Infantes de Marina de cuatro patas

Por tierra, mar y aire actúan los perros de los equipos cinológicos de la Fuerza de Protección de la Armada española. Lo hacen integrados en unidades de operaciones especiales o de zapadores. 

Dube se sienta al lado de la puerta derecha delantera del Seat Ibiza y mira a su guía. El soldado Mateo está a unos 50 metros, con el Equipo de Protección Individual perfectamente enfundado. Se toca la pierna y saca un rollo de tela, el pastor alemán comienza a correr hacia él. “¡Muy bien, chico!”, le felicita, mientras Dube agarra su juguete de un salto y forcejea feliz con el soldado.

Drogas, explosivos y seguridad y combate

La soldado Cazorla y Zolt durante el ejercicio.

El perro ha pasado con creces la prueba de detección de explosivos que se enmarca dentro del ejercicio CANEX 01/17, un adiestramiento que realizan de forma semestral los Equipos Cinológicos (ECIN) de las Fuerzas de Protección (FUPRO) de la Armada. Desde Ferrol, Madrid, Cartagena y Las Palmas de Gran Canaria, donde se encuentran, respectivamente, el Tercio Norte, la Agrupación de Madrid, el Tercio de Levante y la Unidad de Seguridad de Canarias, los equipos cinológicos han venido a reunirse en San Fernando con sus compañeros del Tercio del Sur, en esta primera jornada de un ejercicio de cinco días de duración que tiene como objetivos intercambiar experiencias, adiestrar a los equipos cinológicos de la FUPRO en la actuación en diferentes escenarios y estandarizar procedimientos, de acuerdo con la doctrina nacional y OTAN. En total, ocho canes y 25 personas, entre guías, figurantes y jefes de unidad.

Tres son las especialidades de los perros de los equipos cinológicos de la FUPRO: detección de drogas, de explosivos y seguridad y combate. En este ejercicio, llevado a cabo el mes de marzo en la Bahía de Cádiz, participan canes adiestrados en las dos últimas. Zolt tiene cinco años y es uno de los perros de explosivos, viene de Madrid, con su guía, la soldado Cazorla. Dentro de la nave situada en las instalaciones del Tercio de Armada sube y baja escaleras, se monta en los palés y olisquea entre los huecos de los muebles, busca una pequeña cantidad de explosivos que el sargento Garrido ha colocado previamente en una tubería. Lo consigue, se sienta, mira a Cazorla y recibe las felicitaciones y el consabido premio. “La metodología del perro es buscar en sentido de las agujas del reloj”, nos explica Garrido mientras el cruce de pastor alemán y belga malinois se marcha feliz con su guía. Los canes adiestrados para detección de explosivos siempre se sientan para marcar, no rascan, algo que sí hacen los de detección de drogas y estupefacientes. La explicación es lógica: de esta forma no detonarán el explosivo. Pero el trabajo para conseguir eliminar del perro el instinto de rascar es largo y complicado.

No se admite fallo
Zolt ha superado una prueba de la primera fase del ejercicio CANEX 01/17, la búsqueda de interiores. “Se trabaja en suelos difíciles para que el perro no discrimine las superficies”, señala el brigada Berbel, jefe del equipo cinológico del Tercio del Sur, “es un trabajo muy continuado y durante el que se les cambian cinco sustancias de explosivos y se ven sus reacciones y cómo les manejan los guías”. Cuando se observa una deficiencia en alguno de los perros se le aparta, se analiza la misma, se buscan los fallos y se trabaja para corregirlos. “Con el perro de explosivos no se admite fallo, porque de él dependen muchas vidas”, explica el brigada Berbel, que lleva siete años al frente de su equipo. Por ello, cuando no detecta el foco de salida del olor del explosivo no se le felicita ni premia, se le ignora para frustrarlo y que, cuando vuelva a salir de la perrera, “lo haga con más ganas”.

El soldado Mateo y Zolt durante la prueba de explosivos. Foto: VSM

En esta primera etapa del ejercicio los perros de seguridad y combate realizan el levantamiento de personas escondidas, buscando al figurante y marcando donde está. Uno de ellos es el soldado García Movellán, “soy el que se lleva todas las palizas, pero sarna con gusto no pica”, dice sonriendo. El pastor belga malinois Jony, a sus dos años, le proporcionará unos cuantos mordiscos, que quedarán en parte amortiguados por el traje de seguridad. Mientras, su guía, el cabo mayor Rodríguez intentará practicar “la parada”, es decir, “que el perro llegue al figurante pero no muerda hasta que no le demos la orden”, explica Rodríguez, destinado en el Tercio del Sur. Cada equipo cinológico realiza el ejercicio con su material y su propio equipo. Y en todas las unidades de Infantería de Marina hay unidades cinológicas integradas en la compañía de Policía Naval.

