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La brutal represión en Myanmar supera las 540 pers...

La brutal represión en Myanmar supera las 540 personas asesinadas.

Miles de manifestantes han alzado sus voces para protestar por el reciente golpe de estado militar y  en contra de la brutal violencia que se está cebando con la población civil. Desde que los militares tomaran el poder, la dramática escalada de violencia en las calles del país ha dejado a su paso más de 543 muertos y la brutalidad de las fuerzas de seguridad ha conmocionado a la comunidad internacional. En solamente un día 140 civiles perdieron la vida.

Las fuerzas de seguridad reprimiendo con munición real y gases lacrimógenos a los manifestantes en Ragún/EFE

El pasado 1 de febrero la democracia sufría un duro revés en Myanmar cuando las  conocidas como Tatmadaw, fuerzas armadas del país, se hicieron con el poder con el general Min Aung Hlaing a la cabeza. Los resultados de las últimas elecciones generales, celebradas el 13 de noviembre, y que se saldaron con la victoria de la  Liga Nacional para la Democracia encabezada por Aung San Suu Kyi, presagiaban lo peor. A pesar de que los militares, que hasta 2012 habían gobernado Myanmar durante los últimos 50 años, todavía ocupaban posiciones destacadas en el gabinete, la derrota electoral difícilmente iba a ser tolerada.

Se ha declarado el estado de emergencia e impuesto la ley marcial en amplias zonas del país, lo que posibilita que los manifestantes detenidos puedan ser juzgados en tribunales militares. Las elecciones fueron tildadas de fraudulentas por parte del ejército, que rechazó los resultados, a pesar de que los observadores internacionales no detectaron indicios de fraude.

El golpe desencadenó un estallido extraordinario de protesta y oposición popular. Manifestaciones que comenzaron con los residentes golpeando ollas y sartenes desde los balcones de sus hogares y que han terminado por convertirse en protestas callejeras masivas. Imágenes satelitales muestran enormes concentraciones de personas que se reúnen pueblos y ciudades por todo el país, pintando inmensos murales que pueden ser vistos desde el cielo y en los que puede leerse sus reivindicaciones: “Queremos democracia”; “Salvemos Myanmar”.

El levantamiento popular recuerda a las movilizaciones del año 1988 contra el régimen militar que dejó una cifra dramática de víctimas superando el millar. Al igual que entonces la respuesta militar para acallar las protestas pacíficas está siendo terrible: una represión brutalmente violenta, en la que se hace uso de la tortura y el secuestroataques contra hogares y hospitales que atienden a manifestantes heridos; y personas en , cuyos familiares desconocen la suerte que han corrido sus seres queridos.

Mural pintado por manifestantes de Myanmar capturado vía satélite/Maxar

Los manifestantes piden que los militares renuncien al poder y exigen la liberación de Aung San Suu Kyi, ganadora de las elecciones y merecedora del Premio Nobel de la Paz. Suu Kyi fue detenida por los golpistas durante los primeros compases del alzamiento y desde entonces se encuentra en paradero desconocido, acusada de incitar al miedo y a la alarma social, violar las regulaciones sobre la seguridad de COVID-19 y poseer seis walkie-talkie que estarían prohibidos en virtud de la ley de telecomunicaciones. En caso de que fuera declarada culpable podría enfrentarse graves penas de prisión y perdería el derecho a participar en unas futuras elecciones.

La feroz represión por parte del ejército continúa y hasta el momento más de 543 personas han perdido la vida y más de 2.741, incluidos algunos periodistas, han sido detenidos violentamente por parte de las fuerzas de seguridad. Apenas diez días después de hacerse con el poder, los golpistas anunciaron su primera orden dirigida a medios de comunicación y periodistas. Se trataba de la prohibición expresa a la hora de usar conceptos como “golpe”, “régimen” y “junta” para describir la toma del gobierno por parte del ejército. La desobediencia por parte de la inmensa mayoría de profesionales de la comunicación tuvo como consecuencia un cambio de táctica: acabar con cualquier forma de libertad de expresión.

