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“Todavía queda gente dispuesta a entrar en ETA”...

“Todavía queda gente dispuesta a entrar en ETA”

Álvaro Vicente Palazón/ Madrid.

Pocas personas sabían que ETA había estado a punto de sufrir una escisión en sus últimos años a causa del enfrentamiento entre los jefes del aparato político y el militar, o que la organización había acabado rompiendo la tregua de 2006 con un atentado en la T4 de Barajas después de que otros planes hubieran fracasado.

Quizá ya no baste con decir que Florencio Domínguez sí lo sabía. No es más que una obviedad a estas alturas de su dilatada carrera periodística y con una larga relación de libros publicados sobre el tema. Pero quién sabe si empezó a redactar su último libro mucho tiempo antes de que la propia banda asumiera el estado de debilidad operativa en que se encontraba. Un estado de deterioro prolongado, de agonía; “La agonía de ETA”. Ese es el título del libro que acaba de publicar.

“La agonía de ETA” arranca hacia finales de la década de los 90, con la ruptura de la tregua de 1998. ¿Cómo ha podido resistir ETA tanto tiempo en un estado tan crítico?

F.D: ETA, ya a finales del 2001, está en una situación que internamente llaman “de debilidad estructural”. Son conscientes de ello, pero en principio piensan que se trata de algo coyuntural. Según la propia visión de la banda, ETA pasa tradicionalmente por momentos buenos y por momentos malos. Piensan que si logran aguantar y toman una serie de medidas lo superarán. Por eso adoptan una política destinada a reforzar la seguridad, cambiar sus estructuras, modificar el modus operandi… Es decir, revolucionar todo lo que tiene que ver con el funcionamiento y con el modelo de organización. Luego, también está el hecho de que el proceso de diálogo abierto durante el gobierno de Zapatero se convirtió en un paréntesis político. Durante ese tiempo la banda no mejoró su situación, no pudo aprovechar el momento para reforzarse, pero desde luego esperaba obtener algún beneficio. Ninguna organización que se encuentre en un proceso así se plantea renunciar a su actividad, en absoluto. De manera que ese paréntesis provoca que el deterioro de la banda se prolongue hasta ahora.

Las últimas detenciones de miembros de ETA son la constatación de una de las tesis que planteas en tu libro: los integrantes de la banda son cada vez más inexpertos y están peor cualificados. ¿Cómo ha llegado ETA a este estado de debilidad operativa? 

F.D: Se ha producido un doble fenómeno que ha contribuido a la pérdida de cualificación de los terroristas: primero, el hecho de que durante una época el grueso del reclutamiento de ETA procedía de la kale borroka. Durante los años 70 y 80 los miembros de la banda formaban comandos legales y más tarde pasaban a la clandestinidad. Por tanto, contaban con larga experiencia. La diferencia es que quien se ha entrenado en la violencia callejera no sabe mucho más que encender un cóctel molotov y no tiene hábitos de vida clandestina ni gran cualificación. Completar estructuras cada vez más altas con gente con poca preparación ha resultado un error contraproducente a medio y largo plazo.  El segundo fenómeno lo provoca la sucesión de operaciones policiales contra la cúpula, lo que ha generado una situación de inestabilidad crónica. Los dirigentes duran poco tiempo, a veces un año, dos, otras veces unos meses, y en la medida en que duran poco tiempo adquieren menos experiencia. Eso les ha impedido ejercer influencia en su entorno político.

De todos los factores que han provocado ese estado crítico, ¿ha sido la acción policial el más decisivo?

F.D: Ha habido dos factores: el primero, la acción policial, contribuyó a frenar la capacidad de la organización. Esto empieza a comprobarse a partir de 2002, cuando ETA  no consigue desarrollar el nivel de violencia que pretende. El segundo factor es la ilegalización de Batasuna, que provocó a medio plazo un conflicto de intereses entre la banda y su brazo político. Batasuna empieza a tener intereses diferentes de los de la banda cuando entiende que no puede volver a la legalidad mientras ETA esté en activo. El conflicto acaba decantándose a favor de Batasuna porque ETA, previamente, estaba debilitada. Es decir, que en último término es gracias a la acción del estado en dos vías paralelas que confluyen.

En esas circunstancias se encontraba ETA cuando el 26 de marzo de 2010 el abogado sudafricano Brian Currin presentó la “Declaración de Bruselas”, en la que exigía a la banda una tregua unilateral. ¿El rechazo a los mediadores internacionales se debe a que ha sido Batasuna quien ha recurrido a ellos o a que la tarea que pretenden desempeñar le corresponde al Estado?

