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Veinte medidas para mejorar la democracia española

Nuestro dirigentes tienen una facilidad envidiable para poner palabras y expresiones de moda, algo que nos está vedado al resto de los viandantes: «relato», «desescalada», «nueva normalidad», «patologías previas». Lo proclaman tres veces en los medios generalistas y de pronto toda España empieza a usarlos. ¡Qué tíos! La última de estas expresiones es la de democracia plena, que hace referencia a un reducido y selecto grupo de países que tienen regímenes verdaderamente democráticos; por oposición a otros que son trampantojos o regímenes abiertamente totalitarios y que se dan muchos golpes de pecho. Nada nuevo, hace dos siglos que se enfrentan el liberalismo y el absolutismo y ya los filósofos atenienses denunciaban que la demagogia deterioraba el gobierno de su polis. Si con los déficits que tenemos, presumimos de democracia plena, entonces urge defender una democracia plena, pero plena de verdad. Nos quedamos muy cortos.

Crece en España la preocupación por nuestra calidad democrática. Sólo hacer falta salirse del circuito de las televisiones públicas y oligopólicas, para encontrar una legión de periodistas y librepensadores que denuncian un deterioro generalizado. Además, en más de cuatro décadas no hemos evolucionado ni depurado tics del más rancio autoritarismo, que hoy perviven en nuestro sistema porque nunca hemos conocido otra cosa. Posiblemente, el periodo de mayor pureza democrática de España fue cuando los españoles votaron una nueva constitución, porque entonces cada ciudadano albergaba un ideal incorruptible de derechos y libertades. La democracia es un sistema que tiene mucho de teórico pero se anquilosa cuando analizamos sus flecos e interiores. La pulsión absolutista de cualquier dirigentes siempre estará ahí, porque el egoísmo es la mayor fuerza que rige el mundo. Ello genera una propia lógica de el poder por el poder, todo por el poder. Además el poder, puede y te puede. Puede manipular la opinión pública y subyugar a quién se le oponga de forma más o menos sutil.

¿Cuántas veces la mayor obsesión de un gobernante es mantenerse en él, ignorando que su misión es facilitarnos la vida a los titulares de la soberanía? ¿En qué se nota que ellos trabajan para nosotros? En nada, ni en su ademán, ni en su altanería, ni en su suficiencia, ni en sus séquitos. España tiene un serio problema de separación de poderes y de independencia de los medios de comunicación de masas. Nos hemos acostumbrado a que los partidos políticos manden impúdicamente en las instituciones independientes cuando gobierna, atacando los escasos contrapesos existentes. Nos parece natural que la democracia interna de los partidos sea muchas veces una gran farsa o que los diputados sean meros palmeros del líder de su partido, o que se repartan las altas magistraturas como si fuera una tómbola. Sin dignidad. Nos preocupa la independencia del Poder Judicial pero nadie habla de la independencia del Poder Legislativo. Cuando se piensa en el templo de la democracia la primera imagen que nos viene a la cabeza es el Parlamento.

El panorama mediático también es  desolador ante la horda de profesionales que han descartado la imparcialidad en pos de un periodismo militante y banderizo. El caso de los telediarios es todavía más chocante: son todos de todos o de titularidad pública, para elogiar a sus señoritos, o están en manos de un duopolio que se rigen por estrictos criterios político-comerciales .  Las plataformas de televisión de pago no se atreven a tener informativos propios porque no sería bueno para el negocio. Sólo quedan algunas redes sociales como reductos de expresión libérrima pero también están politizadas y minadas de legiones organizadas para difundir propaganda de parte -o vómito de parte-. Queda el recurso de crear un medio de comunicación en Internet pero su supervivencia es dificilísima porque sin notoriedad no hay tráfico y sin tráfico no hay publicidad, con lo que la barrera de entrada sigue siendo enorme.

Receta para una Democracia plena de verdad
Para tener una democracia plena, propongo veinticinco medidas concretas:

1.- Eliminar o derogar todas las disposiciones relativas a la de disciplina de voto en todos los entes de representación pública: Congreso de los Diputados, Senado, Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Constitucional, parlamentos autonómicos, diputaciones, ayuntamientos y consejos públicos. Prohibición de listas cerradas, se renueva el compromiso entre el elector y su representante.

2.- Prohibir expresamente disposiciones que obliguen u orienten el sentido del voto de un parlamentario, diputado provincial o edil y suprimir los pactos anti-transfuguismo.

3.- Hacer competentes a las Juntas Electorales para supervisar y regular los procesos de democracia interna de los partidos con representación parlamentaria.

3.- Limitar el mandato de todos los cargos públicos a ocho años.

4.- Hacer competente al Senado como cámara de segunda lectura de los parlamentos autonómicos.

5.- Limitar por ley el número de asesores del que pueda rodearse un cargo público, con la única excepción de personal funcionario.

6.- Aumentar la independencia del Poder Legislativo, cumpliendo estrictamente la Constitución Española en el nombramiento de los cargos del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional.

7.- Nombramiento del Fiscal General del Estado por mayoría reforzada del Congreso de los Diputados.

8.- Nombramiento vitalicio de los magistrados del Tribunal Constitucional.

9.- Conversión del Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia a Tribunal de Defensa de la Competencia, como órgano judicial especial especial, similar a la Audiencia Nacional.

10.- Derecho efectivo a inaugurar cadenas de televisión y estaciones de radio sin limitación administrativa alguna (hoy está prohibido).

15.- Privatización de los medios de comunicación públicos.

16.- Libertad real de creación de colegios, institutos y universidades privados, sin barreras de entrada por parte de la Administración.

17.- Eliminación de los delitos de opinión y odio, cuando no inciten a la comisión de delitos o atenten contra libertades fundamentales.

18.- Obligación de aprobar leyes de educación por mayoría reforzada.

19.- Nombramiento del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno por mayoría reforzada del Congreso.

20.- Reducción de 500.000 a 100.000 firmas para la presentación de la Iniciativas Legislativas Popular.

Hay que volver a reivindicar el concepto de soberanía popular. Lo importante políticamente en nuestro país no es lo que quiera un presidente del Gobierno o un consejero autonómico, sino lo que quiera el pueblo al que sirven, sin crear divisiones y problemas sectarios. El trabajo de un político no puede ser enfrentar a una mitad de la sociedad contra la otra mitad, sino favorecer que haya prosperidad, respeto y concordia.

Por último, yo impondría en todas las escuelas la asignatura troncal: «Es bueno perder el poder porque eso significa que la democracia funciona» y recomendaría como optativas: «No te preocupes tanto de tu imagen y trabaja por solucionar problemas» y quizá también «No te obsesiones de lo que escriben los periodistas, tú haz cosas buenas». Ah, y en el recreo que suene siempre la canción: «Sonríe, mi arma, y tómate una cervecita».

Para ejercerla, lo primero es creernos la democracia como una convicción íntima.

 


Doctor en Ciencias Sociales por UDIMA. MBA por la Henley Business School (Reino Unido). Máster Oficial en Seguridad, Defensa y Geoestrategia por la UDIMA. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra. Fundador y Presidente de CISDE. Director general de SAMU. Numerario de la Academia Andaluza de la Historia.

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