Al menos 56 periodistas han sido arrestados,  se han bloqueados medios digitales y la red de datos móviles ha sido interrumpida. Entre las víctimas también hay que lamentar el asesinato de tres reporteros gráficos que habrían perdido la vida mientras intentaban cubrir las manifestaciones.

La persecución contra periodistas profesionales ha hecho que muchos jóvenes hayan tomado el testigo haciendo uso de las redes sociales en Myanmar para mostrar al mundo la terrible situación que se está viviendo en las calles. Estos “CJ” (Ciudadanos Periodistas, por sus siglas en inglés) arriesgan sus vidas tratando de documentar la brutalidad del ejército. Las fotografías y los videos grabados por sus teléfonos han inundado internet en los últimos días.

Por si no fuera suficiente, Myanmar enfrenta una cruda crisis económica, acentuada ahora por el incremento en los precios de los alimentes y el combustible a raíz del golpe. No bastando con ello, los intereses chinos en el país también parecen estar jugando un papel  entre bambalinas y hay voces que apuntan a un posible apoyo al golpe militar desde la sombra, con el fin de salvaguardar y reforzar sus intereses comerciales en la región.

¿Quién es quién?

El general en jefe de Myanmar, Min Aung Hlaing/Getty

El general Min Aung Hlaing (64 años), estudió derecho en la Universidad de Yangon de Myanmar antes de unirse al ejército en 1974. Se convirtió en comandante de la Oficina de Operaciones Especiales en 2009 y fue nombrado jefe de gabinete conjunto en 2010. Min Aung Hlaing fue ascendido a jefe militar en 2011, el mismo año en que terminó la junta militar y fue reemplazada por un gobierno de transición. Sin embargo, el general se aseguró de que el Tatmadaw conservara el poder, con el 25% de los escaños del parlamento y puestos importantes en el gabinete.

En 2018 una misión de investigación independiente de la ONU instó a su enjuiciamiento y al de otros altos funcionarios militares por genocidio de musulmanes rohingya en los estados de Rakhine, Kachin y Shan en Myanmar. El informe también acusaba a Aung San Suu Kyi de no usar «su posición de facto como Jefa de Gobierno, ni su autoridad moral, para detener o prevenir los acontecimientos” que se desarrollaron en el estado de Rakhine».

Suu Kyi (75 años), es hija del general Aung San, un oficial militar birmano reconocido como el fundador del Tatmadaw, los mismos que hoy la retienen por la fuerza, y un ícono revolucionario popular que ayudó a Birmania a obtener la independencia de Gran Bretaña a fines de la década de 1940. Fue asesinado en 1947, cuando Suu Kyi tenía 2 años. Su madre era Daw Khin Kyi, embajadora de Myanmar en India.

El presidente Barack Obama y la líder prodemocrática de Myanmar, Aung San Suu Kyi/Getty

Suu Kyi estudió en la Universidad de Oxford en Inglaterra (1960).  En 1988, regresó a Myanmar, inundada de protestas políticas y terminó liderando el movimiento por la democracia. Pasó casi 15 años bajo arresto domiciliario entre julio de 1989 y 2010 por sus esfuerzos por poner fin al régimen militar.

Su partido político, la Liga Nacional para la Democracia, obtuvo victorias electorales en 2012 y 2015. Debido a que sus hijos eran considerados ciudadanos extranjeros según la ley de Myanmar, Suu Kyi no pudo convertirse en presidente.

Sin embargo, su imagen pública comenzó a enturbiarse en 2016, cuando el ejército inició una represión masiva contra los musulmanes rohingya, minoría étnica en el país. Miles de personas se vieron obligadas a huir y Suu Kyi fue severamente criticada por su inacción. En 2019, ante la Corte Internacional de Justicia defendió que en Myanmar no existía la persecución contra los rohingya. Suu Kyi continúa gozando de gran popularidad en Myanmar, donde se la conoce como «La Dama».


Analista especializado en el entorno de la información y Defensa.

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