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Al servicio de la literatura

Al servicio de la literatura

Por Carmen Pavaneras.

Calderón de la Barca no sólo dedicó su vida a la literatura y al ejército, sino que supo aunar ambas pasiones.

Este ejército que ves /vago al yelo y al calor, / la república mejor / y más política es / del mundo, en que nadie espere / que ser preferido pueda / por la nobleza que hereda, / sino por la que él adquiere; / porque aquí a la sangre excede / el lugar que uno se hace / y sin mirar cómo nace / se mira cómo procede.

/ Aquí la necesidad / no es infamia; y si es honrado, / pobre y desnudo un soldado / tiene mejor cualidad / que el más galán y lucido; / porque aquí a lo que sospecho / no adorna el vestido el pecho, / que el pecho adorna al vestido.

/ Y así, de modestia llenos, / a los más viejos verás / tratando de ser lo más / y de aparentar lo menos.

/ Aquí la más principal / hazaña es obedecer, / y el modo cómo ha de ser / es ni pedir ni rehusar.

/ Aquí, en fin, la cortesía, / el buen trato, la verdad, / la firmeza, la lealtad, / el honor, la bizarría, / el crédito, la opinión, / la constancia, la paciencia, / la humildad y la obediencia, / fama, honor y vida son / caudal de pobres soldados; / que en buena o mala fortuna / la milicia no es más que una / religión de hombres honrados.

El autor de estos versos dedicados a la milicia, D. Pedro Calderón de la Barca, nacido en Madrid, el 17 de Enero de 1600, fue el tercero de los cinco hijos del matrimonio formado por Diego Calderón,  secretario del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda y de Ana María de Henao, perteneciente a una familia noble, Dada su natural inteligencia, su padre decidió destinarlo a la carrera religiosa, A tal fin estudió en el Colegio Imperial de los jesuitas de Madrid, más tarde lo hizo en la Universidad de Alcalá y en 1615, al fallecer su padre, pasó a la de Salamanca, donde se graduó de bachiller en derecho canónico y civil, sin llegar a ordenarse como hubiera sido deseo del padre.

Tras participar en algunos certámenes poéticos en 1621 y 1622, con cierto éxito, decidió abandonar los estudios religiosos por la carrera de las armas.

Al servicio del Duque de Frías  viajó por Flandes y el norte de Italia, participando en varias campañas bélicas. En 1625 marchó como soldado a las órdenes del Condestable de Castilla.

En 1635, durante la fase francesa (1635-1648) de la Guerra de los Treinta Años, los franceses penetraron en Guipúzcoa por el Bajo Bidasoa y por Roncesvalles al mando del Príncipe de Condé y pusieron sitio a Fuenterrabía. En su defensa, al servicio del Duque del Infantado, se distinguió como soldado Calderón de la Barca.

La insurrección de Cataluña, que dio lugar a una guerra que se prolongó hasta 1652, llevó a Calderón a pelear en ella, donde sufrió la pérdida de su hermano José en el sitio de Lérida.

Licenciado del Ejército en 1641, en 1651 recobró su antigua vocación religiosa y decidió ordenarse sacerdote, nombrándosele Capellán Real Honorario y en 1663 entró en la Congregación de Presbíteros naturales de Madrid, de la que será Capellán Mayor en 1666.

Murió el 25 de Mayo de 1681. Su obra pasa de los 1500 títulos, pero de todas ellas, hoy quereos resaltar aquí  esos versos dedicados a la milicia y que encabezan este artículo.


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