La OTAN, 70 años después

El próximo 4 de abril la OTAN conmemora el 70 aniversario desde que se firmase el Tratado del Atlántico Norte en 1949. A lo largo de 2019, multitud de países conmemorarán su adhesión a la Alianza, no así España, cuya incorporación se remonta al año 82. No obstante, en ese primer momento la participación española en el marco de la Alianza distaba de la actual y no llevaría aparejada su incorporación a la estructura militar integrada. Para ello, tendríamos que esperar al año 1999, momento en que culminó la plena incorporación en el marco militar de la organización.

Muy recientemente tuve la oportunidad de escuchar al Secretario General Adjunto para Asuntos Políticos y de Seguridad de la OTAN, Alejandro Alvargonzález San Martín, durante una conferencia impartida precisamente con motivo de los 70 años que cumple la organización y que contó con la asistencia de otras importantes personalidades del ámbito de la Defensa.

Para aquellos que defendemos la participación española en el marco de la Alianza Atlántica, el acto supuso una lección magistral de la trayectoria de la organización y un análisis preciso, al menos a mi juicio, en torno a la situación actual que atraviesa, así como alrededor de los factores y actores determinantes en momentos.

En aras de entender los cambios a los que desde hace algún tiempo nos enfrentamos, y que obedecen entre otras causas a una globalización “perpetua” de la que todos somos participes y por ende responsables, resulta acertada e ilustrativa de dicho concepto, la comparación que contraponía el tiempo empleado por Juan Sebastián Elcano en circunnavegar el globo y el que emplearíamos cualquiera de nosotros en la actualidad, constatando de esta forma que todo y todos estamos más cerca, que los avances tecnológicos nos obligan irremediablemente a experimentar una época en la que gradualmente todo espacio mengua.

Todos coincidiremos con, o cuanto menos deberíamos ser conscientes del alcance de esa afirmación que viene a decirnos que “hoy en día no hay nadie tan lejos que no nos pueda escuchar”, con todo lo que ello conlleva. No es de extrañar por tanto que dicha inmediatez lleve aparejada una mayor interacción y esta a su vez incremente las probabilidades de fricción en lo que apropiadamente el Secretario General Adjunto bautizaba como un cambio de era.

Es cierto que bajo este panorama la seguridad cobra un valor en alza y que con sus aciertos y errores, también con sus carencias la OTAN continúa, en mi opinión, representando el valor más seguro, la herramienta más exitosa en materia de seguridad internacional.

La realidad es hoy multicultural, las fronteras se han vuelto más permeables, los estilos de vida de unos y otros llegan a cualquier rincón del mundo, pudiendo ser apreciados como algo positivo, en cuyo caso pueden llegar a convertirse en reclamos totalmente comprensibles, o en su vertiente negativa en cuyo caso podrían ser considerados como algo ofensivo, atendiendo por ejemplo a la disparidad de riqueza.

No podemos ignorar que en la competición global, sea cual sea el ámbito, hay quienes no siguen las reglas del juego y que aquellos que las respetan parecen perder la partida de la influencia, del poder en definitiva. Sin embargo, las consecuencias de todo ello también son, y tal vez hoy más que nunca, compartidas.

El nuevo terrorismo, más indiscriminado que nunca, más agresivo y capacitado para la lucha física o virtual, milímetro a milímetro más cerca de las temidas armas de destrucción masiva, hasta el punto de haber sometido temporalmente un amplio territorio donde ha sido capaz de imponer su visión y su propia ley “con derecho de vida y muerte”. Hoy lo llamamos DAESH ¿a quién nos referiremos mañana?

La democracia avanzada que ganó la batalla a la Guerra Fría, fue vista por algunos como la panacea occidental que se extendería globalmente. Los menos se preguntaron por el precio que había pagado, por ese desgaste que se deja notar con los años, días después de una carrera de resistencia, esa debilidad de la que es preciso ser consciente para reunir una vez más el vigor necesario para hacer frente a los nuevos retos.

Estoy de acuerdo con la idea de que esa comodidad que disfrutamos y la seguridad que se nos garantiza podrían llevarnos ingenuamente a pensar que la democracia se basta por sí misma para enfrentar las recientes dificultades, eso significaría bajar los brazos, algo sencillo para quién jamás los ha levantado o para quien nunca lo harían, delegando en otros esa clase de responsabilidad a la que ronda el peligro.

La defensa es en definitiva necesaria a todos los niveles, incluso cuando uno no siente el peligro. Tal vez en ese momento más que en ningún otro. En esa tesitura nos encontramos, y hago mío ese concepto de nuevo cuño que refleja como resulta notablemente más sencillo vivir como un “utópata” o bien desde el victimismo y la superioridad moral mientras otros aprovechan las bondades de nuestra democracia, permitiendo a cualquiera esgrimirla, hasta el punto de situarla por encima de la ley pero ignorando que es precisamente esta, el fundamento esencial de la propia democracia.

Durante la locución recordaba aquella  máxima yihadista que dice lo siguiente:

“Os  conquistaremos con vuestras leyes y os someteremos con las nuestras”


Analista especializado en el entorno de la información y Defensa.

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