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Tras las armas, llegó la vía diplomática para recuperar Gibraltar

Por G.B. D. Agustín Alcázar Segura (R).

Finalizado el gran asedio de 1779-1783, España no volvió a intentar recuperar la plaza de Gibraltar mediante las armas. La superioridad militar de Gran Bretaña y las múltiples dificultades internas en las que se vio envuelta nuestra Patria durante el siglo XIX y la primera mitad del XX, hicieron impensable una acción por este medio.

Sin embargo, España jamás renunció a reivindicar la soberanía sobre el Peñón y el afán para que volviera a ondear en ella nuestra bandera, si bien, a partir de la fecha indicada todos nuestros esfuerzos se encaminaron hacia la vía diplomática.

Antes de finalizar el siglo XVIII, Godoy, mediante el Pacto de San Ildefonso (18 de Agosto de 1796), acordó con el Directorio francés la entrega a este país de La Luisiana a cambio de su apoyo para recuperar Gibraltar. Lamentablemente, resultó infructuoso por cuanto ni siquiera se trató el tema en las diversas conversaciones diplomáticas.

Curiosamente, durante el transcurso del siglo XIX surgieron en la propia Inglaterra algunas voces observando la conveniencia de devolvernos Gibraltar. Así, aunque en 1830 el Reino Unido concedió a Gibraltar la denominación de “colonia de la Corona”, Ricardo Congreve, en el folleto Gibraltar, or the foreing policy of England, publicado en Londres hacia 1857, aconsejaba la devolución a España de dicha fortaleza; sin embargo, a pesar de que la prensa mayoritariamente se manifestó favorable a ello, no se llegó a ningún resultado positivo para nuestros intereses.

En 1862, la publicación de la History of Gibraltar and of ist political relation to the events of Europe, de Mr. Sayer, oficial mayor del ejército inglés y magistrado de la policía de la Colonia, creó una corriente de opinión favorable a reconocer los derechos de España y por lo tanto su devolución a nuestra Patria.

La devolución a Grecia de la isla de Corfú, cesando el protectorado inglés, fue motivo  para que los profesores de las Universidades de Oxford y de Londres, Mr. Goldwin Smith y Mr. Newman, en diversos artículos, publicados principalmente en el Daily News y el Morning Stard, abogaran, lo mismo que Mr. Congreve en su obra, por la devolución de Gibraltar a la nación española. Asimismo, el político liberal Cobden, también medió a favor de la devolución de la Roca a España.

Pero la declaración que causó el mayor revuelo entre la opinión pública inglesa en el caso de Gibraltar, fue la del jefe radical en la Cámara de los Comunes, Mr. Brigth, quien en un discurso pronunciado en Birminghan (1), expuso que: Inglaterra se apoderó del Peñón de Gibraltar cuando no estaba en guerra expresamente con España, y lo retenía contra todos los códigos de la moral (2).

Los progresos de la artillería plantearon el peligro de una España hostil a la Gran Bretaña, y la mayor dificultad que existiría, en consecuencia, para la eficaz defensa de la plaza, razón por la cual se levantaron voces proponiendo el intercambio de Gibraltar por Ceuta.

Pero si bien la mayoría de los debates sobre la cuestión que nos ocupa, durante la segunda mitad del siglo XIX, se dieron en Gran Bretaña, también en nuestra Patria se trató el tema.

Uno de los primeros en abordarlo fue Salazar y Mazarredo, quien en el Congreso de Diputados habló de la ofensa que significaba para la Patria la retención de Gibraltar, levantando grandes  aclamaciones entre los concurrentes. Aparisi y Guijarro decía en otra ocasión: No puedo oír, señores diputados, esos cánticos eternos a Inglaterra (…) pueblo en fin que está en Gibraltar (…) Al pensarlo como español, me muero de vergüenza (3).

A ellos se unirían las voces de Espartero, Narváez, O’Donnell, Serrano, Ríos Rosas, Figueras, Cánovas del Castillo, Sagasta, López Domínguez, etc, abogando por la devolución de Gibraltar al Estado  español.

Ya en el siglo XX, en 1915, el Sr. Azcárate propuso el cambio de Gibraltar por Ceuta, y en 1917, el General Miguel Primo de Rivera, el futuro Dictador, afirmaba que para España la recuperación de Gibraltar es más que nada, una cuestión de honra (4).

D. Eduardo Dato en los primeros momentos de la guerra europea (1914-1918), planteó simultáneamente la cesión de Gibraltar y de Tánger a cambio de nuestra neutralidad ya declarada. Pero la respuesta entonces, tanto de Francia como de Inglaterra, fue negativa, estimando ambas potencias que España era demasiado débil para dejar en sus manos plazas de tan gran valor estratégico. En cambio, el embajador de Alemania, ofrecía dejar a nuestra Patria en plena libertad en la cuestión de Gibraltar, con tal de inclinarse en favor de los imperios centrales.

Terminada la guerra, el Conde de Romanones, basado en los 14 puntos de Wilson (5), intentó a su vez sacar a relucir la cuestión de Gibraltar, pero tampoco ahora sus gestiones tuvieron un resultado positivo.

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(1) En el debate del Parlamento inglés de 22 de Marzo de 1870.
(2) ÁLAMO, Juan del: Gibraltar ante la historia de España. Sucesores de J. Sánchez Ocaña y Compañía. Tutor 16. Madrid, 1952. pp 308 a 310.
(3) Ibidem, p. 323.
(4) Ibidem, p. 335
(5) Hacia el final de la I Guerra Mundial, el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson hizo un llamamiento a las naciones europeas en conflicto para que detuvieran el fuego y dieran paso a la reconstrucción del continente. Para ello redactó un discurso conocido como los Catorce Puntos, que no eran más que una serie de propuestas que permitirían desvanecer el fantasma de la guerra en todo el planeta y la conformación de un nuevo orden mundial. El discurso fue pronunciado el 8 de Enero de 1918 ante el Congreso de los EE.UU. De aquí salió la iniciativa para la formación de una Sociedad de Naciones, antecedente de la Naciones Unidas. El punto en el que se apoyaba el Conde Romanones era el 5, que decía: Reajuste, absolutamente imparcial, de las reclamaciones coloniales, de tal manera que los intereses de los pueblos merezcan igual consideración que las aspiraciones de los gobiernos, cuyo fundamento habrá de ser determinado, es decir, el derecho a la autodeterminación de los pueblos.