Carlos González de Escalada Álvarez/ Sevilla
Las Fuerzas Armadas tienen la oportunidad de establecer un liderazgo inmediato en la formación de los jovenes españoles. Los valores como compañerismo, espíritu de equipo, afán de superación, disciplina, sacrificio, esfuerzo, satisfacción por el deber cumplido, patriotismo, valor, templanza, acometividad… son todos ellos muy militares y perfectos para fortalecer las cualidades de nuestra juventud.
Son tiempos de desmoronamiento y de crisis, donde se necesita gente entera que saque a nuestro país adelante y hay que transmitir esa entereza a la gente joven para que entienda, de una vez por todas, que nada bueno pueden esperar de la vida si no luchan para conseguirlo. Es el momento de fojar caracteres, es el momento de formar jóvenes de roble; no mantequilla, que se derritan ante la primera dificultad. Ahora o nunca.
Los jóvenes españoles, simplificando mucho, se dividen en dos categorías: los que tienen futuro y los que no. A esta segunda, la llamamos la generación «Ni-Ni», chavales que ni estudian ni trabajan. Muchos de ellos, con escasa o nula formación académica y que se estrellan en el mercado laboral, dada su escasa cualificación. Es un grupo con altísimo riesgo de exclusión y que suponen una enorme carga para sus familias, muchas de ellas desfavorecidas.
Aún constatando esta realidad, yo discrepo de las voces que critican a nuestros jóvenes, generalizando sus vicios o malas costumbres. Los adolescentes son un lienzo en blanco, sobre el que dibujamos los adultos. Un lienzo que es la personalidad impregnada de la educación familiar, de la formación, de la ideología imperante y las aquellas mores que prevalecen en la sociedad. Los jóvenes son reflejo de sus ámbitos inmediatos. Esto es algo que entienden a la perfección los nacionalistas y los grupos ultras, que han conseguido, a través de una incidencia ideológica extrema, conformar toda una generación completa que detesta todo aquello que huela a la palabra «España». Han conseguido además, hacer calar que ser patriota es malo y ser militar, peor todavía.
¿Ser militar no es malo?
Nunca olvidaré la anécdota que me comentó una vez mi amigo José Manuel, cuando en una conversación con una adolescente de 17 años sobre el mundo militar esta intrigada le pregunto: «Ah, ¿pero ser militar no es malo?». Un episodio nos hace ver el gran activismo y preponderancia ideológica que tienen algunos grupos sobre nuestros niños. Pues bien, las Fuerzas Armadas pueden hacer mucho para «vender» sus valores, y como estamos en libertad, el que quiera que «los compre» y se sienta orgulloso de ello.
Las Fuerzas Armadas son totalmente desconocidas para menores de 30 años, entre otras cosas porque nadie con esa edad, hizo el Servicio Militar. Esto tiene el efecto perverso de que en pocos años existirá una desconexión absoluta entre la sociedad en general y la llamada «conciencia de defensa», el deber que tiene todo ser humano de defender a los suyos y el deber que tiene todo español a defender España, en caso de guerra. La anulación de la conciencia de defensa tiene repercusiones gravísimas para un hipotético caso de conflicto en la que la sociedad tuviera que responder.
Unidades de reserva militar
Quizá a nuestro ministro de Defensa se le escapa que tiene una figura excelente para potenciar la conexión entre juventud y Fuerzas Armadas, como preludio de una mayor integración cívico-militar. Se trata de apostar por una reserva militar movilizable, que en España está todavía por desarrollar. Es cierto que nuestro país sí mantiene un conjunto de reservistas voluntarios formado por profesionales cualificados que se vinculan libremente a las Fuerzas Armadas, para brindar sus competencias llegado el caso.
Pero en la práctica el modelo está agotado porque los sistemas de activación son tan cortos que los reservistas no pueden aportar nada en el puñado de días que se encuentran en sus destinos. Además, esta reserva carece precisamente de todo lo que hace atractiva la vida militar a un civil: ejercicios, formación, aire libre, tiro, deporte, maniobras. Los reservistas se encuadran, casi exclusivamente en destinos burocráticos o logísticos, en lo que antes se llamaban «unidades de retaguardia». Para más inri, la edad media de los reservistas supera los 35 años, y su formación táctica o de combate absolutamente nula. A nadie extraña pues, que no haya veinteañeros que quieran alistarse en esta reserva tan carroza.
Y sin embargo, el reservista ideal es una persona joven, con mucha carrera civil y militar por delante. Jóvenes que conocerán las Fuerzas Armadas y lo contarán y que aprenderán valores útiles. Aquí está por desarrollar el modelo británico o norteamericano de «un fin de semana al mes, quince días al año», en el que se creen verdaderas unidades que (además de mover papeles) sepan combatir. Los anuncios del «Territorial Army» británico, están llenos de acción, aventura, ejercicios en equipo. En España no hay ni anuncios.
Procesos de selección
Otra idea estupenda sería que una selección de jovenes descartados del primer corte de ingreso en las Fuerzas Armadas como soldados o marineros u otras categorías, tuvieran la opción de integrarse automáticamente en unidades de reserva. Recibirían entonces periodos de formación cortos, pero intensos y ello les valdría algunos meritos puntuables para futuras convocatorias. Se debe rescatar la idea de los «campamentos» que les ayuden a enderezar aptitudes y endurecer su capacidad de afrontar la adversidad. De esta forma, y con bajísimo coste, existirán unidades entrenadas y adiestradas para ser movilizadas en pocas semanas e integradas por personal físicamente idóneo.
Estas unidades, además, multiplicarían las opciones de mando para militares de carrera y también de los mandos reservistas, que ahora languidecen en una lista del Ministerio de Defensa, esperando esa «activación por caridad». Con un poquito de «imaginación al poder» se pueden hacer muchas cosas útiles para reforzar la conexión entre los jóvenes y Fuerzas Armadas; integrándolos voluntariamente para inculcarles valores plenamente vigentes y que les acopañarán el resto de sus vidas. Así tendremos jóvenes duros como el roble, que es lo que exigen los tiempos.
Animo a ello.
No hay ningún comentario