GB. Agustín Alcázar Segura (R).
Si bien la venida de Roma a Hispania no tuvo, inicialmente, otra finalidad que la de impedir el refuerzo de los ejércitos de Aníbal con mercenarios iberos, doce años de presencia en nuestra Península le hicieron ver que había otros muchos motivos para perpetuarse entre nosotros, como fueron[1]:
- Consecución de nuevas fuentes de aprovisionamiento y consumo a fin de mantener una política ya en claro proceso expansionista e imperialista.
- Necesidad de situar el excedente de capitales romanos, ya que la Roma de finales del siglo III rebasaba el estricto marco financiero local de épocas anteriores.
- Presunta abundancia de metales preciosos, dados los aportes hechos por Escipión que anunciaban una fuente ingente de recursos.
- Fuente provisora de buenos soldados para sus empresas bélicas, de lo que habían tenido pruebas evidentes en los contingentes reclutados tanto por los cartagineses como por ella misma.
- Riqueza agrícola, fundamentalmente cereales.
- Abundancia y valor cualitativo de las bases navales, así como la disponibilidad de elementos básicos para la construcción de barcos: madera, esparto y cordaje.
- Importancia de la situación estratégica de la Península.
Sin embargo, por encima de cualquier otra consideración, Hispania fue, al menos en aquella época, una colonia de explotación, lo que provocó constantes levantamientos de las tribus sojuzgadas, como la de los caudillos Indíbil y Mardonio, que fueron vencidos y ejecutados sin piedad.
El excesivo afán recaudador estuvo detrás de la mayor parte de estos levantamientos, como lo demuestran las ingentes cantidades de plata y oro que los sucesivos mandatarios romanos llevaron a su capital. Así, Publio Cornelio Escipión regresó a Roma con un tesoro de 14.000 libras[2] de plata, y Léntulo, en el año 200 a.C., retornó con 43.000 libras de plata y 2.450 de oro. Por otra parte se cita que los procónsules Cornelio Blasión y L. Estertinio, en el año 198, llevaron a Roma un enorme capital, estimado en 85.000 libras de plata y 1.500 de oro. En 195 fueron Helvetio y Minucio los que aportaron al erario romano cantidades similares. Al año siguiente, Catón recaudó en impuestos cantidades cifradas en 1.400 libras de oro, 5.000 de plata, 150.000 denarios de tipo romano y 540.000 ibéricos[3]. Finalmente, pero sin que ello suponga el cese de esta abusiva política recaudatoria, citamos a Fulvio, que tras conquistar Toledo en el 192, entraba en Roma en ovación, llevando 127 libras de oro y 12.000 de plata[4].
Al menos teóricamente, desde el año 205 Hispania estaba dividida en dos provincias romanas, Citerior y Ulterior, si bien esta partición sólo se hizo efectiva en el 197. La primera comprendía el valle del Ebro, el Nordeste peninsular y la costa levantina hasta Baria (actual Villaricos, Almería); la segunda, englobaba toda Andalucía, al Sur de la Sierra de Cazorla. Al frente de cada provincia se encontraba un pretor, responsable de su gobierno. Fuera de ellas quedaba el resto de la Península, sin ocupar ni someter[5].
La situación de rebeldía en la Península se enconaba de tal manera que, el año 195, Roma decidió enviar al Cónsul Marco Porcio Catón con un ejército integrado por dos legiones más 15.000 infantes y 800 jinetes de los aliados latinos. Al llegar a Hispania se encontró con que sólo quedaban fieles a Roma las ciudades de Ampurias y Tarragona. Catón fue el primero en penetrar en territorio celtíbero, inexplorado hasta el momento por los romanos. En un alarde de fuerza sitió a Segontia (Sigüenza), que no pudo tomar, y situó su campamento delante de Numancia, nombre que por primera vez suena en la historia de Roma. Su habilidad y la potencia de sus fuerzas le permitieron resolver momentáneamente la situación y regresar a Roma con el inmenso botín relacionado más arriba[6].
Roma dio en ese momento por concluida la guerra en Hispania, pero al año siguiente la Península entera se habría sublevado de no ser por el pretor Publio Cornelio Escipión Nasica, hijo de Cneo y primo del conquistador de Cartago Nova, que consiguió varias victorias al Norte del Ebro y aún en la Ulterior. Tito Livio cita por primera vez a los lusitanos como enemigos de Roma y relata un enfrentamiento victorioso de Escipión cerca de Ilipa (Alcalá del Río) cuando aquellos regresaban a su tierra con enorme botín, fruto de sus saqueos[7].
En los años venideros la situación en toda la Península siguió en la misma línea. Así, según Orosio, durante el año 193 los pretores Flaminio y Fulvio desarrollaron guerras muy duras y cruentas para ambos pueblos. En 192, el primero de ellos tomó Igabrum (Cabra) y Toletum (Toledo). En 189, Roma reforzó la guarnición de la Ulterior y derrotó a los lusitanos. En los años 188 y 187 se combate en la Ulterior y en el Valle del Ebro, y durante 186 y 185, dos nuevas legiones se alistan para Hispania a fin de combatir a lusitanos y celtíberos[8].
A la vista de todas estas acciones podemos deducir que, en efecto, se conseguían victorias aisladas más o menos resonantes, pero de ningún modo decisivas, porque, en el fondo, la raíz del mal estaba en el mismo carácter anual que el cargo de pretor comportaba. A poco deshonestos que fueran, a éstos les convenía una situación de agitación que motivara un estado de guerra y, con ella, la obtención de las cuantiosas cantidades de oro y plata con las que enriquecerse. Esto fue, sin duda, lo que impulsó la actuación de los responsables romanos en estos años, en tanto que los problemas locales sólo se resolvían de modo superficial y coyuntural.[9]
En esta situación se llega hasta el año 181 en el que se produjo un nuevo levantamiento al que los historiadores latinos calificaron de muy grave: había estallado la 1ª Guerra Celtibérica.
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[1] GRAN HISTORIA DE ESPAÑA:”Los romanos en la Península Ibérica”, Club Internacional del Libro, Madrid, 1994, Vol. 3, pp. 66,67 y 69.
[2] Libra: medida de peso equivalente a 453,6 gramos.
[3]TOVAR, J y BLÁZQUEZ, JM: Historia de la Hispania Romana Ed. Alianza Editorial, Madrid, 1982, pp. 36 a 44..
[4] GÁRATE CÓRDOBA, José María: “Historia del Ejército Español”, Gáficas BeCeFe SA Madrid, 1981, p.135.
[5] GRAN HISTORIA DE ESPAÑA:”Los romanos en la Península Ibérica”, Club Internacional del Libro, Madrid, 1994, vol. 3, p. 72
[6] GÁRATE CÓRDOBA, José María: “Historia del Ejército Español”, Gráficas BeCeFe SA Madrid, 1981, pp. 130 a 134.
[7] Ibidem, 134.
[8] Ibidem, 134 a 138.
[9] GRAN HISTORIA DE ESPAÑA:”Los romanos en la Península Ibérica”, Club Internacional del Libro, Madrid, 1994, vol. 3, p. 76.
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