J.B.
Como muchos hallazgos de la vida, leí «Sahel» hace unas semanas por casualidad. Pensé que el tema y la trama no me interesaban. Me equivoqué. «Sahel» es un libro estupendo, con una trama bien hilada, compleja pero comprensible, técnica pero abordable y un ritmo que, sorprendentemente, se mantiene sin bajones durante más de 400 páginas. Esta es la entrevista que realizamos a su autor, D. César Pintado Rodríguez.
El libro se podría analizar perfectamente en dos partes distintas: la trama ficticia que guía el desarrollo de «Sahel» y el conocimiento técnico tanto militar como de política internacional. Cuál de las dos le ha resultado más compleja, o en cual se siente más cómodo?
Obviamente la parte técnica requiere documentación y la ficción requiere creatividad. Lo que resulta difícil es engarzar una ficción creíble en la historia, como era el caso de Adiós Yugoslavia, porque tu margen se reduce mucho. Digamos que documentarse, aunque da trabajo, es lo fácil. La ficción es más difícil, pero es más cómoda.
Uno de los protagonistas indiscutibles es, quizá sorprendentemente, un oficial reservista, que no sólo despliega en una misión exterior, sino que resulta fundamental en la trama. Esta situación está hoy bastante alejada de la realidad. ¿Encierra un deseo que cree que puede verse cumplido (como reservista) o es una frustración?
Lo cierto es que ese oficial reservista es real, no se trata de ningún alter ego. Y al igual que otros, incluido yo, le frustra que la participación de los reservistas en misiones sea hoy poco más que anecdótica. Que se normalice es cuestión de tiempo, porque la necesidad es patente y cada vez hay más personas en puestos clave que lo ven así. Que lo veamos a tiempo de participar ya es otra cuestión.
Una pregunta metodológica. El libro expone varias historias que se suceden simultáneamente en distintos escenarios, pasando de una a otra con la consiguiente complicación de orden en la exposición y la aparente mezcla de personajes. Como escritor, ¿está obligada metodología basada en el orden, le dificulta la fluidez en la escritura?
No, al contrario. Creo que el relato gana en fluidez y tensión con esa estructura en escenas más bien cortas que pasan de un hilo argumental a otro, emulando si quiere al formato cinematográfico. Para empezar, la mayoría de la gente no tiene mucho tiempo para leer y le cuesta seguir capítulos muy largos. Por otra parte, todos tenemos algún personaje favorito y no queremos esperar cien páginas para “visitarle”.
El conocimiento que demuestra del mundo militar está claramente plasmado: material, historia, organización, industria armamentística e incluso técnicas de paracaidismo. ¿Esta abundancia de datos que posee, le ha parecido en algún momento un «peligro» para la propia novela, en el sentido de controlarse para evitar saturar al lector con la información técnica que posee?
Efectivamente, hay que llegar a un compromiso entre una historia atractiva y los detalles que la sustentan. Los puristas buscan la veracidad en los detalles técnicos, detalles que a menudo son realmente importante para la historia. Los digamos generalistas aprecian más la historia y los personajes. Creo que si se toma en la novela una decisión terrible por motivos industriales debo, por respeto al lector, explicarle las razones que subyacen. O porqué tal acción se realiza de semejante manera y no de otra. Pero hay que hacerlo con cierta levedad para que esos detalles ayuden a la historia, no la ahoguen.
De forma rápida pero llena de profundidad, dice que el problema de España en las misiones es que se anestesia a la sociedad edulcorando la misión, a costa de que las tropas, realmente, tengan que suavizar sus cometidos (pág 148) ¿Por qué cree que en España la sociedad puede no estar preparada para asumir que su Ejército se implica en misiones que, claramente, implican combate y riesgo?
Puede estar preparada, pero lleva tiempo y una pedagogía que no se quiere realizar. Eso nos llevaría a unas disquisiciones largas y complejas, pero la realidad es que España, como buena parte de Occidente, ha perdido la capacidad de sacrificarse por su defensa. Puede que no crea lo suficiente en sí misma, puede que nuestro proceso histórico nos haya llevado a esa apatía… También está nuestra juventud, que es nuestro recurso más valioso, tanto que por escaso no queremos arriesgarlo y a la que además se ha desarmado moralmente. El caso es que la gran impostura de equiparar misiones exteriores a labores humanitarias sin riesgo está cayendo por su peso. O realmente empezamos a hacer esa pedagogía o en el futuro tendremos aún más problemas para “vender” la defensa.
¿Tuvo algún propósito al escribir la novela, quería contar alguna cosa en especial antes de empezar? Podrían ser varios: desde el simple entretenimiento, a la denuncia de la situación del reservista, a la crueldad de algunas decisiones de alta política o el lado humano de los militares… quizá ninguno de ellos?
La idea de «Sahel» comenzó hace algo más dos años, a rebufo de la Operación Serval en Mali. Cuando ya se tiene claro lo que se quiere contar, uno puede añadir elementos que enriquezcan la historia o que den matices a los personajes, pero no puedes convertirlos en un fin en sí mismos. La finalidad de la novela es en definitiva ofrecer un entretenimiento de calidad trufado con divulgación, reflexiones, algo de homenaje…
Algunos de los personajes son hombres atormentados ¿Quiso incorporar un componente de redención en la historia?
Correcto, lo aviso desde la portada. Pero no es una redención instantánea o evidente, casi nunca lo es. Algunos se ponen voluntariamente en el camino de esa redención, otros rehuyen las consecuencias de sus actos… Habrá quien diga que por ser católico me atrae la idea de la redención, pero la verdad es que es un concepto del que no nos cansamos en literatura: el villano que se arrepiente, el héroe caído que quiere recuperar su dignidad o el mediocre que se eleva por encima de sí mismo. No hay que abusar de ello, pero sin duda crea empatía.
Cuáles considera que son los atractivos de su novela, lo que al lector le puede llamar más la atención?
A pesar de los pesares, existe un nicho en España para la literatura bélica de producción propia. Sobre todo si se trata de una historia sólida y atractiva. Sin renunciar a la crítica, al público español no le va el pasteleo. Si además se hace algo de divulgación y con personajes interesantes, la gente que lo prueba suele repetir. Eso es lo que he intentado. Si lo he conseguido o no…
¿Por qué un equipo francés de operaciones especiales y no uno español? A la serie Los Nuestros no le ha ido tan mal.
Me lo planteé, pero en la novela un objetivo de esa clase es difícilmente asumible por España. Además, habría tenido que cambiar toda la historia. Dado el teatro de operaciones, el equipo de operaciones especiales tenía que ser francés o norteamericano y era mucho más plausible que fuese francés.
¿Algún otro libro en perspectiva?
Hace cuatro meses que publiqué éste y he tardado año y medio en sacarlo adelante, me voy a tomar un descanso literario. Pero también es cierto que estoy dándole vueltas a una historia alrededor del Estado Islámico y la misión española en Irak. Mejor no digo más.
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