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Reservistas, el juguete roto de las Fuerzas Armadas

Observatorio CISDE

El año en curso debería ser de celebración y alegría para el colectivo de reservistas voluntarios españoles. El próximo mes de diciembre se cumplen diez años de la creación de una reserva militar activable, compuesta por voluntarios, de todas las provincias, todas las regiones y todas las profesiones. Este modelo fue implantado por el ministro de Defensa, Federico Trillo y la primera convocatoria se produjo en 2003. El reservista voluntario es un español que haciendo uso de su derecho a defender España, se vincula libre y voluntariamente a las Fuerzas Armadas durante periodos cortos de activación. Con el lanzamiento de esta nueva reserva voluntaria nuestro país, venía a homologarse a la mayoría de las naciones de su entorno, dotándose de un contingente que, en caso de necesidad, podía ser llamados a filas inmediatamente. Desde el primer momento, se describió al reservista voluntario como “puente” entre la milicia y el resto de la sociedad española, una suerte de embajador de las Fuerzas Armadas.

Y sin embargo, diez años después, la reserva militar de voluntarios vive uno de los momentos de mayor desintegración y desmoralización entre sus miembros. La crisis económica ha reducido drásticamente las (ya de por sí cortas) activaciones; las convocatorias han menguado a cifras simbólicas; no se les ha renovado ni una sola vez el uniforme; no reciben condecoraciones; no tienen una conciencia clara de contribución a la Defensa Nacional; no reciben información alguna del Ministerio; apenas se les menciona en los medios de comunicación dependientes de Defensa; no se les forma adecuadamente; no se han puesto en marcha los prometidos programas de apoyo a los empleadores de reservistas. Se van sucediendo los ministros que demuestran ignorarlos; ya que ninguno de ellos ha presidido jamás una Jura de Bandera o un acto de reservistas. Los voluntarios están ausentes del discurso político oficial.

No es de extrañar, pues, que los reservistas que llegaron a alcanzar los casi 6.000 hombres y mujeres, se dan de baja a un ritmo tan alto que las nuevas incorporaciones no lo pueden compensar. Alguno piensa que esto es justo lo que se pretende, acabar con ellos «por la puerta de atrás». Un contingente que hubiera sido la envidia de cualquier buen líder con ideas,  está hoy menguando y desmoralizado por una mezcla de desilusión, hartazgo e inoperancia de la Administración.

Esta falta de interés del Ministerio de Defensa resulta muy dolorosa para los reservistas voluntarios. Se trata de un colectivo admirador de las Fuerzas Armadas, de sus valores y de su dedicación, que descubre con asombro los defectos menos conocidos de la institución: indiferencia, inmovilismo, burocracia. Se tiene la sensación generalizada de que los reservistas lejos de ser una prioridad, son «un invento» y que es mejor dejar languidecer el modelo.

La figura del reservista voluntario no goza de gran prestigio ni reconocimiento unánime en el seno de las Fuerzas Armadas. Al contrario, muchos militares del componente activo (que sudaron en su día sus divisas y galones) recelan al comprobar cómo los reservistas reciben empleos de oficial o suboficial con una «formación militar exprés», por muy competentes que sean en el ámbito civil. Tampoco ha ayudado la implantación del régimen de ascensos de los reservistas (el más restrictivo de la OTAN, dicho sea de paso), que fue aprobado mediante la Ley de la Carrera Militar en 2007 y regulado mediante real decreto en 2011. Muchos militares de carrera no lo han entendido y lo  consideran un agravio comparativo, poco menos como si se les “regalan estrellas y galones por quince día des instrucción y varias semanas de activación”; es decir sin el menor mérito militar para ello. Los fugaces periodos de instrucción y adiestramiento, les coloca como “outsiders” a ojos “de los militares verdad”.

La gota que colma el vaso
La gota que ha colmado el vaso se ha producido cuando a finales de febrero de este año, 15 reservistas voluntarios han sido expulsados de las Fuerzas Armadas por errores burocráticos completamente ajenos a ellos. El Ministerio de Defensa mandata que la solicitud de renovación tiene que producirse tres meses antes del vencimiento del compromiso, pero a la vez son sus propias Subdelegaciones provinciales las responsables de citar a los interesados, con al menos cuatro meses de antelación. Se ha dado el caso de que se ha citado a reservistas fuera de ese plazo, con lo que sus solicitudes se han denegado. Es decir, Defensa incumple sus propios plazos y echa a los interesados.

