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«Hemos alargado la vida de los sistemas de armas más de lo aconsejable»

El general de ejército D. Fernando Alejandre Martínez, Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), ha desgranado los aspectos más relevantes en el proceso de permanente adaptación de nuestros ejércitos a los nuevos tiempos y los retos más acuciantes a los que se enfrentan las Fuerzas Armadas.

En el marco de la conferencia impartida en el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, bajo el título de “Las Fuerzas Armadas en su proceso de continua adaptación: aspectos a afrontar a corto y medio plazo”, el JEMAD ha expuesto las ideas fundamentales que describen la situación actual que atraviesan las Fuerzas Armadas.

Recordemos que desde marzo de 2017, el general Alejandre ejerce su cargo como Jefe de Estado Mayor de la Defensa. Perteneciente a una familia de larga tradición militar, fue promovido a teniente de ingenieros en la Academia General Militar en1979. Paracaidista de corazón, ha sido alumno de la Academia de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos y del Colegio de Defensa de la OTAN. Entre sus destinos figura el haber sido profesor en la Escuela de Estado Mayor del Ejército de Tierra, Agregado Militar Adjunto en Washington y Asesor Militar del Ministro de Exteriores. Ascendido a general de brigada en 2010 y promovido a general de división como Segundo Jefe de Estado Mayor para Recursos del Supreme Headquarters Allied Powers Europe (SHAPE) en 2012. Como teniente general asumió las funciones de Segundo Jefe al Mando de la Fuerza Conjunta de la OTAN en Brunssum en 2015.

El JEMAD ha comenzado su locución destacando su compromiso a la hora de responder a las cuestiones formuladas con honestidad y lejos de las ataduras que actualmente impone lo “políticamente correcto” como así ha venido demostrando en el conjunto de sus declaraciones desde que asumiera el cargo.

Ha subrayado desde el principio el compromiso de España con la seguridad y el de las Fuerzas Armadas con la defensa. No solo desde el punto de vista estrictamente nacional, también desde el más amplio contexto internacional.

Sobre esta base y a lo largo de estos últimos años las FAS españolas han experimentado una rápida evolución que las ha capacitado para  desarrollar sus cometidos operativos en la vigilancia permanente y la defensa del territorio nacional, así como en la colaboración con países aliados y organizaciones internacionales de seguridad y defensa, orientada al despliegue de efectivos militares fuera de nuestras fronteras.

En la actualidad, aproximadamente 3.000 militares españoles se encuentran desplegados en misiones en el exterior. Dichas misiones se agrupan fundamentalmente en tres áreas: defensa del territorio aliado (al amparo del artículo 5 del Tratado de Washington; aquellas dirigidas a proporcionar estabilidad y seguridad (bajo el paraguas de diferentes organizaciones internacionales o la colaboración bilateral); y las que contribuyen en la lucha contra el terrorismo (por ejemplo en Irak, Afganistán o el Mediterráneo). A estos despliegues debemos sumar las denominadas “Operaciones Permanentes” de defensa aérea, de seguridad y vigilancia marítima, de presencia y vigilancia terrestre y también de vigilancia del ciberespacio. En suma hablaríamos de unos 10.000 efectivos en operaciones.

El general Alejandre ha destacado el alto grado de profesionalización y la “todavía elevada operatividad de nuestras unidades”, poniendo especial énfasis en los genuinos valores que definen a los militares españoles, asegurando que los españoles podemos estar seguros de contar con unas Fuerzas Armadas que son “instrumento eficaz del Estado y que contribuyen a la seguridad nacional y la defensa de los intereses de España en cualquier momento y en cualquier lugar”.

Las Fuerzas Armadas españolas están preparadas para responder a los retos que traen los nuevos tiempos. No obstante y tal y como ha afirmado el propio JEMAD, no debemos llevarnos a engaño.  Existen determinados sectores de la sociedad que cuestionan la necesidad de unas Fuerzas Armadas y de una firme defensa nacional, poniendo en duda su necesidad de existir. Frente a tales creencias, convendría recordar que las Fuerzas Armadas constituyen la única herramienta del Estado que disuade y en última instancia combate.