F.D: Los mediadores internacionales entran en escena a petición de Batasuna como un instrumento de presión a ETA; es un asunto interno de la izquierda abertzale. El modelo de solución que tiene en mente Brian Currin, como líder de los mediadores, se ajusta al esquema de Batasuna: tiene que haber una negociación política para que cambie el marco político. El propio Currin lo reconoció en una entrevista concedida en julio de 2011 al diario Le Monde Diplomatique, en la que decía algo así como que “el Estado puede tender a pensar que si desaparece ETA se ha solucionado el problema y los mediadores estamos aquí para impedirlo”.

Pero los motivos del rechazo del Ministro del Interior son otros.

F.D: Es cierto. Lo que ocurre es que Currin va dividiendo el trabajo. Primero crea el “Grupo Internacional de Contacto” en busca de apoyos para desarrollar un modelo de negociación política, pero es consciente de que para desempeñar un trabajo de verificación no tiene credibilidad ante una de las partes, el Estado. Por eso pone en escena otro grupo, la “Comisión Internacional de Verificación», que el propio Currin reconoce haber activado. Se trata de una Comisión que por sus propios medios no puede verificar nada, no tienen más instrumentos que cualquiera de nosotros. ¿Cómo se puede verificar el abandono de la violencia? El modelo que puede aplicarse es el de la Guerrilla Salvadoreña. Los equipos de la ONU concentraron a la guerrilla en campamentos y así sabían dónde estaban sus miembros. ¡Ahí tienes un sistema! Pero no se puede conocer la actividad de una organización que está en la clandestinidad, que no es visible ni funciona uniformada. No sabes si está reclutando, si está comprando armas… no tienes ninguna información. Los únicos que tienen datos sobre esa actividad son los servicios de información y de inteligencia. Por tanto, la verificación de la Comisión es meramente política. Viene al País Vasco y preguntan a sindicatos y empresarios si ETA sigue cobrando la extorsión. No tienen capacidad real.

ETA acabó anunciando la tregua, tal y como pedían los mediadores internacionales. No fue la única diferencia con respecto a treguas anteriores; esta vez la cúpula no permitió a sus bases participar en la toma de decisión. ¿Por qué?

F.D: Es cierto que tanto el anuncio del alto el fuego de enero de 2011 como el abandono de la violencia en octubre del mismo año fueron decisiones tomadas por un grupo reducido. No hubo consulta a los presos como, por ejemplo, había ocurrido otras veces. Lo decidió la dirección junto a algún miembro destacado. ¿Por qué? Pues quizá por mantener el secreto, para que no trascendiera la decisión… A lo mejor porque ese tipo de comunicaciones requieren meses y en la situación de clandestinidad en la que se encuentra la banda no existen comunicaciones fluidas. Las comunicaciones se producen con citas preestablecidas y se reúnen cuando pasa uno o dos meses. Quizá se alargaría demasiado en el tiempo si pretendían realizar una consulta demasiado amplia… Son especulaciones, pero quizá la cúpula tampoco estaba segura de lo que iba a resultar de la consulta y no quería arriesgarse a someter a debate la decisión. El grupo dirigente tomó la decisión e informó al resto a posteriori.

¿Hasta qué punto quienes no participaron en aquella asamblea han asumido la decisión de abandonar la violencia?

F.D: En el mundo de los presos, que es el que mejor se conoce, parece que se ha ido asumiendo. Había bastantes más críticas en octubre de las que hay ahora. Los sectores críticos consideraban que ha sido un reconocimiento evidente de la derrota pero a medida que ha pasado el tiempo se han resignado o se han conformado. Todavía deben de quedar sectores contrarios pero parece que se ha ido extendiendo la conformidad con la decisión.

Quizá el desacuerdo no lo provocara solo la decisión. En tu libro recoges las críticas de algunos miembros desencantados por la falta de debate interno. Para mayor agravio, les robaron una de las pocas posibilidades de intervenir.

F.D: Era una decisión trascendental para una organización terrorista que ha hecho del uso de las armas su historia. Efectivamente, para la importancia que tenía esa decisión la consulta fue mínima. Ahora, a posteriori, sí parece que han abierto un debate. En todo caso, los mecanismos de la clandestinidad propician que las decisiones que impulsa la cúpula sean las que se imponen porque los militantes están más o menos desperdigados o concentrados en pequeños grupos. No existe una relación horizontal y por tanto no se sabe realmente cuantos miembros están a favor o en contra de una propuesta. Solo saben que la cúpula dice que hay tantos a favor o en contra. El sistema vertical que impera no permite constatar cuál es el grado real de participación en la toma de decisiones.

