Cómo negociar con piratas somalíes

Por Fernando Ibáñez.

Director del curso “La piratería marítima: el caso de Somalia”, que se imparte en el Campus Profesional de CISDE.

El pasado mes de septiembre se estrenó la película danesa Kapringen (“Secuestro”). La cinta es un drama psicológico ambientado en el secuestro de un buque danés por piratas somalíes. Hace unos días tuve ocasión de verla. En realidad, la cinta podría llamarse “Cómo negociar con piratas somalíes”, dado que hace un retrato muy realista de la crisis que se desencadena durante la gestión de un secuestro de un buque entre un directivo de la empresa propietaria del barco y los piratas somalíes. De la visión de esta película pueden extraerse una serie de lecciones aprendidas sobre cómo afrontar un secuestro, en general, y el llevado a cabo por piratas somalíes, en particular.

En primer lugar, la empresa que sufre el secuestro debe estar muy bien asesorada. Enfrentarse a un negociador pirata no es una tarea sencilla y la presión a la que se van a ver sometidos los propietarios del buque será enorme. Una de las escenas más interesantes de la película es, precisamente, la conversación entre el asesor de seguridad contratado y los responsables de la empresa. Muy importante evitar implicarse emocionalmente en el secuestro. Sería un error y daría una ventaja fundamental a los piratas. Usar la cabeza y no el corazón, independientemente de lo que escuchemos al otro lado del teléfono.

Otro aspecto determinante para el éxito de una negociación de este calibre es el trato con las familias de los secuestrados. Es clave reunirse cuanto antes con ellas, ofrecerles parte de la información disponible (la menos sensible), darles confianza en los directivos de la empresa, pedirles que no acudan a los medios de comunicación… En la película se reúnen con ellas  tres días después del secuestro. Una frase de un directivo ante las familias resume perfectamente lo que está en juego: “Los piratas tienen Internet y también leen noticias de Dinamarca. Y es muy importante que recordemos que si ellos leen que haremos lo que sea para traerlos a casa, sólo se prolongará la agonía”. Más claro… Menudo contraste con lo ocurrido en España durante el secuestro del atunero Alakrana: declaraciones y más declaraciones, presiones sobre las autoridades, entrevistas con los piratas, con el capitán del pesquero… una estrategia de comunicación penosa.

El papel del negociador por parte de los piratas es determinante. Se trata de una persona muy profesional: siempre afirmará que él no es pirata, que sólo es el “mediador”, el “traductor”, etc.  Sabe perfectamente qué debe hacer para lograr que se pague el rescate más alto posible. Esa es su única misión. El tiempo juega a su favor. No tiene prisa, pero sabe que al otro lado de la “mesa de negociaciones” sí que suelen tenerla. De ahí la importancia de que ante un negociador profesional, la empresa disponga de otro.

Los momentos más tensos de las negociaciones confirman dicha necesidad. El negociador pirata reclama en un primer momento 15 millones de dólares para liberar al barco y a su tripulación. La empresa contraoferta 250.000 dólares. Las negociaciones han comenzado. En las siguientes conversaciones las cifras se van aproximando. Pero se aprecia el enfado del negociador pirata por no conseguir el precio deseado. Y entonces los delincuentes utilizan todas las artimañas conocidas: usan al cocinero del barco para que llame a su esposa y le insista en que si no pagan, les matarán. Vuelven a manipularlo para que hable directamente con el CEO de la empresa con el mismo argumento: tiene que pagar, nos van a matar… La respuesta, absolutamente profesional, del CEO puede resultar fría, pero es imprescindible: “Lo siento, pero de esto no tengo que hablar contigo”. Y cuelga el teléfono.

En el momento final de las negociaciones se volverá a utilizar al cocinero. Es un instante dramático, pero muy realista: es puesto al habla con el directivo de la empresa para que le presione una vez más. Esta vez, el CEO no sigue las recomendaciones de su asesor y pierde los nervios. El cocinero le dice: “Paga o me matarán. No quiero morir ahora”. A continuación, se oye un disparo y, luego, el silencio al otro lado de la línea, roto por los gritos del CEO. El directivo se reúne con la familia del cocinero para decirles que acaba de hablar con él y que está bien. En realidad, no sabe si es así. Sólo lo intuye. Imagina que los piratas no pueden matar a ningún miembro de la tripulación sin poner en juego el pago del rescate.

