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Un recorrido por la estrategia en la Guerra Civil española

GB. Agustín Alcázar Segura (R).

La formación de los países hasta llegar a la configuración política y territorial con que los conocemos en el actual siglo XXI no ha sido ni rápida ni pacífica, antes bien, se ha producido como consecuencia de un largo proceso recorrido, generalmente, a lo largo de siglos y en el que la violencia física ha estado presente en la inmensa mayoría de las ocasiones.

Sin embargo, a lo largo de este mismo proceso se han producido fusiones de pueblos, razas, costumbres, religiones, intereses, y un largo etcétera, que han dado lugar a la nación en el concepto moderno del término.

Como es lógico España no ha sido una excepción a esta regla y sin necesidad de remontarnos a épocas excesivamente lejanas en el tiempo, podemos decir que con los Reyes Católicos se logra una especie de Confederación de naciones regidas por una sola corona representada por ambos soberanos y reflejada en aquel “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”.

Sin embargo, ni siquiera esta unidad política y económica era firme en los Estados que la integraban, de modo que en tiempos de Carlos I se produjeron en nuestra Patria los primeros “conflictos civiles modernos” como fueron la “Rebelión de los Comuneros de Castilla” o “Las Germanías de Valencia y de Mallorca”.

El reinado de Felipe IV fue testigo de nuevos conflictos internos con focos graves en Cataluña, Portugal, Aragón e incluso Andalucía, que finalizarían con la separación de Portugal de la corona española.

Cincuenta años más tarde, el testamento de Carlos II dejando la corona a Felipe V dio lugar a otra sangrienta guerra que, en el ámbito nacional, condujo a un conflicto civil en los territorios de la antigua corona de Aragón.

Si los hechos brevemente citados podemos estimarlos como antecedentes remotos de conflictos civiles en nuestra Patria, es el siglo XIX el que puede considerarse, sin ningún género de dudas, como el siglo convulso “por excelencia” y antecedente inmediato de la Guerra Civil librada en nuestra Patria entre 1936 y 1939.

Es en este siglo XIX en el que conceptos como: liberal, conservador, progresista, moderado, carlista, isabelino, monárquico, republicano, nacional, nacionalista, católico, ateo,… y un largo etcétera, se van a enfrentar en formas cada vez más radicalizadas y violentas.

Un hecho podemos tomar como detonante de esta situación: la promulgación de la Constitución de 1812, en plena Guerra de la Independencia. Si bien su redacción y puesta en ejecución pudo ser el comienzo de una nueva era política en nuestra Patria, su derogación sin ambages por Fernando VII al regreso de su exilio en Francia, así como la violenta persecución de sus seguidores, abrió un profundo foso de separación entre los partidarios y detractores de la misma que fue el origen de una larga serie de conflictos violentos a lo largo del siglo.

Las consecuencias de estos hechos, así como designación de su hija Isabel II como heredera de la corona española dio lugar a una serie de acontecimientos que, a lo largo del siglo podemos resumir en:

  • El destronamiento de Isabel II.
  • La entronización de una nueva dinastía, la de Amadeo I de Saboya, que tan solo duró tres años escasos.
  • El establecimiento de la I República, de un año escaso de duración.
  • La restauración de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII.

Acontecimientos que produjeron, en lo que a conflictos armados internos se refiere: la sublevación de las colonias hispanoamericanas, tres guerras carlistas, tres guerras en Cuba, una guerra en Filipinas, la insurrección cantonal, y ¡cuarenta y siete pronunciamientos militares!, siendo el momento más crítico el del verano de 1873 en el que coincidieron tres conflictos civiles: la Tercera Guerra Carlista, la Primera Insurrección de Cuba y la Insurrección del Cantón de Cartagena.

Con la Restauración borbónica en la persona de Alfonso XII, el País entró en una fase de relativa tranquilidad, que se rompió con la Guerra Chiquita de Cuba y la definitiva insurrección cubana y filipina que dio lugar a la intervención en el conflicto de los Estados Unidos y a la desaparición de los últimos restos de nuestro imperio colonial en 1898.

