A pocos días de que la guerra en Ucrania alcance el año, el foco mediático se centra en la región oriental, en las oblast de Donetsk y Lugansk. Tras la reconquista de Jerson en el frente meridional, los ucranianos llevan meses combatiendo para avanzar también en el Donbas, sin embargo, la contingencia rusa en estas latitudes ha dado muestras de estar más fortalecida. Tal coyuntura tiene sentido si se atiende al valor que la dirigencia rusa le otorga a esta región; además, las tropas comandadas desde el Kremlin están mejor posicionadas, más próxima a territorio ruso y con mejor red logística.
Moscú ha dispuesto en esta región un núcleo de efectivos militares mejor preparados. Un factor capital si se tiene en cuenta que durante el año de invasión ha quedado patente la deficiencia en la preparación de un alto porcentaje de las tropas rusas. Alrededor del enclave de Bakhmut se libra desde hace meses una guerra metro a metro, una localización clave a ojos rusos para el avance de sus tropas en el Donbas. De hecho, hace escasas semanas, las tropas invasoras se hacían con el control de Soledar. Entre todas las razones mencionadas sobre la resolución rusa en este frente merece señalar los efectivos desplegados. Para ello, es menester hablar del papel del Grupo Wagner.
Esta empresa militar privada (PMC, por sus siglas en inglés) ha sido punta de lanza en los operativos más opacos ordenados desde Moscú. El tiempo y el grado de impacto han ido arrojando luz a su presencia y modo de actuación en los diferentes escenarios que se ha implicado: Ucrania (2014), Siria (2015), Libia (2015), Sudán (2017), Venezuela (2017) República Centroafricana (2018), Madagascar (2018) o Mozambique (2019) son lugares en los que ha quedado constancia de la presencia, aunque la lista es más amplia. La guerra en Ucrania en 2022 volvió a sacar a colación las capacidades de esta organización a raíz del papel desempeñando en determinados teatros bélicos.
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En su objetivo por demostrar que Rusia es una potencia global, el Kremlin ha empleado a esta compañía militar privada – aunque no es la única – para alcanzar sus objetivos geopolíticos. A partir de una organización como el Grupo Wagner, Moscú tiene a su disposición, indirectamente, un actor versátil, barato y de fácil negación para alcanzar intereses de diversa índole. Una vía con potencial para dar buenos réditos y de riesgo reducido.
A través del Grupo Wagner, Rusia gana una suerte de base de operaciones desde la cual puede alcanzar grandes resultados económicos y estratégicos. Todo esto se traduce en una influencia política en el país en el que se opera y a cuya implicación el Kremlin puede responder amparándose en la negación plausible.
Las labores de esta entidad no son las mismas en cada lugar; varían acorde a la inversión, el grado de despliegue y, especialmente, a los intereses que guarda el Gobierno ruso en dicho espacio. Su labor va a incidir en la proyección de la política exterior rusa, principalmente en el plano económico y político, pero también en clave ideológica. En aras de seguir una línea de acción que reporte beneficio a Rusia en múltiples ámbitos, el Grupo Wagner ha desarrollado la capacidad de ejecutar operaciones de diversa naturaleza en el terreno: desde entrenamiento de tropa, hasta trabajos de protección (de personalidades importantes) y, obviamente, de combate; incluso ha llegado a poner en marcha campañas de propaganda y desinformación.
Toda esta amplitud de acción es prueba de que detrás de esta organización hay unos intereses, una ideología y objetivos mayores que el mero beneficio económico, lo que pone en entredicho que Wagner se pueda calificar meramente de un grupo de mercenarios. La convergencia y el acceso a amplios recursos sólo al alcance de un Estado son la prueba de que se trata de una extensión no oficial del poder ruso. Sin embargo, incluso después de salir a la luz su presencia en una treintena de países, aún no se han encontrado vínculos oficiales entre este Wagner y el Gobierno ruso.
Detrás de la organización está la figura de Yevgeniy Prigozhin, persona próxima a Vladimir Putin que maneja empresas de diferente índole, siempre al servicio y en concordancia con los intereses políticos del Ejecutivo ruso: la fábrica de trolls (Internet Research Agency) y el grupo Wagner son los mayores exponentes, a pesar de que su carrera empresarial se propulsó con el servicio de catering.
Hay evidencias de que los lazos existen. El uso de la base de Molkino, en Krasnodar para la formación de los efectivos del Grupo Wagner (dónde se encuentra la 10ª Brigada de Operaciones Especiales y que supone un canal con los servicios de inteligencia militar ruso, el GRU), el empleo de vehículos aerotransportados oficiales del Ejército ruso para el despliegue de miembros de esta PMC o la entrega de condecoraciones a sus miembros muestra una conexión de facto, aunque carezca de oficialidad.
