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La Guerra de las Naranjas: el conflicto impuesto por Napoleón

Por G.B. D. Agustín Alcázar Segura (R).

LA GUERRA DE LAS NARANJAS (1)

Introducción
Una de las quejas que Francia esgrimía ante el gobierno español era la resistencia opuesta por nuestro Secretario de Estado, Manuel Godoy, a la acción contra Portugal, prevista en uno de los artículos secretos del Tratado de San Ildefonso de 18 de Agosto de 1796 (2), lo que en los últimos tiempos se había hecho apremiante a causa del creciente apoyo que la escuadra inglesa encontraba en los puertos lusitanos, donde sus buques de guerra se refugiaban y avituallaban para atacar a las naves españolas y francesas.

Entre las razones por las que España se resistía a actuar contra Portugal destaca el que la infanta Doña Carlota Joaquina, hija mayor de nuestros Reyes, estaba casada con el príncipe D. Juan, regente del reino por incapacidad de su madre la reina Doña María, y por lo tanto se oponían a toda intervención que pudiera perjudicar los intereses de su yerno.

Fiel intérprete y ejecutor de los deseos de sus soberanos, Godoy, el Príncipe de la Paz llegó a concertar en París, el 10 de Agosto de 1797, un tratado de paz entre los representantes franceses y lusitanos, en virtud del cual, éstos se comprometían a no admitir en sus puertos más de seis navíos de guerra británicos y a conceder un trato de favor a las mercancías procedentes de Francia.

No obstante Portugal, bajo la presión diplomática inglesa, se negó después a ratificarlo, por lo que las negociaciones franco-lusitanas quedaron definitivamente rotas el 26 de Diciembre de 1797, y el Directorio volvió a exigir de España, con carácter perentorio, la intervención armada en el reino vecino.

Ocupado en otros Teatros de Operaciones, Napoleón dejó momentáneamente de lado el asunto portugués, hasta que el 1 de Octubre de 1800 se firmó el que sería conocido como el Tercer Tratado de San Ildefonso, para distinguirlo de los firmados en 1777 y 1796. El General Berthier, embajador extraordinario en España, traía el encargo de instar a nuestros reyes a declarar la guerra a Portugal; sin embargo, nuestro gobierno se limitó a vagas promesas de intervención política o militar en el vecino reino.

Para llegar a un acuerdo sobre el asunto, Francia nombró nuevo embajador en España a su hermano Luciano, quien si tuvo éxito en las negociaciones, firmando el 29 de Enero de 1801, entre otros un acuerdo para invadir Portugal.

En virtud del mismo, el monarca español debía intimar al príncipe regente de Portugal a separarse totalmente de su alianza con Inglaterra, franquear sus puertos a los navíos franceses y españoles, cerrarlos a los británicos, y entregar a nuestra patria una o más provincias, como prenda de la restitución de las islas de Trinidad, Malta y Menorca.

Como era de esperar, el gobierno lusitano se negó a aceptar las proposiciones de nuestro monarca, que se vio obligado, así, a declararle la guerra el 27 de Febrero de 1801.

Una guerra breve
El ejército español destinado a operar en Portugal constaba oficialmente de 60.000 hombres, divididos en tres Cuerpos: uno de 20.000 hombres, desplegado en la línea del Miño; otro de 10.000, a lo largo del bajo Guadiana, frente a los Algarbes, y el tercero de 30.000, concentrado en la región de Badajoz, a las inmediatas órdenes del Príncipe de la Paz, designando como Jefe de Estado Mayor al general don Tomás de Morla (3).

Godoy dio plena libertad de acción a su Jefe de Estado Mayor, el cual tuvo serias dificultades en la incorporación de la artillería a la campaña de Portugal. El propio Godoy lo explicaba en sus Memorias: «Todo estaba listo menos la Artillería y el material de trenes de campaña, que llegaban a duras penas, tirada en parte aquélla hasta por bueyes. Los almacenes se llenaban: caballos, mulas y jumentos, no importaba lo que fuese en siendo pronto, nos traían la abundancia y afluían de todas partes…».

