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El nacimiento del «Espíritu de la General»

El nacimiento del «Espíritu de la General»

Por G.B. D. Agustín Alcázar Segura (R).

Como consecuencia de la necesidad de proporcionar una formación básica común a todos los oficiales del Ejército de Tierra nació en 1824, un Colegio General Militar dividido en secciones para cada una de las Armas: Infantería, Caballería, Artillería o Ingenieros.

Se designó como Director al Teniente General D. Francisco Javier Venegas y como Subdirector al Coronel Mackenna, ambos con ideas generalistas. El Colegio se estableció en Segovia, en el edificio del Alcázar, con un régimen de vida de internado y cuyo  plan de estudios duraba cinco cursos (años). El Colegio abrió sus puertas el 1 de junio de 1825.

Sin embargo, debido al interés de  las Armas y Cuerpos por formar a sus propios Oficiales, en 1826 se abrió la Academia de Ingenieros y en 1829 el Colegio de Artillería, lo que rompió el concepto del Colegio como establecimiento único.

En 1837, en plena I Guerra Carlista, la expedición del General Zaratiegui puso cerco a Segovia y se apoderó de la ciudad y del Alcázar, teniendo el Colegio que trasladarse a Madrid, alojándose en el Convento de Dominicos de Atocha y más tarde en el de Trinitarios Descalzos.
La salida del Colegio de Segovia y la prolongación de la Guerra Civil hasta 1840 diluyeron poco a poco la labor del Colegio que tardaba en formar Oficiales para el Ejército. Este motivo hizo volver  la enseñanza a los antiguos sistemas, Milicia Nacional, Compañías de Distinguidos y Cadetes de Cuerpo, revitalizando así el espíritu corporativo de las Armas.

En 1842 un Decreto del General Espartero creó el «Colegio General de Todas las Armas», que consideramos como un  nuevo proyecto de Enseñanza General. En 1844 su Director, el Conde Clonard, D. Serafín Maria de Sotto, le cambió el nombre por el de «Colegio General Militar» y lo  trasladó a Toledo. El plan de estudios se prolongaba durante seis semestres y establecía un sistema mixto de enseñanza, con un primer ciclo común en el Colegio General y un segundo específico en las Academias de los Cuerpos Facultativos.

Parecía que el problema de la formación común de oficiales quedaba resuelto pero no era así, y otra vez el individualismo de las Armas y la mentalidad política vigente consiguieron la disolución del Colegio General en R.O. de 5 de Noviembre de 1850, que no exponía razón alguna que la justificase. Casi simultáneamente nacieron los Colegios Especiales de Infantería y Caballería en Toledo y Valladolid, respectivamente, para completar la formación recibida por los alumnos en la Academia General Militar.

En 1882 un Real Decreto creaba la Academia General Militar en Toledo y proponía un perfil de carrera distribuido en dos etapas, una común en la Academia General Militar y una segunda a realizar en las Academias de Aplicación. Se pretendía mantener el nivel científico y técnico de las Academias de los Cuerpos así como mejorar el nivel físico y moral de los futuros Oficiales.

En la General de la 1ª Época, confluían el modelo militar del Ejército prusiano y las tendencias pedagógicas más innovadoras del momento, dando lugar al cambio más radical en la historia de nuestra pedagogía militar. Se trataba de formar a un «Oficial Educador», que no sólo fuera líder en el combate sino que devolviera al Soldado, intelectual y moralmente mejorado a la sociedad.

La Academia abre sus puertas el 15 de julio de 1883 y su primer Director fue el general Don José Galbis Abella. El primer Jefe de Estudios fue el coronel Don Federico Vázquez Landa, a quien se consideró «el alma» y auténtico instigador del «Espíritu de la General». La Academia fue cerrada en 1893, una vez más se truncaba una magnífica experiencia. Se habían formado 2.250 tenientes en diez promociones que vivieron las guerras de Cuba y Marruecos. De ellos es importante citar a Don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, su primer general y artífice de su reapertura en Zaragoza.

La aportación más importante de esta Academia fue el nacimiento del «Espíritu de la General», sentimiento cohesionador de compañerismo y unidad de procedencia, forjado a través de la estrecha convivencia de todos los alumnos sometidos a un duro régimen de vida y a una esmerada formación moral.


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