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Elecciones en Turquía: apuesta por el continuismo o punto de inflexión

Hoy Turquía encara lo que puede ser un punto de inflexión. La sociedad turca decide si apuesta por el continuismo de Recep Tayyip Erdogan o por el inicio de una nueva era. Bajo el liderazgo de este último, el AKP (Partido de la Justicia y Desarrollo) ha dirigido el Ejecutivo desde 2003, pero ahora se enfrenta al desgaste su propio proyecto político. El líder turco ha lidiado cientos de batallas políticas, ha pactado con todas las fuerzas posibles del país y ha salido victorioso en todas ellas; su experiencia y su destreza natural para la política es el mayor aval que posee para salir reelegido. Sin embargo, el deterioro es una realidad, especialmente reflejado en la economía, que lleva en decadencia y marcada por la inflación desde hace demasiado tiempo.

El contexto político de Turquía también queda patente en la oposición, que nunca antes había formado un frente tan unido para afrontar las elecciones. La figura que abandera esta unidad es Kemal Kılıçdaroğlu, líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP), y cabeza de la Alianza Nacional. El CHP fue audaz en su maniobra política y proclamó rápidamente a su candidato, el veterano Kılıçdaroğlu. Ha sido un paso fundamental para vertebrar una base sólida de la oposición contra el AKP de Tayyip Erdogan.

Kemal Kılıçdaroğlu, candidato de la Alianza nacional y líder del CHP (Fuente:wikimedia)

La unidad mostrada por los partidos de la oposición, antaño en perpetua disputa, se justifica en su objetivo común por acabar con décadas del AKP en el poder. El espectro de partidos llega con un plan definido a estas elecciones, basado en la unidad, conscientes de que es la única vía para alcanzar la victoria. De ahí el nacimiento de la coalición Alianza Nacional formada por seis partidos.

No obstante, la mesa de los 6, como también se conoce, no ha estado exenta de crisis internas. Hace poco más de dos meses, Meral Aksener la líder del partido IYI, amenazaba con salir de la entente por su disconformidad en el nombramiento de Kemal Kılıçdaroğlu como cabeza de la alianza. Ella defendía que Mansur Yavas, alcalde de Ankara, o  Ekrem Imamoglu, su homólogo de Estambul, tenían más posibilidades de ganar que el líder del CHP.  Finalmente, la crisis se recondujo con la proclamación de estos dos políticos como vicepresidentes en caso de que Kılıçdaroğlu salga vencedor.

Los nombramientos y el orden en la jerarquía de poder dentro de la Alianza Nacional no es baladí. Aksener y Yavas han tenido cargos políticos en el pasado que generan rechazo en gran parte del electorado kurdo, un voto que determinará el resultado de los comicios.

En este orden de cosas es menester subrayar la figura de Kemal Kılıçdaroğlu. El político aleví ha sido el responsable de transformar un partido marcado por el secularismo en una agrupación política más inclusiva. Su perfil sereno y de carácter sosegado se aleja del talante político al que Turquía está acostumbrado tras décadas escuchando la oratoria de Erdogan. Sus defensores creen que representa precisamente la diferencia de estilos que tanto necesita palpar la República. No sólo ha quedado patente en su trato y en su discurso, sino también en la línea política que proclama. Aspira a solucionar la cuestión siria abriendo conversaciones con el propio Bashar al-Asad, construir una relación más abierta con Europa y desarrollar un proyecto económico que difiere del implantado por el AKP en los últimos años. No es casualidad que quién fuera el primer ministro de economía de Erdogan, Ali Babacan, forme parte de la Alianza Nacional con su agrupación, el Partido de la Democracia y el Progreso (DEVA). Además, existe la férrea unanimidad en la mesa de los seis por retornar al sistema parlamentario pretérito, sustituido por el sistema presidencialista de la mano de Erdogan en 2018.

Es así que, al contemplar la mesa de los seis, si algún crédito se le puede otorgar a Kılıçdaroğlu es el de haber configurado un camino político para hacer de la derrota de Tayyip Erdogan una posibilidad real después de tantos años sin opciones. En el camino para derrotar a Erdogan, el candidato del CHP debe aunar al electorado del HDP (kurdos), del partido IYI, los nacionalistas y los secularistas. Y el problema está en que existen muchas divergencias estructurales entre los políticos y votantes de esta coalición. Es por eso que Kilicdaroglu debe saber bascular y dar el peso específico a cada facción para no perder el voto de la gran masa de cada uno. En el mejor de los escenarios únicamente perderá el voto de los más radicales de cada partido. Precisamente por ello,  encontrar tal equilibrio es la clave para alcanzar  el mayor espectro posible del voto turco.

Recep Tayyip Erdogan, líder del AKP y máxima autoridad turca (Fuente: Wikimedia)

A esto se le suman acontecimientos de última hora. Muharrem Ince – antiguo miembro del CHP – era candidato presidencial a través del partido Memleket, sin embargo, ha retirado su candidatura a tres días de las elecciones. En clave electoral, a pesar de que las encuestas concedían a Ince alrededor del 3%, esto favorece al CHP, que tiene la oportunidad de aglutinar el voto socialdemócrata y secular.

En esta línea, el voto kurdo resulta fundamental; son muchos millones los que residen en Turquía. No obstante, este voto no es tan monolítico como se puede creer en primera instancia, ya que muchos priorizan su condición musulmana y conservadora antes que la étnica. Esto explica que el AKP de Erdogan haya conseguido el voto en áreas de predominación kurda; así sucedió tanto en las elecciones de 2014 como en las de 2018, en cuyos espacios alcanzó en torno al 40% del voto.

