vence el mal con el bien
(Romanos 12:21)
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