Por Dña. Carmen Pavaneras.
El 12 de mayo de 1775, nació en la ciudad de Gerona, Doña María de la Consolación Domitila Azlor y Villavicencio. Era la menor de las hijas de los Virreyes de Navarra D. Manuel de Azlor y Urries y de Doña Petronila Tadea Villavicencio y Villavicencio.
En 1794 se casó con Juan Crisóstomo López Fernández de Heredia, Conde y señor de Bureta, matrimonio que había sido pactado mucho tiempo atrás. El conde murió muy pronto, en 1805, cuando Doña María contaba 30 años. En 1808, la joven viuda contrajo nuevas nupcias con D. Pedro María Ric y Montserrat Barón de Valdeolivos y Rector de la Universidad de Huesca.
Con motivo de la proximidad de las tropas francesas a la plaza de Zaragoza, donde residía, la Condesa se presentó al Comandante General de la plaza, el general Palafox, para ofrecerle su ayuda.
En primer lugar organizó una serie de compañías de mujeres auxiliares dedicadas a la Sanidad, cuidando a los heridos en los hospitales improvisados, confeccionando vendas, y estimulando a las amas de casa a hacerlas; así mismo, establecieron puestos de primeros auxilios próximos a las líneas de combate.
Otras compañías se encargaban de las municiones y el servicio de aguada y de su transporte a los lugares de combate.
Una tercera, integrada por mujeres de más edad, tenía como misión la de escuchar todo lo que se hablaba, se discutía u ocurriera dentro de la población, para informar inmediatamente a Palafox. Al mismo tiempo, se dedicaban a combatir el derrotismo y subir los ánimos de la población, divulgando consignas positivas, o incluso organizar rondallas y bailes en las mismas trincheras donde la jota hacia más ruido que los cañones y fusilazos.
En una ocasión, la condesa puso en práctica una de sus ideas; en el balcón principal de su casa, colocó una larga pértiga de cuyo extremo pendía una cuerda a cuyo final estaba atado un monigote que imitaba a Napoleón vestido con un uniforme de prisionero. La noticia del ahorcamiento del Emperador corrió por la ciudad como un reguero de pólvora. Los millares de personas francas de servicio acudieron a la plazoleta donde se alzaba el palacio y se improviso un gran baile amenizado por la jota, los vítores y la alegría de ver a Napoleón en aquel triste balanceo
Cuando estalló el cólera en la plaza, el palacio de la condesa se transformó en hospital; su marido, como tantos otros zaragozanos, había empuñado las armas y no hizo acto de presencia en su casa mientras estuvo combatiendo en los parapetos, en tanto que la condesa y su hermana no se apartaban de la cabecera de los enfermos más que para visitar las fortificaciones y animar a los defensores.
Agotadas hasta el máximo las posibilidades de defensa, con Palafox enfermo, reducida la población a comer miserablemente, y sin efectivos ya para cubrir los puestos en las barricadas, Zaragoza tuvo que capitular.
Tras la rendición de la ciudad el 20 de Febrero de 1809, y después de entrevistarse con el mariscal Lannes, fue autorizada por éste a abandonar Zaragoza con sus hijos, dirigiéndose a Valencia. Su esposo se unirá a ellos unos días más tarde embarcando todos en el puerto de Alicante para dirigirse a Cádiz a ocupar su nombramiento de Vocal de las Cortes como representante de la Junta de Aragón y parte de Castilla.
Expulsados los franceses del territorio español, toda la familia regresó a Zaragoza. La Condesa de Bureta falleció el 23 de Diciembre de 1.814 como consecuencia de una gangrena durante el parto de su hija Pilar, siendo enterrada en la iglesia de San Felipe. Manuel Bayeu pintó su retrato en 1.814, modelo que sirvió de base para el que en 1.881 realizó Marcelino de Unceta por encargo de los duques de Villahermosa, y en la actualidad conservado en el palacio Ducal.
No hay ningún comentario