La última fase de la negociación con el mediador pirata se desarrolla entre el teléfono y el fax. Las presiones sobre el CEO provienen también desde dentro de la empresa. Han transcurrido ya cuatro meses desde el secuestro y la situación debe resolverse cuanto antes. A las 18 semanas del secuestro el CEO se reúne con la prensa: “Hemos preferido no contar nada debido a las negociaciones”, les dice. Pero los medios han empezado a escribir sobre el tema y citan, incluso, a fuentes de la propia empresa. “Realmente espero que no sea así”, les espeta. Esta reunión con los periodistas confirma que las familias han cumplido con su parte y han evitado así que se presione a la compañía  y a las autoridades danesas para lograr una pronta liberación. Justo en ese momento llega un fax. Los piratas reclaman cinco millones de dólares. La respuesta, también por fax: “¿El cocinero vive todavía?”. Llega otro fax: “Espere”.

Y, por fin, la última oferta de la empresa comunicada por teléfono: 2,8 millones. El mediador pirata se mantiene en su exigencia de cinco millones. A la empresa se le ocurre cambiar la estrategia: el CEO dirá que pone de su propia fortuna personal otro medio millón de dólares. Así se dará la sensación de que la firma no está dispuesta a pagar más. 3,3 millones es la última oferta. En ese momento se corta la comunicación, pero llega un fax: una cara sonriente enviada por los piratas confirma el acuerdo. La estrategia ha tenido éxito.

Habrá quien considere que sólo se trata de una película y que, por lo tanto, no deberíamos extraer posibles lecciones de una cinta de ficción. Es cierto que el buque del que se habla en la película y de nombre Rozen no pertenece a ninguna firma danesa sino a una keniata. El carguero Rozen, de pabellón de San Vicente y Granadinas, fue secuestrado el 25 de febrero de 2007. Viajaban a bordo seis keniatas y otros tantos ciudadanos srilankeses. El barco venía de descargar 1.800 toneladas de ayuda humanitaria en los puertos somalíes de Bosaso y Berbera y en su ruta de regreso a Kenia fue secuestrado a 17 millas de la costa somalí, justo cuando se encontraba frente a la localidad de Ras Asir, el cuerno del Cuerno de África. Las autoridades de Puntlandia intentaron recuperar el barco y se produjo un intercambio de disparos, pero la fuerte resistencia de los piratas impidió su liberación. Según se informó, entre cuatro y seis piratas fueron detenidos en tierra cuando pretendían comprar comida en la localidad de Bargal y volver al barco, pero otros cuatro permanecieron en el Rozen y lo condujeron hasta la localidad somalí de Ehinowea Dhiedhiglay. El barco fue liberado mes y medio después de su captura, el 5 de abril de 2007. El Rozen era uno de los mercantes contratados por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU para llevar ayuda al pueblo somalí. Nada menos que seis barcos contratados por la ONU fueron atacados por piratas somalíes entre los años 2005 y 2010. En junio y octubre de 2005 el Semlow y el Miltzow, respectivamente. El Rozen y el Victoria en febrero y mayo de 2007, respectivamente. En octubre de ese mismo año fueron atacados otros dos cargueros, el Almarjan y el Jaikur II. Cuatro de los seis mercantes fueron secuestrados. Dos de ellos llevaban la carga en el momento del secuestro y fue robada por los piratas.

Sin embargo, aunque la película Kapringen no guarda relación con el cautiverio del Rozen, sí que se basa en un hecho real: el secuestro del carguero CEC Future, perteneciente a la firma danesa Clipper Group. Per Gullestrup, CEO de Clipper, llevó directamente las negociaciones del secuestro. No creo que sea casualidad que el actor protagonista de Kapringen, Søren Malling, que realiza un magnífico papel, se parezca tanto a Per Gullestrup. Incluso el actor que hace de mediador pirata se parece al original, Ali Mohamed Ali, con el que Gullestrup se reunió en Hargeysa, capital de Somalilandia. Tampoco parece casual que en los créditos de la película el productor dé las gracias a Clipper Group y al propio Per Gullestrup.

Sí que hay un pequeño detalle en la película en el que el parecido con la realidad es escaso. El asesor de seguridad contratado por Clipper Group  para que le oriente durante las negociaciones tiene un aire juvenil, con tatuajes en los brazos, y viste camisetas con el nombre de la Universidad californiana de Berkeley. Pero no, el auténtico negociador contratado por los daneses tenía un aspecto más British… y, por cierto, sabe hablar español.



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