Esta situación no finalizó con la llegada del nuevo siglo y con él el nuevo Rey, Alfonso XIII, pues en los primeros 30 años del mismo se desencadenó un largo conflicto en Marruecos (1909-1927) y un nuevo pronunciamiento militar provocado por Primo de Rivera, que dio lugar a una Dictadura que se mantuvo en el poder entre 1923 y 1930.

Pese a que en algunos momentos pareció que la situación interna empezaba a mejorar, aquello no fue más que un espejismo y la situación se precipitó a pasos agigantados. Así,

  • En Diciembre de 1930, se produce la sublevación en Jaca del capitán Galán, rápidamente sofocada, de orientación republicana.
  • En Abril de 1931, una convocatoria de elecciones municipales trae como consecuencia la implantación de la II República y el exilio de Alfonso XIII.
  • En Agosto de 1932, se origina el intento fallido de Golpe de Estado por el general Sanjurjo, de orientación derechista.
  • En Octubre de 1934, el PSOE apoyado por el PC desencadena la Revolución de Asturias, reprimida gracias a las fuerzas del Ejército trasladadas urgentemente desde Marruecos.

Evidentemente estos son los hitos más importantes del proceso, en el que una delicada situación económica y una cada vez más acusada división política entre dos concepciones irreconciliables van dando lugar a una incesante cadena de: incendios, huelgas, manifestaciones, atentados y asesinatos, que culminaron el 17 de Julio de 1936 con el alzamiento de la mayor parte del Ejército.

Este alzamiento estaba concebido como un pronunciamiento más, al estilo del de Primo de Rivera, pero su fracaso en más de la mitad del territorio nacional dio lugar a una cruenta guerra civil que iba a durar casi tres años. Como es natural, la dinámica de unos acontecimientos no previstos dio lugar a ir adaptando, sobre la marcha, la estrategia a seguir durante la guerra.

La primera fase de la misma estuvo dominada por la idea de que la conquista de Madrid llevaría al desmoronamiento de la República y consecuentemente a su finalización. Es por ello que la estrategia del bando nacional giró casi totalmente en la conquista de la capital, para lo cual, se produjeron, sucesivamente, las siguientes acciones:

  • Concentración de columnas que, desde el Norte y el Sur trataron de coincidir sobre Madrid.
  • Asalto frontal a la capital, que fracasa por cuanto la masa del Ejército nacional, integrada por fuerzas ligeras, maniobreras, disciplinadas y muy superiores en campo abierto a las republicanas, no son suficientes numéricamente para forzar una población como Madrid, al carecer de la potencia de fuegos terrestres y aéreos necesarios para una operación de este tipo.
  • Intento de desbordamiento de la capital, primero por Pozuelo y más tarde ampliando el radio de acción sobre la carretera de La Coruña, si bien ninguna de las dos lleva a resultados resolutivos.
  • Batalla del Jarama es un nuevo intento de aislar la capital por Este y Norte, pero deviene en una batalla de desgaste con escasos resultados territoriales.
  • Batalla de Guadalajara, último intento que se produce, ahora desde el Norte, y que tampoco obtiene los resultados ambicionados.

Durante este proceso, que conocemos como la “Batalla por Madrid”, y que se desarrolla entre Noviembre de 1936 y Marzo de 1937, se produjeron acciones en otros Teatros de Operaciones como fueron: la toma de Irún en Septiembre de 1936, que provoca la eliminación de una parte de la frontera de la República con Francia, o la toma de Málaga, que aleja la amenaza republicana sobre Granada y proporciona un magnífico puerto mediterráneo al bando nacional.

El fracaso ante Madrid obliga al Mando nacional a replantearse la guerra a más largo plazo, abandonando por el momento la obsesión por la capital. La mirada se dirige ahora hacia la zona Norte a fin de privar al bando republicano de una zona industrial, económica y demográficamente importante, así como eliminar una amenaza permanente sobre su retaguardia.

El nuevo período de operaciones se inicia a finales de Marzo de 1937 con la ofensiva sobre Vizcaya. El éxito de las acciones nacionales van a dar lugar a una serie de reacciones estratégicas enemigas encaminadas a obligar a los primeros a paralizar sus ofensivas para atender a la amenaza producida por los segundos en otras zonas alejadas de la cornisa Cantábrica.

