El Teniente General Francisco Gan Pampols recibe al Observatorio de Seguridad y Defensa CISDE para hablarnos sobre su libro El Arte de Mandar Bien: Querer, Poder, Saber, y compartir con nosotros su experiencia acumulada sobre el liderazgo a lo largo de sus 44 años como profesional en el seno de las Fuerzas Armadas.
Francisco Gan (Figueres, 1958), es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la UNED y Doctor Honoris Causa por la Universidad Católica de Valencia. En 1975 ingresó en la Academia General Militar de Zaragoza y en 2016 alcanzó el rango de Teniente General, encontrándose en la actualidad en situación de reserva.
A lo largo de su carrera militar ha ocupado destinos como Jefe en el Regimiento de Cazadores de Montaña «América»; subdirector en la Dirección de Doctrina, Orgánica y Materiales; Director de la Academia General Militar; Asesor del 2º Jefe del Estado Mayor del Ejército; Director del Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas y como General Jefe del Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad y Cuartel general de Despliegue Rápido de la OTAN (NRDC-ESP). En el desempeño de sus responsabilidades ha participado en numerosas misiones de Mantenimiento e Imposición de la Paz. En 1995 tomó parte como Jefe de Operaciones en la Misión de Naciones Unidas en Bosnia-Herzegovina, y en 1996 con la OTAN en la misión IFOR. En los años 2000-2001 fue Jefe de Estado Mayor Operativo de la Brigada Multinacional Oeste en Kosovo, y en 2007, en Afganistán, ejerció como Jefe del Equipo de Reconstrucción Provincial en Quala e Naw. Estas labores le han merecido distinciones como la Medalla de Naciones Unidas y tres Medallas de la OTAN, además de otras condecoraciones como la Gran Cruz del Mérito Militar, la Gran Cruz al Mérito de la Guardia Civil o la Cruz al Mérito Policial.
En cuanto a su labor deportiva, como miembro del Grupo Militar de Alta Montaña ha participado en expediciones en el ámbito del alpinismo y de la exploración polar, que le han llevado a alcanzar las cimas del Shisha Pangma y del Everest y ser el primer español y la quinta persona del mundo en alcanzar los llamados «tres polos de la Tierra» (la cima del Everest, el Polo Norte y el Polo Sur) y a colaborar, como especialista en actividades de himalayismo y exploración, en varios capítulos del programa televisivo Al filo de lo Imposible.
Probablemente estará cansado de responder a esta pregunta, pero me parece obligatoria, ¿el líder nace o se hace?
Aproximadamente un 24% de los rasgos que identifican a un líder son innatos. De modo que, la capacidad y la voluntad para decidir o el querer mandar, no es algo que se pueda aprender, o se tiene o no se tiene.
Esto implicaría que el 76% no lo es. Por lo tanto, la respuesta sería la suma entre aquello que se tiene en mayor o menor grado y lo que se puede adquirir y desarrollar. Sin embargo, hay que tener presente que incluso esos rasgos con los que se nace, de no ejercerse terminarían por desaparecer o por lo menos la capacidad para emplearlos disminuiría en gran medida.
¿Desde su experiencia diría que es posible realizar alguna distinción entre el liderazgo propiamente dicho y el liderazgo militar? ¿Hablamos de un único concepto unívoco aplicable a cualquier contexto o ámbito o por el contrario se trata de muchos tipos de liderazgo que son precisamente dependientes de ese contexto?
No existe tal distinción. No hay algo como un liderazgo civil o militar, religioso o empresarial. El concepto de liderar o mandar bien, consiste en un conjunto de elementos que permiten, a quien los posee y desarrolla, obtener el resultado esperado.
Por lo tanto, liderar es la capacidad de influir que tienen algunas personas en un grupo para lograr que un equipo trabaje de forma coordinada, con cohesión, entusiasmo y buscando un fin que es común a todos ellos y a su vez superior, es decir que les trasciende y que además es moralmente bueno.
¿Entonces mandar bien es lo mismo que liderar?
