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La Era de la información y su condición en la geopolítica de los conflictos

A día de hoy cada individuo tiene incidencia en el espectro social gracias a las tecnologías de la comunicación a las que tienen acceso. El mundo globalizado concede a los colectivos la capacidad de ser transmisores de información en una amplitud y dimensión sin precedentes, y que les empodera como sujetos activos en el flujo de la misma. La información ha sido siempre un afluente del poder, pero en la actualidad se ha consolidado como un instrumento de fuerza de primera línea, fruto del las dimensiones globales y la facilidad de acceso que presenta.

La forma de confrontación en la actualidad se ha adaptado a las condiciones de la Era de la información. El cerco que la tecnología ha impuesto al mundo ha implicado que la población sea partícipe en un contexto en el que la explotación de información tiene mayores resultados que la fórmula bélica convencional. Así es que nos encontramos en una transición que apunta a las sociedades como centro de gravedad de las cuestiones geopolíticas, con unas consecuencias aún por encarar y que representan un reto para la seguridad individual y colectiva de nuestro tiempo. A raíz de ello, cobra importancia estratégica generar conciencia dentro de las sociedades, concretamente sobre las consecuencias del trato de noticias, comenzando con la exigencia de generar eficaces procesos de filtrado en el uso de fuentes abiertas (OSINT).

En el transcurso de los últimos dos siglos, en razón de la industrialización y el consecuente auge de los centros urbanos, las sociedades afloraron desde la erradicación del analfabetismo y el estímulo del conocimiento, hasta convertirse en epicentros culturales desde los que consolidar sus civilizaciones y extender sus áreas de influencia. Hoy, a raíz del desarrollo tecnológico y la revolución que supone internet, la información ha incrementado su potencial de actuación como instrumento de manipulación de masas, capaz de moldear la opinión pública, potenciar las fricciones sociales internas y condicionar la toma de decisiones de sus líderes de una manera más precisa. Al fin y al cabo la guerra es la forma definitiva de imponer la voluntad a los demás, por tanto, en esta línea las capacidades informativas han condicionado la forma de ejercer la política, así como la manera de hacer la guerra. Esta variación muestra dónde se encuentran hoy los nodos de poder y el instrumental empleado para librar conflictos.

Este hecho resulta particularmente determinante en los sistemas democráticos, en los cuales prima el Estado de derecho y la libertad de expresión, y cuya relación entre el nivel tecnológico, la expansión educativa y sus sistemas de gobierno, ha derivado en el auge de sociedades políticas. Amén de este contexto, tales sociedades son susceptibles de ser objeto de manipulación como fórmula de injerencia indirecta para debilitar a su clase política.

La tecnología ha dotado a cada persona de una conexión instantánea y constante con el resto del mundo

Esta preponderancia es determinante en el espectro geopolítico, gracias a las latitudes que abarca y los efectos que produce. Tales pretensiones geopolíticas y la forma de confrontar a los posibles enemigos confirman a la arquitectura informativa como uno de los ejes de las operaciones de influencia, y nodo en el escenario híbrido de confrontación.

Quienes vertebran el aparato mediático son conocedores de las flaquezas del receptor, conscientes del efecto en centrar sus ataques informativos en elementos emocionales del discurso hacia sus sociedades, amparado en vender opiniones e ideas como información. Estas estratagemas obtienen la eficiencia de sus mensajes gracias a que contaminan las bases de conocimiento de la población.

El colectivo social ha asimilado la dinámica en producción y consumo de la información digital, pero en el proceso ha infravalorado el impacto de su propia participación. En base a esta mecánica, se entiende que tal cotización informativa resulta una forma de coste reducido y de perfil bajo como parte de la estrategia híbrida, capaz de condicionar a cualquier Ejecutivo – democrático o no – a través de su opinión pública; unas capacidades al alcance tanto de organismos estatales como de fuerzas supranacionales.

Las armas de la información global

Cuando se habla de propaganda, en el ámbito político, se concibe un programa que tiene como fin la influencia en el grupo humano con un trasfondo político-ideológico que instrumentaliza la información para persuadir, sea ésta verdadera o falsa. Water Lipmann lo calificó como la “manufactura del consenso” hace casi un siglo. De tal forma que es comprensible la trascendencia que revisten conceptos como la desinformación, las fake news, y la posverdad, derivado del actual contexto informativo. Elementos de injerencia hacia los Gobiernos a través de sus poblaciones, que condicionan la toma de decisiones y distorsiona la óptica social mediante la explotación de sus fobias.

“Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. [Definición de posverdad por la Real Academia Española de la Lengua].

Es en este entorno en el que se mueve la desinformación, y que se configura a partir de tres factores: (a) su intención de trasfondo político; (b) la falsedad de su contenido; (c) su exposición como verdad. La aparición de estos paradigmas es reflejo de las capacidades con las que ha dotado la globalización a sus sociedades: ha condicionado el espacio y la exposición informativa con la magnitud sin precedentes de redefinir la relación entre la realidad y su discurso, capaz de sortear fronteras y estrategias de seguridad nacional. Unas condiciones en gran parte consecuencia de proporcionar a cada individuo unas potestades receptoras, generadoras y emisoras de información nunca antes vistas.