Efectivamente, a la nueva artillería ligera le faltaba infraestructura de base, como era el ganado para desplazarla y la falta de recursos económicos para llevar adelante la campaña. De hecho, tuvieron verdaderos problemas para formar en el ejército de Extremadura un tren de artillería completo; hasta el mes de Mayo no lograron comunicar al Ministro de la Guerra que lo habían conseguido (4).

En cuanto al Cuerpo Auxiliar francés, hasta el 12 de Mayo no llegaron a Ciudad Rodrigo sus primeros elementos, pero antes de que se reuniera la totalidad del mismo, Godoy decidió iniciar las operaciones, invadiendo el Alemtejo el día 20, conquistando las plazas de Olivenza y Juromenha y bloqueando las de Elvas y Campo Mayor.

Fue en Elvas donde tuvo lugar el episodio que había de dar nombre a esta guerra: En los mismos fosos de la fortaleza existían unos huertos de naranjos; y cinco de nuestros soldados, afrontando el fuego del enemigo, arrancaron algunas ramas cargadas de fruto, que entregaron al Generalísimo Godoy, quien se las envió a su vez a la Reina con una sencilla carta.

Del 23 al 25, Santa Eulalia, Barbacena y San Vicente cayeron en poder de nuestras tropas, que el día 29 obtuvieron en Arronches una decisiva victoria sobre los portugueses, ocasionándoles numerosas bajas y capturándoles varios centenares de prisioneros, con pérdidas mínimas por nuestra parte. A consecuencia de tan señalado triunfo fueron ocupadas, el 1 de Junio: Assumar, Alegrete y Portalegre. El día 2, se conquistó también la fortaleza de Castelo da Vide. El 4, se  conseguían nuevos éxitos en Flor de Rosa, Crato y Aldea de Alata, donde se rindió un brigadier portugués con numerosos oficiales y soldados, y se capturó un copioso botín de armas, municiones y pertrechos de todo orden. Los restos del ejército lusitano se replegaron en desorden hacia Abrantes, abandonando a su suerte las plazas de Campo Maior y Ouguela, que capitularon ante nuestras fuerzas el día 6.

Así pues, de los tres Cuerpos organizados, tan solo el de Extremadura entró en acción.

Desde hacía varios días se habían iniciado negociaciones para una suspensión de hostilidades, entre el ministro portugués Pinto de Sousa, de una parte, y Godoy y Luciano Bonaparte de otra, llegándose por fin a firmar en Badajoz, el 8 de Junio, las bases de dos tratados de paz: de Portugal, con España y Francia, respectivamente.

Por lo que se refiere a nuestra Patria, las condiciones pactadas fueron, en esencia, las siguientes: Portugal se comprometía a cerrar sus puertos a las naves inglesas, a ceder a España la plaza de Olivenza y su distrito, a no permitir depósitos de contrabando a lo largo de nuestras fronteras, y a pagar indemnizaciones por los daños causados, así como los gastos ocasionados por sus tropas durante la guerra de los Pirineos, que aún quedaban por satisfacer; a cambio se le devolverían nuestras restantes conquistas, y nuestros Reyes garantizarían al príncipe regente del vecino reino la conservación íntegra de sus dominios, sin excepción ni reserva alguna.

Para solemnizar la rápida terminación de la campaña, nuestros reyes se trasladaron a Badajoz, donde revistaron las tropas y ratificaron (el 6 de Julio) el tratado de paz con Portugal.

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(1) SERVICIO HISTÓRICO MILITAR. ESTADO MAYOR CENTRAL DEL EJÉRCITO. Guerra De la Independencia (1808-1814).Antecedentes y Preliminares.  Vol. I. Madrid 1966. pp 152 a 191.
(2) El tratado de San Ildefonso de 1796 fue una alianza militar firmada entre España y Francia en 1796, en el marco de las guerras napoleónicas. Según los términos del acuerdo, ambos estados convenían en mantener una política militar conjunta frente a Gran Bretaña, que en esos momentos amenazaba a la flota española en sus viajes a América.
(3) El 20 de Marzo el general Morla se desplazó a Madrid para iniciar los preparativos de la invasión.
(4) HERRERO FERNÁNDEZ QUESADA, María Dolores y tres más: Al pie de los cañones, La Artillería española. ED. Tabapress. Madrid, 1993. pp 182 a 185.


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