Precisamente el libro se llama El Arte de Mandar Bien porque liderar es un término anglosajón que en su literalidad vendría a significar “conducir”. Sin embargo, en su vertiente práctica liderar se traduciría en mandar bien y conlleva el hecho de poder dirigir a la gente de una forma muy concreta.
Siguiendo esta premisa, ¿un buen líder lo será indefectiblemente en cualquier ámbito?
En absoluto. El concepto de liderazgo es común a cualquier ámbito, pero no el momento en el que se ejerce. El líder necesita tener la autoridad, es decir el reconocimiento por parte de aquellos sobre los que ejerce el poder, de tal manera que consideren que es el mejor para guiarlos en la dirección adecuada y el mejor para lograr sus intereses comunes.
Hay ejemplos claros de políticos que han sido excelentes líderes en un determinado momento de la historia y, sin embargo, posteriormente no se ha contado con ellos, véase Winston Churchill. Fue una de las figuras determinantes en la victoria definitiva durante la Segunda Guerra Mundial, liderando Reino Unido y que, en contra de lo que se hubiera pensado, no resultó elegido en las primeras elecciones libres tras acabar el conflicto. La razón, simplemente pensaron que ya no era el líder que se necesitaba para conducirles en aquel momento.
Lo mismo sucede en las empresas. Hay líderes para momentos muy concretos, por ejemplo, para enfrentar una crisis o impulsar un salto tecnológico cualitativo y, sin embargo, hay momentos en los que se dan cuenta de que lo mejor que pueden hacer para su empresa y para ellos mismos es echarse a un lado y dejar que otro tome el mando.
Lo más parecido a ese liderazgo al que hace referencia, sería el liderazgo carismático que a lo largo de la historia estaría representado, por ejemplo, por figuras como las de Alejandro Magno, Julio César o Aníbal. Sin embargo, está circunscrito a momentos y hechos muy concretos.
Sin alejarnos mucho de esa concepción, ¿diría que es un concepto vivo? ¿Evoluciona el liderazgo?
Sí. La esencia es intemporal. Sin embargo, la forma de poder desarrollarlo, los modos de comunicarlo, la capacidad de síntesis o la inteligencia expandida, son todos elementos de carácter evolutivo. A medida que sabemos más cosas, somos capaces de ejercer mejor el liderazgo porque tenemos mejores herramientas para poder desarrollarlo. En este caso la comunicación es un elemento clave.
El Arte de Mandar Bien: Querer, Poder, Saber se publicó el 19 de octubre de 2022. ¿Por qué ha elegido este momento vital para compartirlo?
Hay varios elementos que se confabulan para que sea así: uno sería la pandemia, que al fin y al cabo es un parón obligado que permite disponer de unos períodos prolongados en el domicilio, tiempo para la reflexión y el aislamiento; a eso hay que sumarle una situación vital y es que he acabado el servicio activo en las Fuerzas Armadas, y me encuentro en la situación de reserva, lo cual me permite disponer de más tiempo para pensar y reflexionar sobre aquello que he vivido; finalmente, y de forma determinante, es que en 2017 un editor me contacta y me pide que escriba un libro. Un libro que comencé en 2021 y que no finaliza hasta 2022.
Puede parecer una pregunta algo simplista, pero ¿es un libro para militares?
Es un libro para todo el mundo. Precisamente tuve un marcado interés, en que no fuera para militares, porque los modelos militares de liderazgo están ya muy procedimentalizados. Está dirigido a personas que un momento dado se enfrentan a situaciones en las que tienen que ejercer el mando y significa en primer lugar el mandarse a uno mismo, uno de los elementos fundamentales en el libro, aprender a gobernarse.
En sus páginas se incluyen ejemplos de vivencias que ayudan a entender los conceptos que describo. Por ejemplo, el liderazgo basado en valores, enumerando aquellos esenciales que con los que tiene que contar un líder, para a continuación describir los rasgos en los que esos valores se manifiestan. Todo lo anterior es válido para todo aquel que, un momento dado, realice una autoevaluación y sea capaz de medir en qué condiciones se encuentra respecto a una referencia media.
¿Con esto se refiere a la reivindicación del retorno a ese liderazgo de corte más humanista?
