Verónica Sánchez Moreno
A finales de noviembre, el Boletín Oficial de Defensa publicaba la Orden Ministerial 56/2015 mediante la que los reservistas voluntarios de Sanidad podrán participar en todas las misiones en el extranjero de las Fuerzas Armadas españolas. Los buenos resultados obtenidos tras el despliegue de reservistas voluntarios fuera de nuestras fronteras fue una de las razones argumentadas por Defensa para promulgar esta Orden Ministerial. Y como muestra de ello, nos encontramos con el teniente Juan Carlos Rubio Suárez y la alférez Laura García de Carlos, ambos reservistas médicos, que han echado el cierre al hospital Role 2E de Herat, en Afganistán, donde las tropas españolas ponían fin a diez años de despliegue el pasado mes de octubre.
¿Por qué decidieron hacerse reservistas voluntarios?
Laura: Trabajo como médico intensivista y coordinadora de transplantes en el Hospital Comarcal de Inca, en Mallorca. Soy alférez médico intensivista en la Subdelegación de Palma de Mallorca y para mí esta ha sido mi primera activación. Creo que ser reservista voluntario es una oportunidad para trabajar en zonas de conflicto. Como médico intensivista me dedico a tratar a los pacientes más graves que llegan a un hospital.
Juan Carlos: Por mi parte, soy jefe de la unidad de Traumatología del Hospital La Paz, de Madrid. Desde el año 2009 soy reservista voluntario y tengo el empleo de teniente, estoy a punto de ascender a capitán. Normalmente me suelo activar todos los años en la Unidad Militar de Emergencias, en la base de Torrejón de Ardoz.
Me decidí a ser reservista voluntario cuando me enteré de que había posibilidad de participar con las Fuerzas Armadas de alguna manera. Mi padre era guardia civil y nací en un cuartel, así que el espíritu militar lo he llevado siempre en la sangre. Hice la mili en la época en la que los universitarios realizábamos el IMEC (Instrucción Militar para la Escala de Complemento) y lo recuerdo como un periodo muy bueno de mi vida, a pesar de las dificultades y de las adversidades que conlleva una formación militar severa. Luego mi destino fue por otro lado, por la vida civil, pero en cuanto tuve oportunidad me metí a reservista y es una forma de dedicar parte de mi tiempo a las Fuerzas Armadas, que es lo que de verdad me satisface.
¿Qué ha supuesto para ustedes esta experiencia en Afganistán?
L.: Conocer de primera mano la vida militar, así como compartir muchos momentos con compañeros y compañeras de diferentes especialidades y puestos de trabajo. Además, he podido conocer de cerca la problemática de un pueblo que carece de los servicios básicos, como la luz y el agua, que no tiene acceso a las medicinas, con un índice de pobreza extremo y que, no lo olvidemos, sigue en guerra.
J.C.: Para mí ha sido algo maravilloso. Gratificante y enriquecedor en todos los aspectos. Porque a parte de permitirme vivir lo que es el Ejército en zona de conflicto de primera mano y, a pesar de lo duro que pueda resultar estar allí más de dos meses en unas condiciones climáticas pésimas, ha sido una experiencia digna de repetir.
¿Cómo ha sido su día a día en el Role 2?
L.: A primera hora de la mañana realizábamos un briefing todo el equipo con el teniente coronel médico jefe del Role 2, quien nos realizaba un resumen de las novedades acaecidas. Después empezábamos a pasar visita a los pacientes que estaban ingresados y a los que iban viniendo al hospital. La mayoría de los días teníamos sesiones clínicas y/o simulacros para estar siempre alerta y preparados.
J.C.: En mi consulta, como traumatólogo, veía a todos los pacientes con lesiones esqueléticas y musculares, sobre todo magulladuras, afortunadamente, no heridas de tipo bélico, pero sí bastantes lesiones de tipo deportivo porque allí la gente hace mucho deporte para estar en forma. En un par de ocasiones tuvimos que realizar una intervención quirúrgica. Después, cada día uno de nosotros realizaba una sesión docente de su especialidad para el resto. Tras ello íbamos a comer y la tarde teníamos un tiempo de descanso, solíamos aprovechar para hacer deporte a partir de las 17 ó 18h, porque es importante para aguantar la dureza de las condiciones de la misión realizar un poco de deporte para estar en forma. Después de cenar cada uno tenía tiempo libre para ver alguna película en la sala común, jugar al mus, charlar, leer… Los días eran todos iguales, salvo los domingos, que había alguna cosa extra: íbamos a misa por la mañana y los afganos hacían un mercadillo a las afueras de la base, donde íbamos a comprar las cosas típicas de Afganistán. Eso era lo que rompía la rutina y parecía que era domingo, por lo demás todo igual.
Si les decimos que nos resalten lo mejor y lo peor, ¿con qué se quedan?
L.: Lo mejor, que he conocido a grandes personas dentro de la vida militar y maravillosas personas dentro de la población afgana, muy agradecidos con nosotros por ayudarles. Y lo peor ha sido la impotencia por no poder ayudar más a un pueblo que está padeciendo terriblemente.
J.C.: Destacaría como lo peor la climatología de la zona, a la que aquí no estamos acostumbrados y, sobre todo, lo que hace duro una misión no es el riesgo bélico, sino estar lejos de los tuyos. Todo lo demás, el compañerismo, el espíritu de trabajo, de equipo, la unidad, los amigos que haces, el luchar codo a codo todos los días 24 horas, eso es maravilloso. Vestir el uniforme, poder ayudar a los demás de una forma militar, realmente es muy gratificante.