«El hundimiento de la confianza es la base social de la era de la posverdad: todo fluye de esta única fuente venenosa. Para decirlo de otra manera, todas las sociedades desarrolladas confían en un grado relativamente alto de honestidad para preservar el orden, respetar la ley, hacer que los poderosos rindan cuentas y generar prosperidad». Estas líneas fueron el argumento de Matthew D’Ancona para explicar el Brexit y el éxito político de Donald Trump.

Las fake news son parte determinante de la materia prima que conforma la desinformación. Ha sido probado que éstas se difunden más rápido que las verdaderas. El Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) llevó a cabo una investigación sobre fake news en Twitter: se analizaron 126.000 envíos de la red social entre 2006-2017 con mensajes a 3 millones de usuarios 4,5 millones de veces. La publicación, La difusión de noticias verdaderas y falsas online, se presentó en la revista Science. La investigación demostró que, tras usar de muestra a 1.500 personas, las fake news tuvieron un alcance seis veces mayor que una información verdadera, un hecho constatado en estratos financieros, científicos y tecnológicos, pero con especial resonancia en el ámbito de la información política: el análisis dejó constancia de que la desinformación política en una muestra de 20.000 usuarios llega tres veces antes de que una información verídica alcance los 10.000. Del mismo modo, los responsables de la investigación concluyeron que la mentira es difundida un 70% más que la verdad en las Redes Sociales.

La repercusión de las fake news se consigue a través de cuentas particulares que pueden tener detrás identidades falsas, pero otras pueden ser creadas a través de software —denominados bots—. Según Ángel Badillo «esas cuentas abastecen las redes de información hasta el punto de generar tendencias por acumulación que son captadas por los algoritmos de selección de buscadores y Redes Sociales para ser reenviadas a sus contactos. Es importante resaltar aquí el papel de los algoritmos como sistemas lógicos de toma de decisiones automatizadas».

La desinformación juega con la naturaleza morbosa e instigadora del mensaje, induce a la lectura primero para su posterior difusión. Por tanto, si bien la parte técnica de las Redes Sociales a través de sus bots explica su propulsión, es el factor humano lo que marca las diferencias entre las cifras en la propagación de una noticia verídica y el alcance de las fake news. Los bots no entienden de verdades y/o falsedades, lo que significa que si se pretende contrarrestar el efecto de la desinformación se debe atender más al comportamiento y a las medidas sociales que al control de los bots. Las fake news han creado una suerte de orden desinformativo con la capacidad de poder direccionar las tendencias de la sociedad por medio de una realidad digital para que influya en favor de los intereses de actores con finalidades políticas camufladas en el flujo noticiario.

Redes Sociales. La sociedad como generadora de información

En un entorno en el cual la incidencia digital se han erigido como una realidad paralela, las Redes Sociales se desempeñan como catalizadores de un orden informacional que ha dotado al individuo de la capacidad para fabricar y emitir información. Las Redes Sociales han devenido en una ventana digital desde la cual se puede debilitar la credibilidad y la estabilidad de los gobiernos, sean democráticos o no. Ejemplos relativamente recientes han sido las revueltas árabes extendidas por buena parte del Oriente Medio o las operaciones de injerencia informativa realizadas por Rusia en diferentes escenarios. Estos casos tienen como patrón el objetivo por manipular a la opinión pública, gracias a la condición de los colectivos como agentes directos de información a escala ecuménica. Esté vigente la libertad de expresión o no, hoy los individuos tienen a su alcance generar información. Antes podían servir de puente, y evidentemente de objetivo, de todo tipo de propaganda, pero en la actualidad las sociedades han pasado a ser sujetos activos, provocando la evolución de la naturaleza informacional de las sociedades respecto a las esferas de poder.

Las Redes Sociales representan un avance en la sociedad global, pero pueden ser también un canal hacia la manipulación informativa

Es cierto que el espectro digital se ha convertido en un espacio en el que el factor humano y tecnológico confluyen y dotan a las sociedades de un poder capaz de desestabilizar gobiernos y presionar a regímenes, pero es un instrumento de doble filo, abriendo la posibilidad a vulnerabilidades estratégicas para cualquier nación.

En 2018 el Eurobarometer hizo público datos que evidenciaron que el 85% de la sociedad española (entre los 16 y los 65 años) hacen uso de las Redes Sociales, y que el 57% de la población acude a éstas como fuente de información. En el caso estadounidense, Pew Research hizo público ese mismo año que las Redes Sociales ya representan una fuente de primera línea de información, por delante de la prensa escrita. Lo sucedido con Facebook, en el caso de Cambridge Analytica respecto a las elecciones en Estados Unidos o el Brexit, muestran las claves de cómo se pueden explotar los datos particulares de los usuarios para manipular minorías por medio de operaciones informativas concretas (microtargeting).

