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EE.UU sube la apuesta en su “guerra disuasoria” contra China

En pleno estancamiento en torno a las nuevas propuestas legislativas para la lucha contra el COVID-19 y con unas elecciones prácticamente a las puertas, el congreso norteamericano ha llegado a un acuerdo en el marco de la Ley de Autorización de la Defensa Nacional para 2021. Sendas cámaras se han mostrado favorables a la aprobación de fondos para refrendar las denominada «Indo-Pacific Reassurance Initiative» y la «Pacific Deterrance Initiative», ambas en sintonía con el modelo de la Iniciativa de Defensa Europea aprobada el pasado año.

A pesar de que existen diferencias significativas en el seno de las propuestas formuladas por demócratas y republicanos, el consenso parece unánime a la hora de respaldar las necesidades identificadas por los responsables militares a la hora de neutralizar adecuadamente la amenaza que China representa para los intereses estadounidenses.

El pasado jueves los demócratas presentaban en el Senado su estrategia para «enfrentarse» a China. Más de 350 mil millones de dólares a lo largo de una década para reforzar el tejido industrial norteamericano y desafiar así a Beijing. El proyecto de ley, encabezado por el senador Chuck Schumer de Nueva York y el senador Bob Menéndez de Nueva Jersey, tiene por objeto apuntalar las capacidades e infraestructura de la nación en un intento por desconectarla de la economía china y reducir la dependencia del mercado oriental, aumentando así la competitividad de las empresas nacionales.

Estas iniciativas se producen en un momento en que las relaciones entre Washington y Pekín han caído en picado, preparando el escenario para un nuevo periodo de confrontación. A la vista de los acontecimientos, no hay duda de que la creciente animosidad estadounidense hacia China está siendo aprovechada por la clase política. “Estados Unidos no puede seguir invirtiendo insuficientemente en nuestros trabajadores, fábricas, ciencia, investigación tecnológica y comercio, ni tampoco seguir cediendo nuestro liderazgo en la comunidad internacional y continuar esperando para hacer frente a esta amenaza”, dijo Schumer. Este proyecto, agregó, «contrarresta las prácticas comerciales depredadoras y el comportamiento militar agresivo del Partido Comunista Chino, contribuirá a revitalizar nuestras alianzas y cambiará las tornas al realizar inversiones esenciales en nuestros trabajadores, empresarios y fabricantes».

La propuesta de ley se centra en gran medida en el refuerzo de la investigación y el desarrollo en materia de ciencia y tecnología, autorizando una inversión inmediata de 300 mil millones de dólares en los próximos cuatro años, con el fin de mantener cierta ventaja sobre Beijing. También apunta a romper el control de China sobre las cadenas de suministros globales, castigando a Beijing por los supuestos abusos contra los derechos humanos en contra de determinadas minorías.

Esta postura exigiría identificar a las personas que participan a sabiendas en el trabajo forzoso o lo facilitan en China, y la imposición de sanciones en un esfuerzo por reprimir los abusos contra los uigures (minoría musulmana) en la región de Xinjiang. Aquellos que sufran persecución presumiblemente recibirían el estatuto de refugiados, al igual que ocurre con los residentes de Hong Kong en virtud de la nueva ley de seguridad nacional del territorio chino.

En la propuesta también encontramos algunas iniciativas novedosas, entre las cuales se incluiría un programa que proporcionaría fondos al Departamento de Estado con el fin de  «apoyar y capacitar a los periodistas en las técnicas de investigación necesarias para garantizar la responsabilidad pública en relación con las operaciones de influencia» que  China está llevando a  cabo en el extranjero.

Este inusual consenso «en contra» de China es una muestra de la urgencia por parte de los legisladores norteamericanos a la hora de reclamar una intervención gubernamental para ayudar a las empresas estadounidenses a competir. Al mismo tiempo demuestra la importancia de la disuasión como principio organizador de la estrategia de defensa de EE.UU.

Para EE.UU. se abre un proceso en el que sus líderes y responsables en materia de defensa deben re-examinar los modos en que las fuerzas convencionales norteamericanas pueden abordar la disuasión contra China en todo el espectro de las operaciones. Beijing ya ha superado este debate y no solo basa sus métodos de disuasión en la coerción tradicionalmente asociada a los conflictos de alto nivel, sino que utiliza los mecanismos de «agresión y amenaza» convencionales para lograr sus objetivos disuasorios. Algunos ejemplos de esta estrategia serían: la demarcación de las denominadas «air defense identification zones» en los mares de China Oriental y Meridional;  simulacros de bloqueo aéreo alrededor de Taiwán y la construcción de islas artificiales en el Mar de China Meridional.

Este tipo de estrategia siempre ha supuesto un dolor de cabeza para los responsables del planeamiento norteamericano. Después de todo se trata de acciones que no rebasan el umbral mínimo que admitiría una respuesta militar. De ahí que China siga confiando en estas tácticas, cuya disuasión resulta compleja, y que ofrecen una clara ventaja a la hora de promover sus intereses sin recurrir al conflicto.

 


Analista especializado en el entorno de la información y Defensa.

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