Exacto. Se lideran personas, no organizaciones. Las relaciones se dan entre personas y en este marco de relación se establecen vínculos de carácter profesional e idealmente emocional. Las personas sobre las que se ejerce el poder asignan la autoridad cuando están persuadidos de que bajo ese liderazgo les irá mejor, al saberse comprendidos, que se desarrolla su talento, que se les impulsa. De lo contrario, serían meros ejecutores.
¿Y cómo empieza uno el proceso de gobernarse a sí mismo? Entiendo que es un proceso que todos realizamos diariamente y durante toda nuestra vida.
Para eso necesitamos unas referencias que marcamos nosotros mismos. No se trata de adoptar un modelo de disciplina macedónica, pero hay que seguir unas pautas de comportamiento, organizarse en la vida, contar con una serie de hábitos operativos positivos y que habrá que ir fomentando, como la puntualidad, la cortesía, el decoro o la educación. Elementos que te posicionan como persona en tu entorno.
Un retorno a las virtudes Aristotélicas.
Precisamente. «Nihil novum sub sole», nada nuevo bajo el sol. Se trata en definitiva del modelo de educación que le da Aristóteles a Alejandro Magno.
Hablábamos de los estilos de liderazgo y hacía referencia a un liderazgo militar muy procedimentalizado.
Claro. Con ello me refiero a los rasgos que se espera que desarrolle un líder. Sin embargo, la primera de las circunstancias, y que además el ser humano capta a una velocidad asombrosa, es la autenticidad o su falta. Para ser un buen líder no basta con seguir el manual, hay que sentir desde lo más profundo la necesidad de ser honesto, honrado o justo, de recompensar debidamente, no apropiarse de ideas ajenas, ser generoso, firme y, en definitiva, ser ejemplar, pero no porque lo diga un manual. Es un proceso que no acaba nunca.
¿Algún hito o hitos en particular a lo largo de su trayectoria han influido significativamente en su estilo de liderazgo?
Un momento concreto al inicio y otro un poco más adelante. El primero fue comprobar la bondad de reconocer el error en público y pedir disculpas, saber reconocer lo que has hecho mal y solicitar la confianza para hacerlo mejor en el futuro.
Un poco más adelante, fueron los modelos colaborativos y ser capaz de ceder más espacio a la iniciativa del subordinado, a la creatividad y al espíritu crítico. De lo contrario puede suceder que, a medida que uno progresa en el tiempo, sus ideas se vuelvan más rígidas y resulte más complejo ceder ese espacio para la crítica, incluso aunque esta sea constructiva. Esto también se aprende.
Desde hace unos años han proliferado las conferencias, cursos en escuelas de negocios, incluso los youtubers o influencers que tratan de enseñarnos a liderar. ¿Creé que el liderazgo está de moda?
Liderar no es una opción, es una obligación en las organizaciones. No se concibe un desarrollo ordinario sin modelos de liderazgo que sean nítidos y claramente transmisibles. En este sentido, el hablar por intuición es una posibilidad, pero no me acaba de merecer el grado de fiabilidad que yo esperaría de un tema como este. Por puro pudor intelectual, uno debería hablar únicamente de aquello que entiende, ha ejercido o ejerce.
Uno puede realizar una conferencia o comunicar de manera magistral, pero tengo mis dudas de si eso lleva aparejado un ejemplo positivo en aquellos que reciben el mensaje más allá de hacerlos reflexionar sobre determinados elementos.
Otro aspecto fundamental es la credibilidad. Para hablar sobre liderazgo o de cualquier otro tema, hay que saber o como mínimo haber estudiado sobre ese tema. No puede ser un impulso.
En su libro ha querido compartir experiencias personales que han sido muy duras. Entiendo que lo que había aprendido a lo largo de su carrera lo aplicó a estas vivencias y a su vez le enseñó algo nuevo.
Por supuesto. Somos lo que queremos ser. Idealmente yo no puedo ser un astronauta, pero sí que puedo ser dueño de mi destino en el sentido de decidir lo que quiero y lo que no quiero hacer.