El nombre de este grupo aparece por primera vez en 2014. Sus miembros formaron parte de la toma de Crimea y dieron apoyo a las facciones independentistas de Donetsk y Lugansk. A partir de entonces se tuvo conocimiento de su presencia en escenarios volátiles con claro interés para Moscú. En 2014, el Grupo Wagner comenzó a operar en Ucrania en apoyo a las milicias separatistas a las que entrenaron, asesoraron, y con las que acabaron combatiendo; en 2015, el grueso de sus efectivos se desplazó a Siria para adiestrar y proporcionar apoyo táctico al Ejército Libre Sirio, en defensa del régimen; también en 2015 llegaron informaciones de su presencia en Libia para catapultar las fuerzas lideradas por el general Haftar. Mientras que en países como Madagascar, República Centroafricana o Mozambique su trabajo ha estado más centrado en entrenamiento de tropas locales, seguridad de activos estratégicos (recursos naturales) y protección de individualidades, aunque en algunos casos también actuaron para mantener a un líder afín en el poder. Al Kremlin le sale rentable depositar ciertas labores en una empresa militar privada tan próxima si en última instancia gana la influencia política y todo lo que ello conlleva. Precisamente por ello los objetivos varían acorde al escenario:
- Servicios de seguridad: defensa de infraestructuras y fuente de recursos
- Protección de personalidades
- Apoyo logístico
- Soporte táctico: adiestramiento de fuerzas
- Operaciones militares regulares de apoyo y encubiertas: se les acusa de asesinar a líderes independentistas del Donbas por alejarse de la línea marcada por Moscú y de varios intentos de asesinato al líder ucraniano tras el inicio del a invasión.
- Asesoramiento: estrategia y análisis de riesgos
- Inteligencia: recopilación de información y análisis de inteligencia. Manejo en la elaboración de redes información a través de fuentes humanas (HUMINT), abiertas (OSINT) y de señal (SIGINT)
- Propaganda y desinformación
Marco legal
La opacidad de los vínculos de esta PMC y el Kremlin se debe, entre otras razones, al marco jurídico ruso vigente. A efectos legales las empresas militares privadas están prohibidas en Rusia. Tal condición se ha intentado modificar, pero todos los intentos han fracasado. Atendiendo a tipo de relación entre el Kremlin y compañías como Wagner interesa que tal estatuto legal permanezca como está, de tal forma que, en caso de necesidad, su actividad se pueda condenar y a sus integrantes se les pueda procesar. Además, esta es una manera de asegurar que estas entidades mantengan sus actividades alineadas a los intereses de la Federación rusa, con el valor añadido de poder recurrir a la negación plausible de cualquier conexión para evitar crisis diplomáticas.
A esta organización se le ha calificado de mercenarios, sin embargo, el Grupo Wagner ha dado muestras de tener una naturaleza que no encaja en la definición internacional establecida. En primer lugar, hay una ideología nacionalista detrás de sus miembros (también de ideología neonazi, como Dmitri Utkin, su líder en el terreno durante los primeros años). El ferviente patriotismo manifestado por sus efectivos demuestra que su principal interés es combatir por Rusia, de ahí que no haya registro de que esta PMC haya tenido otro avalista que esta nación. Además, Prigozhin ha sabido moverse entre la oligarquía, el Gobierno y el círculo más cercano a Vladimir Putin para vertebrar una organización paralela a las fuerzas oficiales, con un margen de actuación y unos recursos capaces de un ejecutar operaciones de diversa índole. Su naturaleza se aleja de la definición al uso de grupo mercenario, y la estela que ha dejado define a Wagner más como un organismo militar pseudoestatal, con características paramilitar, especialmente en el marco de la guerra en Ucrania.
Al aspecto legal hay que sumar el beneficio por evitar las bajas de las Fuerzas Armadas desplegadas y su consecuente desgaste político, así como el ahorro en el coste de mantenimiento de la tropa; aunque este factor ha perdido peso en la actualidad con la guerra de Ucrania. Por el otro lado, los sueldos en el sector privado son mucho más elevados, por eso no es de extrañar el trasvase de militares, muchos de alta cualificación, a este tipo de entidades.
