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La creación del reino visigodo de Toledo

La creación del reino visigodo de Toledo

Por D. Enrique Embajador Pandora.

Las presiones que desde el Norte ejercen los francos sobre el reino arriano de Tolosa, va a provocar la emigración creciente hacia Hispania, haciendo que el reino visigodo vaya hispanizándose progresivamente. Pero es durante el reinado de Alarico I (484-507), cuando la presión franca culmina con la batalla de Vouillé (507), en la que encuentra la muerte y supone la desaparición del reino de Tolosa, dando paso a la creación del reino visigodo de Toledo (1). Empero, la creación de este reino en la Península no suponía la unidad de toda ella bajo el mismo poder, dado que perduraba el reino suevo en la parte occidental de la misma, ocupando desde Galicia hasta el Tajo.

Entre los años 507 y 549, en el reino visigodo de Toledo se suceden los mandatos de: Gesaélico (507-510), Teodorico II (510-526), Amalarico (526-531), Theudis (531-548) y Theudiselo (548-549). Éste es asesinado eligiéndose a Agila (549-554) como nuevo rey. Sin embargo, otro noble visigodo, Atanagildo, no aceptó esta designación, iniciando una revuelta. El emperador bizantino (Justiniano) vio en esta tesitura la posibilidad de extender su poder a Hispania, y decidió intervenir a su favor. Las tropas enviadas en su apoyo fueron decisivas en la victoria de Atanagildo (554-567) y su designación como rey, pero el precio a pagar por dicha ayuda fue la concesión a Bizancio de una amplia zona de la Bética y la Cartaginense, entre el Guadalquivir y el Júcar, así como la posesión de Ceuta

La situación política de la Península se complicaba así, al tener que coexistir tres poderes diferentes: el suevo, el visigodo y el dependiente de Bizancio.

El sucesor de Atanagildo, Liuva I (567-572), incorporó al gobierno a su hermano Leovigildo en el año 568. Éste (572-586), tuvo el gran mérito de hacer resurgir un reino que estaba al borde del colapso, y en busca de la ansiada unidad geográfica, se anexionó el reino galaico de los suevos (585), el cual quedó incorporado definitivamente al visigodo.

Su hijo y sucesor, Recaredo I (586-601), durante el primer año de su reinado, decidió abandonar el arrianismo y convertirse al catolicismo; para ello, tres años después convocó el III Concilio de Toledo (589) por el que, el reino visigodo, dejó oficialmente de ser arriano  declarándose católico.

Es interesante señalar, por la importancia que en el futuro tendrá, la política religiosa de Sisebuto (612-621) en relación con los judíos, por cuanto fue el que comenzó a poner en práctica la política de conversiones forzadas (2).

Tras el brevísimo paso por el trono de Recaredo II (621), su sucesor Suintila (621-631), fue quien, continuando la política de unificar todo el territorio peninsular bajo un mismo reino, logró acabar con la presencia bizantina en el Sur, quedando Hispania libre y desligada del Imperio Romano Oriental (3).

Aún cuando en tiempos de la dominación romana se consiguió que todos los territorios peninsulares estuvieran sometidos al imperio, es ahora cuando nos encontramos por primera vez en la historia de España, con que todos los territorios peninsulares están bajo el mismo cetro hispánico, si bien es discutible que la autoridad real fuese verdaderamente efectiva entre los vascones.

Sisenando, Khintila y Tulga ocupan sucesivamente el poder entre los años 631 y 642, sin que se puedan destacar grandes hechos que modificaran la trayectoria tradicional de la monarquía visigoda. En el año 642, y hasta el 653, un anciano de cerca de ochenta años, Chindasvinto, ocupó el trono; en el año 649 asoció al mismo a su hijo Recesvinto (649-672) (4).

Éste, dio un paso importante en la legislación del reino con la publicación del Código de su nombre, más conocido como el “Liber Iudiciorum” o “Libro de los Jueces”, mediante el cual se establecía una única legislación aplicable a todos los ciudadanos, tanto godos como hispano romanos (5).

Por la importancia decisiva que tuvo en la invasión musulmana cuarenta años después, vamos a dedicar unas líneas a las leyes antijudías contenidas en el mencionado Código. No era éste el primer acto contra dicha religión emprendido por la monarquía visigoda, ya que Sisebuto había usado la fuerza para tratar de convertir a los de esta confesión, pero el de Recesvinto fue el primer intento sistemático de usar todo el poder del Estado para eliminar el judaísmo de España.

Mediante estas leyes: ningún judío bautizado podía abandonar la fe cristiana ni emigrar para escapar a ellas; ningún judío podía celebrar su pascua, ni el sábado, ni casarse por otro rito que no fuera el católico; se prohibió la realización de la circuncisión, así como cumplir las prácticas de su alimentación, ni testificar contra un cristiano, aunque fuera esclavo. La pena establecida por el quebrantamiento de cualquiera de estas leyes era la muerte en la hoguera o por lapidación a manos de su misma raza. De hecho, el ser judío practicante era un delito capital (6).

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(1) MUÑOZ, Roberto y GARCÍA PINTO, Ángel: El Ejército Visigodo, desde los orígenes a la batalla de Guadalete. Ed. Almena, Madrid, 2003, p. 12.
(2) THOMPSON, E.A: Los Godos en España. Ed. Alianza Editorial, Madrid, 1979, p.191.
(3) MUÑOZ, Roberto y GARCÍA PINTO, Ángel: El Ejército Visigodo, desde los orígenes a la batalla de Guadalete. Ed. Almena, Madrid, 2003, pp.13 y 14.
(4) Ibidem, p.14.
(5) GARCÍA VOLTÁ, Gabriel: El mundo perdido de los visigodos. Ed. Bruguera SA, Barcelona, 1977, p. 105
(6) THOMPSON, E.A: Los Godos en España. Ed. Alianza Editorial, Madrid, 1979, pp. 235 a 237.


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