Por otra parte, un efecto colateral de esta coyuntura ha sido la depreciación de los medios de comunicación clásicos como actor informativo y propulsor del conocimiento de las sociedades. Hoy cada individuo se puede crear que hace la labor del periodista, a raíz de la capacidad de los ciudadanos por publicar opiniones y datos sin responder a ningún tipo de rigor informativo, un hecho que ha resultado ser una de las causas por las que la desinformación es hoy una de las amenazas más presentes a las que deben plantar cara las sociedades del siglo XXI.

Otra arma digital. La dimensión Cibernética

Se trata de un marco más técnico por tratarse de la interacción entre máquinas, pero los ciberataques se han convertido en otra manera eficiente de desestabilizar. Si bien ocupa su espacio en la dimensión digital, no forma parte del mismo tipo de operación informativa que la descrita con anterioridad. Son varios los casos en los que ha quedado patente la importancia y el impacto de los ciberataques. No obstante, se pueden diferenciar tres tipos de ellos:

  1. Ataques cibernéticos para dañar infraestructura estratégica (comunicación, financiera, logística, energética, etc)
  2. Ataques para la manipulación de información: aquí se pretende el trastorno de datos en búsqueda de intereses políticos. Ejemplo de operaciones para la alteración de resultados electorales.
  3. Obtención de información confidencial mediante su extracción a través de máquina con vistas a una explotación política. Ejemplo: correos electrónicos del Comité Demócrata norteamericano para las elecciones de 2016, posteriormente filtradas.

Al igual que los Estados se encuentran en el proceso de perder el monopolio para librar guerras, los medios de comunicación han padecido lo propio con el acceso de la masa social a tecnología con capacidad instantánea de ingresar al espacio digital, mutando sus responsabilidades y funciones al pasar de receptores de la información a generadores de ésta. Su papel ha evolucionado, y con ello su alcance mediático dentro de las agendas geopolíticas. Dicha coyuntura aún debe ser medida y asimilada en su correcta magnitud: como se ha dicho anteriormente, se trata de sociedades políticas que al generar información pueden convertir a cada civil en un activo particular tanto como en un canal de propagación desinformativa.

Thomas Elkjer Nissen menciona la conversión en arma de las Redes Sociales en su documento The Weaponization of Social Media, en el cual expone el cambio en el papel de los colectivos sociales a raíz del alcance de estas «herramientas» en los escenarios de injerencia por causas geopolíticas: “El uso de Redes Sociales ha afectado a la delineación entre el espectro militar y social, y su participación en los conflictos; de la misma manera que ha distorsionado la separación entre la esfera nacional e internacional”.

Por eso mismo, tales dispositivos mediáticos pueden formar parte de una estrategia más compleja y multidimensional como es el contexto híbrido, que se sirve del plano informativo como uno de sus ejes operacionales. La arquitectura de desinformación rusa puede servir como caso vigente. Una realidad en la cual convergen las nuevas capacidades del individuo a raíz de la tecnología de la que dispone, con las consecuencias que éstas suponen para los Estados en la confrontación geopolítica actual.

Definitivamente, la diseminación de datos, sin pasar por filtros, representa tanto una amenaza como un reto en el ideario del hemisferio occidental, del mismo modo que supone un riesgo a la perpetuidad de cualquier régimen. En el caso del primero, he aquí el valor de tener una sociedad preparada para asumir sus libertades y no verse intoxicada por carecer de la preparación adecuada para establecer sus propios filtros. Ante este escenario, un factor clave en la estrategia contra la desinformación es la disposición de medios para el contraste de datos y noticias. Más allá de constar con una sociedad con rigor crítico, los colectivos deben tener acceso a dispositivos a los cuales recurrir en su búsqueda de información contrastada. A raíz de este contexto han surgidos agencias para la revisión de noticias, llamadas fact-checkers.

Desde 2015 se pusieron en marcha plataformas destinadas a verificar la veracidad de la información. A escala planetaria, resaltar la International Fact-Checking Network (IFCN), dirigida por el Instituto Poynter para Estudios Periodísticos, cuya principal prioridad ha consistido en vertebrar una red de agencias de verificación entre entidades de todos los países con el objetivo de unificar rigores de autenticidad. Es tal la situación que en la actualidad hasta 70 entidades en el mundo han asimilado en su labor el código de principios estipulado por la IFCN. En el caso de España agencias como Newtral, EFE Verifica y Maldita.es son las plataformas punteras en esta labor.

No obstante, la planificación para contrarrestar esta amenaza empieza desde la conciencia y disposición personal, factor intrínseco a las sociedades del siglo XXI con los recursos a los que éstas tienen acceso. Esto añade la pretensión de que cada individuo tenga la capacidad de llevar a cabo el  contraste informativo: diferentes metodologías de mapeo de datos y técnicas de análisis pueden resultar herramientas eficientes de cara a cubrir tales necesidades.


Analista independiente, especializado en Conflictos Armados, Terrorismo y Geopolítica

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