Ocho años trabajando juntos
Beky y Six también practican con sus figurantes, la primera es un pastor alemán que viene de Cartagena con su guía, el soldado Valeria, el segundo, un pastor belga malinois dorado, procede de Canarias y fue donado por un particular. “A veces nos llama un civil, para contarnos que tiene un perro, que no se hace con él y que es muy nervioso, así que vamos y le hacemos las pruebas, el reconocimiento veterinario y, si determinamos que vale, nos lo llevamos a la unidad”, explica el brigada Iglesias, jefe del equipo cinológico de la Unidad de Seguridad de Canarias. Otras unidades, como el Tercio del Sur, no recogen perros donados.

Six muerde al figurante durante el ejercicio. Foto: VSM.

La Escuela Cinológica de la Defensa (ECIDEF), en Madrid, se encarga de comprar los cachorros y realizarles las pruebas pertinentes para determinar si son válidos: búsqueda, que vayan detrás de un rodillo, que sean sociables. Allí permanecen el primer año de vida y se determina para la especialidad que el perro es más apto: drogas, explosivos o seguridad y combate. Cuando los miembros de los equipos cinológicos de las distintas unidades realizan el curso de guías, de seis meses de duración, en la propia Escuela les dan el perro que será su mano derecha durante los próximos siete u ocho años.

Al llegar a las unidades el entrenamiento es constante. “Por la mañana les damos un paseo y después realizamos los ejercicios correspondientes según cada especialidad”, señala el cabo mayor Rodríguez. “Así, hasta que el perro está completamente entrenado y vamos de maniobras encuadrándonos en los batallones en función de los ejercicios. En Infantería de Marina realizamos seguridad con los equipos operativos”, subraya. La finalidad es que los equipos cinológicos se integren en operaciones con las unidades que lo soliciten. Por ello, en este ejercicio, los perros se desplazan por tierra, mar y aire.

Perros, no máquinas

Arriado a la ‘Navarra’. Foto: Armada.

En la base naval de Rota tiene lugar la segunda fase del ejercicio CANEX 01/17, el adiestramiento en buque. Las embarcaciones semirrígidas se dirigen a la fragata ‘Navarra’, en ellas, los perros con sus guías integrados en operaciones dentro del equipo de registro. Cuando llegan al barco, se procede al arriado al buque, con el perro enganchado a su guía. Y en la tercera fase les toca volar en los tres tipos de helicópteros de los que dispone la Armada: Agusta Bell, Hughes y Seahawk. El objetivo: que el perro soporte el ruido de las aeronaves.

Por último, se realiza una colaboración con el Tercio de Armada, integrando a los equipos cinológicos con una unidad de zapadores, para limpiar rutas, en el caso de los perros de explosivos, y realizar búsquedas de insurgentes en grandes áreas, en el de los de seguridad y combate. Al final del ejercicio guías, figurantes y jefes de unidad se reúnen para compartir las lecciones aprendidas. Teniendo en cuenta que, como afirma el brigada Torres, jefe del equipo cinológico de la Unidad de Madrid, “el perro no es una máquina”, por lo que es muy importante su adiestramiento y motivación. Al igual que el seguimiento veterinario, del que, en el caso de los perros del Tercio del Sur, se encargan la teniente coronel Saenz de Santamaría y la teniente Mora, siempre disponibles en el caso de que hubiera una urgencia. Supervisar las dietas de los canes, vacunarles, desparasitarles o realizarles reconocimientos periódicos, son algunas de las funciones que cumplen los veterinarios militares para salvaguardar la salud de estos soldados tan especiales.

Subiendo a uno de los helicóperos. Foto: Armada.

“Sabemos que son perros de la Armada pero les coges cariño”, afirma el soldado Mateo, con su inseparable Dube. Por ello, cuando llega la hora de la jubilación, con 8 ó 9 años, cada guía tiene la opción de adoptar a su perro. Si, por circunstancias personales, no puede hacerlo, se les busca una familia responsable y la unidad realiza un seguimiento de la adopción. Para que, después de haber hecho fiel y eficazmente su trabajo velando por la seguridad de los ciudadanos durante años, disfruten de una merecida vejez feliz.


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