¿Ha cambiado esta experiencia en algo la visión que tenían de las Fuerzas Armadas?
J.C.: No sustancialmente porque la visión que tenía de las Fuerzas Armadas era de primera mano. Me considero un militar más y cuando voy con ellos soy uno más en todos los sentidos porque mi formación, mi espíritu y mi forma de ser es así. Si acaso algo ha cambiado es a mejor, a querer todavía más a nuestras Fuerzas Armadas y a estar más implicado. Se ha acrecentado incluso un poco más el espíritu militar que ya tengo.
L.: Para mí ha sido como me esperaba.
¿Qué les dijeron su familia, amigos y compañeros cuando les contaron que se iban a Afganistán dos meses?
L.: Las opiniones fueron de todo tipo. Parte de mi familia me decía que era una valiente por irme dos meses a trabajar como médico en una zona en guerra y otra parte me decía que no estaba de acuerdo porque, entre otras cosas, soy madre de dos hijos. Es lo que tenemos los navarros, que somos muy sinceros.
J.C.: Mis compañeros están acostumbrados porque me conocen, saben lo que me gusta, y todos los años me suelo activar dos meses en la UME, con lo cual eso ya lo tienen asumido. El que yo este año saliera un poco más lejos y a una zona algo más peligrosa lo vieron como un reto. Algunos comentarios del tipo “hay que tener valor para hacer esas cosas”, pero nada más. A lo mejor desde fuera se ve como un acto heroico, no sé.
Respecto a la familia, mi mujer estaba en total desacuerdo. Creo que se les hace más duro a los que se quedan que a los que nos vamos. Y mis hijos lo vieron muy bien, mi hija es médico residente de cirugía plástica en La Paz también y, como ve que me gusta, para ella es un orgullo que su padre haga estas cosas. Y mi hijo con que te diga solo que es teniente de la Guardia Civil recién salido de la Academia Militar, creo que es suficiente para saber qué piensa de mí. También me ve con mucho orgullo y presume delante de los compañeros de que su padre es un loco reservista que se va por ahí a zonas inhóspitas.
Además de ser los primeros reservistas voluntarios en la misión Afganistán, su estancia en el país coincide con el final de la misma, ¿cómo lo han vivido?
L.: Al principio me pareció que podría interferir en nuestra labor, por los cambios que se estaban haciendo en el hospital, pero esa impresión me duró solo un día. Los compañeros y compañeras que se encargaron del repliegue hicieron una magnífica labor y en absoluto interfirieron con nuestra labor diaria.
J.C.: El haber sido los primeros reservistas que vamos esta zona de conflicto para nosotros es muy gratificante, yo lo veo como abrir una puerta al resto de los reservistas que tienen tantas ganas o más que nosotros de hacer estas cosas, y que está abierta ya para futuras misiones que se planteen. De hecho, tal y como están las cosas, sobre todo en África, habrá que responder de una forma eficaz y, en la manera que los reservistas podamos aportar nuestro granito de arena, pues será bienvenido para nosotros y supongo que para las Fuerzas Armadas también será bien recibida nuestra ayuda.
Respecto a haber sido los últimos de Herat, también era un reto replegar un Role que llevaba funcionando diez años y lo veíamos como una misión más a cumplir. Con un poco de pena, la verdad, porque el primer día llegamos a un hospital en funcionamiento, donde teníamos casi de todo y, poco a poco, hemos visto como ha ido disminuyendo, hasta el día que nos fuimos, que el hospital estaba reducido a la mitad. Da un poco de pena, pero siempre te queda la esperanza de que vuelva a ser otra vez un hospital grande y en funcionamiento.
Las Fuerzas Armadas españolas sufren un gran déficit de médicos, ¿es la reserva voluntaria la solución o una de las soluciones a esta carencia?
L.: Pienso que es un alternativa.
J.C.: Creo que sí porque ya lo he hablado con miembros del Mando de Personal del Ministerio de Defensa y me parece que el objetivo es ese. Los médicos son recursos escasos en las Fuerzas Armadas y hay reservistas con ganas y, sobre todo, mucha experiencia, dado que el entrenamiento profesional ya lo tenemos porque es nuestro trabajo diario. En mi caso, por ejemplo, tengo una enorme experiencia en politraumas y grandes fracturados, porque es mi trabajo del día a día. Y, además, espíritu militar. Por lo tanto, creo que somos el complemento perfecto y me parece que la Sanidad Militar militar va un poco por estos derroteros. Es decir, el Ejército formará a sus propios médicos, que ya lo está haciendo en la Escuela Militar de Sanidad, para cubrir las necesidades que hay a nivel de unidades, cuarteles y bases, como médicos de atención primaria y de cara a los Role 1 y a las células de estabilización. Pero ya a nivel de especialista, como puede ser un traumatólogo, un cirujano o un intensivista, para un Role 2, como era el caso nuestro en Herat, necesitan médicos con la especialidad hecha y entrenados del día a día y eso solo lo van a encontrar en la vida civil. Y somos los reservistas los que estamos dispuestos y preparados para asumir esta función. Creo que se han dado cuenta y es un complemento, una simbiosis perfecta.
¿Volverían a ir a otra misión?
L.: Es una opción.
J.C.: Sí. Sé que hay otros traumatólogos igual que yo dispuestos a ir. Pero, por favor, si el año que viene despliegan otro Role 2 en algún lugar del mundo, que cuenten conmigo, porque seguro que me iré.
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