La estupefacción e indignación de los afectados no conoce límites. “Es tan absurdo como dedicarte a maltratar a tu propio club de fans», dice un afectado. «Con la ilusión que tenía y ahora me tengo que dedicar a perder mi tiempo y esfuerzo con recursos y abogados», dice otro. 

Posiblemente, los interesados recurran jurídicamente y sean readmitidos, pero es fácil entender que para un reservista, que ya sacrifica su tiempo y el de su familia; este tipo de sobresaltos no le ayudan a sentirse querido y con la moral alta. Algunos opinan que es mucho mejor eliminar la reserva de voluntarios que mantenerla a miles de ellos en una lista sin que éstos puedan sentirse realmente integrados «porque esto va de mal en peor.

Ante este panorama, los reservistas han soportado estoicamente la adversidad o sencillamente se han ido. El reclamar mejores condiciones es contrario a la tradición del soldado español, pero surgen voces que alertan sobre la descomposición del sistema. La Asociación ARES de Reservistas Españoles (que carece de carácter reivindicativo aunque sí consultivo) se muestra extraordinariamente preocupada por estos últimos acontecimientos y ha remitido una circular a sus socios, recomendando que estén especialmente pendientes para reclamar que se les cite para las renovaciones, aunque no les corresponda hacerlo ni tampoco dependa de ellos que se les llame. 

Otro problema grave que se da este año es que si el Ministerio de Defensa se niega a activar a reservistas en 2013, muchos perderán su condición, porque la ley dice que han de ser activados, al menos, una vez por trienio. Algo que con la crisis no se ha dado. Muchos afectados por esa situación están intranquilos.

Modelo agotado
Algunos observadores opinan que el actual modelo de reserva militar del que se ha dotado España está totalmente agotado. El sistema entró en letargo tras la eliminación de la Oficina General de Reservistas, que estaba al mando de un General de División y que se dedicó a impulsar la reserva voluntaria durante sus primeros años. La realidad es que, una vez creada la reserva militar por el ministro Federico Trillo, sus sucesores no han hecho nada por impulsar este complemento imprescindible de la seguridad nacional. Y buenos ejemplos no faltan en otros países. La idea inicial de integrar a los reservistas en unidades (de retaguardia), no sólo no resulta útil sino que parece generar recelos.

Ninguno de los sucesivos ministros: José Bono, José Antonio Alonso, Carmen Chacón o Pedro Morenés han llevado a cabo medidas de impulso o mejora. Tampoco la crisis es excusa, ya que tampoco han presidido actos de reservistas, ni los han homenajeado, ni los han recompensado por su entrega (recordemos que presidir, agradecer y condecorar, no cuestan dinero).

Otras naciones no concebirían carecer de una reserva militar movilizable y bien adiestrada. En España, está pasando y nadie parece preocuparse lo más mínimo. Los reservista voluntarios apenas reciben formación militar de partida, tienen escasísima formación y su contribución durante un puñado de días al año no resulta práctico o instructivo ni para ellos ni para las unidades que los acogen. En nuestro caso, si el modelo no está agotado, sí se ha malogrado.

Embajadores maltratados
Resulta poco inteligente que un grupo de varios miles de profesionales que serían los mejores embajadores de las Fuerzas Armadas y de la Cultura de la Defensa, realmente hayan sido descuidados de una manera tan palmaria. Como a menudo dice el presidente de ARES, Santiago Carrasco Díaz-Masa, “los reservistas voluntarios no tienen por qué preocuparse tanto de lo que piensen de ellos las Fuerzas Armadas; al contrario, las Fuerzas Armadas deberían preocuparse, y mucho, de lo que piensan de ellas los reservistas voluntarios”.

Los reservistas voluntarios serían la mejor influencia que las Fuerzas Armadas podrían tener en todos las capas de la sociedad si se les tuviera mínimamente en consideración. Un colectivo completamente fiel y leal del que España debe sentirse orgullosa ¡y demostrarlo!


Doctor en Ciencias Sociales por UDIMA. MBA por la Henley Business School (Reino Unido). Máster Oficial en Seguridad, Defensa y Geoestrategia por la UDIMA. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra. Fundador y Presidente de CISDE. Director general de SAMU. Numerario de la Academia Andaluza de la Historia.

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