Así, para tratar de detener la ofensiva sobre Vizcaya, el Mando republicano desencadena las ofensivas sobre La Granja (Mayo) y Huesca (Junio), lo que finaliza con un rotundo fracaso que no puede impedir la caída de Bilbao el 19 de Junio.

Con la idea de impedir la continuación de la ofensiva, ahora teniendo como objetivo Santander, el Mando republicano desencadena la batalla de Brunete, que si bien consigue inicialmente su propósito de paralizar la ofensiva nacional y que extraiga fuerzas de aquel Teatro, acaba agotando la capacidad ofensiva republicana, siendo rechazado parcialmente a sus bases de partida, reanudándose de nuevo las operaciones en el Norte, que traen como consecuencia la ocupación de Santander el 26 de Agosto de 1937.

Sin solución de continuidad se inicia la última fase de la ofensiva en el Norte teniendo como objetivo la conquista de Asturias, y nuevamente el Mando rojo intenta paralizarla lanzando una nuevo ataque, ahora sobre Belchite, finalizando con el mismo resultado que las anteriores y sin impedir que el 21 de Octubre finalice la Campaña del Norte, con la caída en poder nacional de toda la cornisa Cantábrica.

Con una gran masa de maniobra, crecida en su moral por las constantes victorias, reforzado el Mando nacional con las capacidades que le ha proporcionado el nuevo territorio que ha caído en su poder, se plantea de nuevo la posibilidad de volver a su idea primigenia: la ocupación de Madrid.

Para impedirlo, de nuevo el Mando republicano plantea una ofensiva en Diciembre de 1937, ahora sobre Teruel, que, inicialmente le proporciona el éxito buscado desde el comienzo de la guerra. Sin embargo, la reacción nacional es fulminante e inmediatamente se produce la contraofensiva que conduce a la recuperación de la única capital de provincia conquistada por los rojos a lo largo de la guerra, lo que sucede en Febrero de 1937.

Tras este éxito, el Ejército nacional se lanza a una maniobra estratégica que provocará un gravísimo daño en la propia estructura territorial de la República: la ofensiva nacional para llegar al mar y dividir el territorio republicano en dos partes, dejando aislada a Cataluña. Entre el 9 de Marzo y el 15 de Abril, las tropas nacionales van desbrozando el camino que les lleva a Vinaroz.

Ante la disyuntiva de lanzarse sobre Cataluña o dirigirse hacia Valencia, el Mando nacional decide (con grandes reticencias entre los generales), esta segunda opción, que se muestra muy difícil ante el terreno donde se ha de combatir, así como por la fuerte resistencia que oponen las tropas republicanas.

Pero una vez más, cuando las tropas nacionales se encontraban a las puertas de Sagunto, el Mando republicano recurre a otra de sus operaciones de diversión, esta vez la última, con una operación audaz y compleja como fue el paso del Ebro entre Mequinenza y Cherta. Esta operación dio lugar a una batalla que se prolongaría entre el 25 de Julio y el 16 de Noviembre de 1938.

Desarrollada en un espacio de unos 65 km de amplitud por unos 40 de profundidad, donde se enfrentaron sucesivamente los efectivos de más de veinte divisiones, convirtió esta batalla, no solo en la más larga de toda la guerra, sino también en la más sangrienta.

La victoria de las armas nacionales, si bien intuida desde hacía ya tiempo, adquirió a partir de entonces la certeza absoluta, tratando el bando republicano tan solo de retrasarla, en la quimérica idea de que el estallido de una nueva conflagración europea viniera en apoyo de la moribunda República.

Lo que meses antes no había parecido oportuno, la conquista de Cataluña, tuvo ahora su momento y en poco más de un mes, las tropas nacionales alcanzaron la frontera francesa el 9 de Febrero de 1939. Aún se produjo un último estertor de la agonía republicana con la ofensiva de Peñarroya, desarrollada entre el 5 de Enero y el 9 de Febrero de 1939, sin que nada sustancial cambiase en el panorama militar de la guerra, llegando así al 1 de Abril en el que pudo firmarse el último parte de guerra en el que se decía: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. El Generalísimo: Franco. Burgos, 1º de Abril de 1939”.


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