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Nagorno Karabaj en el punto de mira de Rusia

Nagorno Karabaj en el punto de mira de Rusia

El conflicto territorial en torno a Nagorno-Karabaj ha vuelto a estallar. Armenia y Azerbaiyán no han logrado resolver sus diferencias en una disputa que periódicamente se reaviva en forma de enfrentamientos armados, pérdida de vidas humanas y tensión política en esa hoya a presión en la que se ha convertido esta región del Cáucaso.

El enclave, cuya población es mayoritariamente armenia, se escindió de Azerbaiyán a principios de los 90 tras una sangrienta guerra que se cobró decenas de miles de vidas y obligó a más de un millón de personas a abandonar sus hogares. Hoy hablamos de una región de facto independiente y bajo control armenio. Sin embargo, no cuenta con el reconocimiento internacional de ningún miembro de la ONU, siendo considerado todavía como un territorio perteneciente a Azerbaiyán.

En 1994 se firmó una tregua y los armenios de Nagorno Karabaj lograron su ansiada “independencia”. Desde entonces, el fracaso en las sucesivas negociaciones para lograr un acuerdo de paz definitivo ha sido una constante y el conflicto continúa enquistado.

El último episodio en esta serie de catastróficas desdichas arrancaba el pasado domingo. El detonante: un supuesto ataque con cohetes contra las tropas azerbaiyanas desplegadas en la frontera con Nagorno Karabaj. La respuesta de Azerbaiyán no se hizo esperar y el presidente Aliyev ordenó la “contraofensiva” a gran escala en respuesta a los presuntos ataques por parte de Armenia. El volumen de esta “operación de respuesta” hace pensar a los analistas que no tratamos con una mera represalia y que bajo esta ofensiva se oculta el objetivo de tomar el control del controvertido territorio.

Estamos asistiendo a los enfrentamientos más intensos desde 2016, cuando por lo menos 200 personas perdieron la vida en una más de las recurrentes erupciones que mantienen vivo el conflicto. En esta ocasión ambas partes han movilizado a sus tropas y declarado la ley marcial en sus respectivos territorios.

Las autoridades de Nagorno-Karabaj confirmaron 16 bajas entre sus filas y más de un centenar de heridos. Asimismo, anunciaron la destrucción de 4 helicópteros, 36 tanques y vehículos blindados azeríes. Por su parte el Ministerio de Defensa de Azerbaiyán ha negado estas informaciones y únicamente ha confirmado la pérdida de un solo helicóptero cuya tripulación se encontraría a salvo. En represalia, Azerbaiyán habría destruido 12 sistemas de defensa aérea armenios, según fuentes militares.

Sin embargo, los datos que anuncian ambos bandos no se han podido verificar de forma independiente hasta el momento. De modo que, con independencia de los habituales cruces de acusaciones por parte de los protagonistas y de las trágicas cifras de víctimas que los gobiernos se echan en cara o que exhiben como triunfo de cara a su propia opinión pública, cuando se refieren a las pérdidas ocasionadas al bando contrario, el retorno a una guerra abierta llevaría aparejadas otras implicaciones no menos preocupantes, entre ellas: la mayor presencia rusa en el Cáucaso; la implicación de Turquía en apoyo a Azerbaiyán; o el papel de Irán en auxilio de Armenia.

Turquía ya ha movido ficha posicionándose públicamente a favor de Azerbaiyán, mientras que Rusia, que cuenta con instalaciones militares en Armenia, ha solicitado un alto el fuego inmediato. Por su parte, Armenia no ha tardado en acusar a Turquía de proporcionar apoyo militar directo a Azerbaiyán.

Hasta el momento, las negociaciones no han logrado producir un acuerdo de paz permanente, y la disputa en la región sigue siendo uno de los «conflictos congelados» de la Europa post-soviética. Rusia, Francia y Estados Unidos co-presiden la Organización para la Seguridad y la Cooperación en el denominado “Grupo de Minsk” , que ha estado tratando de mediar en el fin de la disputa. La reanudación periódica de los combates y los cada vez más temerarios pasos que van dando los contendientes reflejan la incapacidad del Grupo a la hora de encontrar una solución permanente al conflicto de Nagorno Karabaj.

Bajo este panorama resulta ridículo hablar del estado de las negociaciones pero la trayectoria nos ofrece una nítida perspectiva de la ineficacia con la que se ha tratado la cuestión a lo largo de todos estos años. Por un lado, es manifiesta la escasa inclinación de las potencias internacionales implicadas a la hora de desbloquear  la situación; hasta el punto de que Rusia no ha cesado de explotar ventajosamente el conflicto, vendiendo armamento a ambos bandos y agravando selectivamente las tensiones para erigirse como el único valedor de Armenia, ejerciendo de paso un importante control sobre su economía.

No es demasiado tarde para que las partes implicadas, especialmente las potencias mediadoras, adopten una postura firme que den lugar a unas  negociaciones efectivas. Interesada en mantener ese peligroso desequilibrio, probablemente no será Rusia quién de el primer paso en esta dirección.

Las bases que lo harían posible ya fueron asentadas y todavía están ahí. Los  llamados principios de Madrid ofrecen unos cimientos sólidos sobre los que construir, pero es imprescindible incrementar la presión sobre ambos adversarios para que venzan sus reticencias individuales y lleven a cabo los respectivos sacrificios necesarios para alcanzar una solución duradera.

O podemos seguir fingiendo que unas erupciones cada vez más frecuentes e intensas no anuncian la inminencia de una explosión mucho mayor.

 


Analista especializado en el entorno de la información y Defensa.

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