La falsa sensación de seguridad que nos proporciona nuestra ubicación geográfica, o la UE, pueden llevar a algunos a poner en duda la necesidad de unas Fuerzas Armadas nacionales. Dicho planteamiento constituye una falacia no solamente a ojos del JEMAD, quien ha afirmado que “España no sería segura, si no fuera fuerte” y que en el entorno estratégico actual, sembrado de múltiples y complejos riesgos que amenazan nuestra seguridad, “España necesita unas Fuerzas Armadas dinámicas, flexibles, adaptables, no complacientes, no acomodaticias, no confiadas, sino capaces y modernas, disponibles y preparadas”.

Bajo esta premisa, solamente contando con unos ejércitos plenamente equipados y preparados seremos capaces de garantizar nuestra seguridad y más aún nuestra libertad. Sin embargo, no conviene llevarnos a engaño, por el momento no contamos con esos ejércitos plenamente dotados y preparados.

La Estrategia de Seguridad Nacional, decía el JEMAD, subraya que la defensa nacional constituye una política de estado, lo cual significa que sus grandes ejes deben girar con independencia del color político. En otras palabras, debe existir un consenso entre los partidos políticos a la hora de dotar a las Fuerzas Armadas de medios y recursos para renovarlas, revitalizarlas y mantenerlas en el nivel propio de un país como es España. No solo por su posición estratégica, su potencial económico o su legado histórico, sino también por el hecho de mantener una cierta relevancia a nivel mundial.

España no invierte lo que debería en materia de seguridad y eso ha llevado a nuestras Fuerzas Armadas a una difícil situación. Primero trataron de ajustar el paso a las difíciles condiciones generadas por la costosa y duradera crisis económica a la que se vio sometido el país en su conjunto. Asumieron con realismo su posición y las cotas a las que podían aspirar. Gracias a ello se ha mejorado la eficiencia y tal y como acertadamente ha expuesto en distintas ocasiones el general Alejandre “hemos estrujado hasta el último euro, alargando la vida operativa de materiales y sistemas de armas más de lo aconsejable”. Pero todo tiene un límite y más allá del mismo se pone en riesgo la operatividad y la capacidad de las Fuerzas Armadas para continuar realizando sus misiones.

Revertir ese peliagudo escenario requiere, según el JEMAD, hacer frente a tres grandes retos. El primero tiene que ver con la reducción de recursos financieros a la que se han visto sometidas las Fuerzas Armadas. La dotación de medios exige un equilibrio entre inversión y necesidades, entre adquisición de capacidades y sostenimiento de las mismas. En este sentido la única manera de afianzar el planeamiento de defensa pasa por alcanzar políticamente un consenso en materia de inversión en Defensa que garantice una financiación suficiente, previsible, estable y acorde a las necesidades de las Fuerzas Armadas, situando además la cuestión fuera de la política partidista.

El segundo reto hace referencia a la “falta de Cultura de Defensa”. Existe entre la sociedad una escasa o nula inclinación a relacionar bienestar social con inversión en defensa. El JEMAD ha resumido la importancia de este factor con una frase, a mi juicio muy acertada: “una sociedad que no sabe defenderse, ni proteger sus intereses y valores es una sociedad llamada al fracaso”. Resulta particularmente difícil trasladar a la ciudadanía la trascendencia de las operaciones, no por falta de empeño por parte de la institución armada, sino más bien en la medida de que no siempre estamos dispuestos visualizar los beneficios que nos reportan y a profundizar en el sentido de las mismas alejándonos de la simplificación o el reduccionismo imperante, mostrándonos ajenos y despreocupados en los asuntos relacionados con nuestra propia seguridad.

El tercer desafío que ha señalado el general Alejandre pasa por “continuar la adaptación al mismo tiempo que se mantiene la operatividad. Una adaptación realista al nuevo entono, cuyo eje fundamental es la renovación constante, gradual e intencionada, pero permanente en aquellos elementos que se consideren esenciales para adecuarse al contexto actual y futuro. La verdadera trascendencia de estos cambios no obedece exclusivamente a los avances tecnológicos. Se basa principalmente en la velocidad con la que seamos capaces de reconocer un problema, articular una respuesta coherente y organizar un equipo capaz de traducirla en acciones apropiadas en tiempo lugar y forma.


Analista especializado en el entorno de la información y Defensa.

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