La invasión de Ucrania en 2022
Durante años el Grupo Wagner gestó una reputación de poseer tropas de alto rendimiento, de ahí que Moscú decidiera su despliegue en puntos clave del frente oriental. Sin embargo, la guerra en Ucrania ha condicionado el nivel de sus integrantes. En un principio los efectivos de Wagner eran antiguos militares, muchos incluso pertenecientes a las unidades de operaciones especiales (Spetsnaz), como Dmitri Utkin, pero las necesidades exigidas por el conflicto cambiaron esta condición. La coyuntura de guerra ha llevado incluso a la mayor empresa militar privada a un reclutamiento con menor filtro, sin exigir pruebas de nivel previas – como sí hacia la organización anteriormente –, llegando al punto de incluir reclusos en sus filas. Es así que de los 50.000 efectivos que se estima que conforman el Grupo Wagner, se cree que sólo alrededor de 10.000 son soldados profesionales.
El devenir de la guerra ha obligado al Grupo Wagner a afrontar un contexto operativo diferente al que hasta entonces había llevado a cabo en otros países o, incluso, en el mismo territorio ucraniano en 2014. El mejor retrato de esta nueva realidad es que durante los últimos meses la actuación de esta PMC en el frente oriental ha sido en paralelo a las fuerzas regulares rusas. De hecho, tiene sentido que los miembros de la organización estén siguiendo directrices operativas del mando central de las Fuerzas Armadas rusas. En esta línea, expertos militares subrayan que el despliegue de infantería ligera en pequeñas unidades que caracteriza al Grupo Wagner dificulta que pueda tomar enclaves de determinada escala por sí solo; para ello necesita previamente el ataque de artillería de las Fuerzas Armadas rusas. Es una labor compleja medir el poder real del Grupo Wagner que, a pesar de contar con recursos del Estado ruso, también ha dado muestra de padecer carencias en un formato de guerra como la que se libra en Ucrania. Lo que es una realidad es su presencia como una unidad más entre las fuerzas oficiales rusas en el frente del Donbas. Este pasado 14 de febrero el Ministerio de Defensa británico publicaba en su actualización diaria que el Grupo Wagner continuaba su avance hacia Bakhmut, alcanzando en esa fecha el enclave de Krasna Hora.
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El Grupo Wagner se proyecta internacionalmente, esa es una de sus claves. Además, su principal líder, Yevgueni Prigozhin, ha sabido cotizar su papel dentro de la elite rusa gracias a las compañías que dirige. Además de esta PMC, está detrás de la fábrica de trolls a la que se le acusa de ser responsable de alterar las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016. La invasión de Ucrania también ha dado muestras de Prigozhin como una figura importante: sin formar parte de la élite política ni del círculo del Ministerio de Defensa, a este oligarca lo señalan como adalid, junto al líder checheno Kadirov, de la vertiente más nacionalista rusa, la cual clama por acciones más extremas en la guerra. También es significativo el enfrentamiento que Prigozhin mantiene con ciertas personalidades del Ministerio de Defensa, y cuyas tensiones entre 2017 y 2018 coinciden con varias operaciones de estrepitoso resultado de la compañía.
Las fricciones entre Prigozhin y la cúpula del Ministerio de Defensa ruso dejan entrever que las estructuras de poder del país se sustentan bajo el poder vertical gestado por Vladimir Putin. Por un lado, la cúpula de altos cargos del Gobierno y militares del Ministerio de Defensa; por otro, el círculo de oligarcas que sustentan el poder económico y que conforman el círculo de confianza del líder. Es en este contexto de contrapeso de fuerzas en el cual el Grupo Wagner se ha visto fortalecido por su utilidad, pero que también supone su mayor amenaza al basar su poder en las conexiones de su promotor. Tales conexiones políticas y sus lazos empresariales son factor diferencial del Grupo Wagner, y la razón principal de la amplitud y la rapidez de acceso a recursos sin precedente. Son precisamente las conexiones de Prigozhin con el máximo mandatario ruso, y su estela de actividades coercitivas, lo que ha llevado a Occidente a someter a sus empresas a sanciones e imputar al propio oligarca.
El Grupo Wagner no forma parte de la estructura oficial del Estado ruso, sin embargo, es un elemento de la política exterior de Moscú. El Gobierno ruso no controla directamente al grupo, pero sí está detrás de sus objetivos. Es así que la comunión entre las operaciones de Wagner y los intereses del Kremlin nunca ha dado muestras de desligarse. El Grupo Wagner ha servido – y sirve – como instrumento del Kremlin para proyectar su influencia; una extensión no oficial del poder estatal ruso que concentra muchas de sus capacidades. A través de esta compañía, Moscú puede indirectamente obtener recursos naturales, influir en políticas nacionales – y regionales – y ampliar su agenda de socios estatales y no estatales en diferentes puntos del planeta. En cada escenario en el cual se ha implicado el Grupo Wagner sus objetivos coinciden con el enfoque de Moscú. Éste es un mantra que no falla si se sigue la pista de las actividades de la organización por diferentes latitudes del globo. La guerra en Ucrania es el último ejemplo, y el más visible.
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