La vida política del País Vasco está en constante agitación desde el final de ETA. ¿Amaiur fue la contrapartida que exigió ETA a la izquierda abertzale a cambio del final de su actividad?

F.D: Hay una línea argumental muy vieja en ETA: yo tengo que utilizar la violencia porque sino nadie defiende nuestros objetivos, si los nacionalistas se unieran entonces no habría necesidad de continuar la violencia. En realidad, también ocurre lo contrario. El nacionalismo tiene una querencia por la unión. La unidad nacionalista tiene un valor simbólico muy alto, pero la existencia de ETA impedía que cualquier partido político se uniera a Batasuna. Cuando la organización sale de escena desparece el obstáculo que impide pactar a Aralar y Eusko Alkartasuna con Batasuna. Hemos resuelto el problema del terrorismo pero hemos abierto la puerta a un problema político nuevo.

¿Es realmente así? ¿Qué motivos existen para confiar en el final de la violencia?

F.D: La debilidad de ETA fundamentalmente, pero no su palabra. Si ETA hubiese podido reventar el debate de la izquierda abertzale en el año 2010 no habría anunciado la tregua. Si ETA tuviera capacidad para demostrar que manda en el conjunto de la izquierda abertzale y para hacer frente al Estado no estaríamos ahora en tregua. Su incapacidad es lo que le llevó a tomar esa decisión.

Dos de los últimos etarras detenidos, Oroitz Gurruchaga y Javier Aramburu, estaban encargados de tareas de captación. ¿Cómo logra ETA atraer a nuevos miembros a pesar de su incapacidad para actuar?

F.D: El problema de ETA nunca ha sido tener disponibilidad de personal, porque siempre ha tenido una cantera. Todavía queda gente dispuesta a entrar en ETA si se lo ofrecen. El problema ha sido al contrario; tener capacidad de encuadramiento de esa gente que estaba dispuesta a entrar.

La detención de los dos etarras también llamó la atención porque, además de portar armas, guardaban en su coche una pequeña cantidad de material para fabricar explosivos. ¿Cómo encaja esto con un alto el fuego que ETA calificó de verificable?

F.D: Las operaciones logísticas corresponden a la rutina de una organización clandestina que tiene armamento. Pueden pensar que en determinados momentos un zulo no es seguro y decidan cambiar el armamento de sitio. O quizá tomen la decisión de abandonar una casa y trasladar el material que almacenaban allí. Puede tratarse de una cuestión rutinaria. En cualquier caso, ETA no ha interrumpido sus actividades logísticas. Sigue existiendo, mantiene sus cuadros… pero no hace atentados. Hace algún tipo de reclutamiento pero no a gran volumen y no es la primera vez que se les detiene cuando están realizando actividades logísticas. En el verano de 2011 se detuvo a un miembro de ETA cuando pasaba de Italia a Francia para comprar explosivos, es decir, llevar a cabo actividades logísticas para mantener la actividad terrorista. ETA no ha aceptado el desarme, lo quiere negociar, por tanto mantiene sus arsenales a la espera de que el Gobierno acepte negociar.

¿Una forma de presionar?

F.D: Sí. El IRA cuando estaba en conversaciones con el gobierno británico negoció la compra de varios misiles y dejó indicios de esta operación para que el gobierno tuviera constancia.

En esa hipotética negociación a la que todavía aspira ETA, los presos serían un tema central.

F.D: ETA sigue pretendiendo aplicar el modelo que definió en 2004 en Anoeta, constituido por dos mesas [una política y otra técnica], en el que se reserva la negociación con el gobierno. Quiere mantener la cohesión de sus presos y para ello no está dispuesta a abrir ninguna vía por la que se le puedan escapar. Como ya no tiene capacidad para condicionar la actividad política de Batasuna el pulso está planteado en lo que ETA llama “las consecuencias del conflicto”: los presos, los huidos, las armas… y desde luego la pretensión de retirada de las Fuerzas de Seguridad del País Vasco. ETA todavía quiere salvar una negociación.

Precisamente, una de las últimas medidas del Gobierno español en materia de terrorismo ha sido el plan integral de reinserción de presos de ETA. ¿Qué va a cambiar?

F.D: La reinserción es un aspecto legal según el cual si cumples determinados requisitos puedes beneficiarte. Pero es que para que haya reinserción se debe producir una reflexión previa de los etarras presos y en estos momentos no están en esas condiciones, salvo alguna excepción. No es un problema del plan sino de los presos; son ellos los que tienen que evolucionar. La última declaración de los presos demuestra que ETA sigue controlándoles y sigue pretendiendo una gestión colectiva de su excarcelación y lograr la impunidad.


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