Sin embargo, también está el otro voto kurdo, en su mayoría aglutinado en el HDP (Partido Democrático de los Pueblos) – hoy representado por el Partido de la Izquierda Verde (YSP) –, que a pesar de no estar incluido en la Alianza Nacional se ha movilizado en favor de Kılıçdaroğlu, especialmente en las zonas surorientales. Su voto es indispensable para una victoria de la Alianza Nacional.

Por su parte, el AKP se presenta a las elecciones liderando la Alianza Popular, una entente conformada también por el partido de ultraderecha MHP. Erdogan, tras décadas liderando el Gobierno turco, ha enraizado su poder, lo que se traduce en la capacidad de instrumentalizar ciertos organismos para consolidar su idea y minimizar la de su rival. El notable control que ejerce sobre los medios, incluso alcanzando las redes sociales, es un ejemplo. Además, a ello se le debe sumar la influencia que ejerce el AKP sobre los jueces del Consejo de Supremo Electoral. De esta forma puede recurrir con mayor facilidad a un recuento o repetición de las elecciones, como así ocurrió en los comicios municipales de Estambul de 2019, a pesar de que finalmente el líder turco no consiguió su objetivo.

Además, Erdgogan juega con la baza de la incertidumbre a los nuevo y desconocido. Un cambio tras dos décadas bajo su liderazgo es un temor popular que juega a su favor en parte del electorado. Además, Turquía se ha acostumbrado a la figura de un líder con resonancia, tanto dentro como fuera del país. Y este es un papel que el dirigente ha sabido desarrollar con suma habilidad.

Meral Akşener, líder del Partido IYI (Fuente: wikimedia)

Más allá de alianzas y candidatos, el gran escollo que encara Turquía y que debe afrontar cualquiera de los candidatos que gane las elecciones es el proyecto económico. La durabilidad de la crisis económica ha consumido la credibilidad de las instituciones económicas del Estado; además, acompañan unos índices de desempleo elevado, el bajo valor de la lira turca, y especialmente, las altas tasas de inflación.

La inflación ha sido la primera rémora de la economía turca, alcanzando su pico más alto en octubre de 2022. Según un grupo de expertos fuera de la órbita oficial turca, Enagrup, estimó un 112% interanual de inflación.  Tampoco hay que pasar por alto la incidencia del propio Gobierno en las instituciones bancarias del país, marcando un plan económico que promociona la inversión privada con bajos tipos de interés. Dicho esto, el cambio de liderazgo constante de estas instituciones decidido por Erdogan también ha supuesto cierta pérdida de credibilidad.

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El mayor logro de Kilicdaroglu hasta la fecha ha sido crear una alianza que reúne a seculares, socialistas, neoliberales y turcos nacionalistas; además de contar con el apoyo del HDP kurdo. Toda esta maniobra demuestra tanto la capacidad del CHP y su líder como la voluntad de divergentes plataformas políticas por cerrar el ciclo de Erdogan en el poder.

Kilicdaroglu ha tenido que medir sus discursos y sus gestos durante toda la campaña para balancear entre el nacionalismo turco y su aproximación a los kurdos del HDP. Éste es un ejemplo de toda una maniobra en su conjunto si se pretende abarcar el mayor espectro posible del voto de cada agrupación. En esta línea, otro punto que merece atención es la economía: el CHP es un partido socialdemócrata, pero en este ámbito debe dar gestos de estar abierto a ampliar su visión, una que se aproximen más hacia el neoliberalismo económico, de tal forma que le permita atraer a una clase social muy concreta y con gran influencia. Tras las elecciones quedará patente cómo ha funcionado tal proyecto de campaña. Lo que es evidente es que, dada la alianza que se ha gestado y el abanico de ideologías que abarca, es imprescindible para el líder del CHP mantener un proyecto político versátil, tan único como la propia idea que concluyó en la mesa de los seis. Es momento para evitar caer en dogmatismos y hacer política; es la única manera de derrotar a Erdogan, básicamente porque tal pragmatismo ha sido parte de la estrategia del éxito de veterano presidente.

La Alianza Laborista y Libertad puede tener la llave de la gobernabilidad (fuente: Wikimedia)

Tampoco se puede dejar de mencionar las narrativas, tan antagónicas que merecen mención. Erdogan aboga por separar, marcar las diferencias desde el nacionalismo, la religión y el conservadurismo. Mientras que la campaña de Kılıçdaroğlu se basa en la inclusividad: no subraya la religión, mantiene el contacto con kurdos y se alía con vertientes neoliberales.

Dicho esto, en materia electoral, si ningún candidato supera el 50% de los votos, habrá una segunda ronda, que podría no tener unos resultados tan prometedores como los que sostiene el candidato del CHP antes de las elecciones de hoy. Con vistas a ésta, Kılıçdaroğlu es consciente de la necesidad de una apertura de su coalición hacia el liberalismo económico, sin embargo, intentar abarcar tanto a los neoliberales como a los nacionalistas es una maniobra que puede costarle las elecciones. Se pronostica mucha igualdad entre AKP y CHP, lo que hace improbable se pueda llegar a un resultado definitivo hasta la segunda ronda. Esto supone que la Alianza Laborista y Libertad sustentará la llave que decante la balanza.

En definitiva, el mayor obstáculo de Kemal Kılıçdaroğlu es que se enfrenta a dos décadas de política construida a gusto y beneficio de su rival; Erdogan, por su parte, encara el desgaste de todas sus opciones políticas. Como nación, Turquía afronta la realidad que ha erigido durante los últimos veinte años, y por el camino va a medir la calidad de su democracia.


Analista independiente, especializado en Conflictos Armados, Terrorismo y Geopolítica

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