En el libro hablo de Viktor Frankl y de El hombre en busca de sentido. Este autor viene a decirnos que uno no puede cambiar lo que le está ocurriendo, es exógeno y no tiene sentido el ignorarlo. Lo único que puede decidir uno es qué quiere hacer con lo que le está pasando y cómo le va a hacer frente. Enfrentarse a lo que le ocurre o si simplemente va a dejar que lo que le está ocurriendo lo acabe reduciendo a la mínima expresión. Es una decisión simple y lo único que hay que hacer es perseverar.
Hay profesiones en las que el liderazgo conlleva, por decirlo de alguna manera, un plus de responsabilidad, en ocasiones podemos estar hablando de vidas humanas y todo lo que ello conlleva. En su caso, como militar y como líder, con personas bajo su mando se habrá visto en el deber de tomar decisiones complicadas. ¿Cuál diría que ha sido la más difícil?
En Afganistán por ejemplo se han vivido momentos muy complejos precisamente al estar en juego la vida de personas. En estos casos la toma de decisiones tiene una repercusión directa sobre la seguridad del conjunto y el peso de la responsabilidad es notablemente mayor. Tienes claro que estás mandando sobre aquellos que te han otorgado su confianza. Son situaciones en las que uno debe pensar bien, no retrasar las decisiones y ser oportuno.
Y yéndonos al espectro contrario, ¿sabría decir, a día de hoy, cuál ha sido la más satisfactoria o lo más gratificante de ser líder?
Creo que es exactamente la misma respuesta, porque cuando se ejerce el liderazgo al final lo que hace el líder es gestionar expectativas. La gente sobre la que está ejerciendo el poder, y que le confiere la autoridad, tiene expectativas profesionales, personales, sueño e ilusiones. El líder tiene que sentirse responsable y tratar de ser efectivo en el manejo de todos esos aspectos, entendiendo esto como ser eficaz, eficiente y moralmente bueno. De lo contrario puedes convertirte en un capitán de bandidos.
¿Se ve capaz de resumir el Arte de Mandar Bien? ¿Es posible resumir el liderazgo a solamente unas pocas claves?
Yo no sería capaz de hacerlo en menos páginas de las que he escrito. No existe una receta ni una posibilidad de resumir. Lo que existe es una vocación. Mandar bien lo es, y como vocación que tiende a la excelencia no se acaba nunca. Es un desiderátum, siempre aprendes algo nuevo o lo corriges, siempre hay algo que incorporar. Es la pasión por hacerlo y hacerlo bien.
Hay que tener siempre presente que el ser humano es un fin en sí mismo, nunca es instrumental. De lo contrario, se corre el riesgo de caer en la paradoja de considerar a las personas recursos y no entes individuales, con pensamiento y voluntad, orientadas a la acción y finalidad en sí mismas. Cuando eres capaz de recordar eso, estés donde estés, mandarás con mejor capacidad.
Y en una de las sociedades más relativistas, ¿cómo conjugamos eso?
Es el veneno perfecto. El relativismo es una necedad. Diferente es tener y fomentar el pensamiento crítico. No todo puede ser relativo precisamente porque aquellos elementos que son singulares y nos han permitido evolucionar desde una situación de confrontación a una de convivencia, se verían obviados. Es decir, el concepto de bien o de mal no es relativo, como tampoco lo son el de justicia e injusticia. Lo que sí pueden ser es mutables en función de las sociedades en las que se desarrollan.
Matar en defensa propia, puede ser justificable, pero no es intrínsecamente bueno. El relativismo nunca había aparecido con un tono tan marcado como actualmente, pero siempre había estado presente y siempre asociado a modelos de cambio profundos.
Atravesamos uno en estos momentos.
Efectivamente, yo diría que estamos en un proceso de redefinición social.
Hacia dónde vamos es otra cuestión. La historia es testigo del final de muchos grandes imperios y civilizaciones.
Ciertamente el modelo de civilización occidental ha perdido, no creo que la esencia, pero sí la capacidad para defender lo que lo distinguía de otros modelos. Lo ha hecho por desistimiento, por falta de ganas, por falta de liderazgo efectivo y por gobernantes que son más políticos que estadistas.
Sin embargo, las sociedades maduran y son capaces de proyectarse hacia el futuro cuando tienen fundamentos sólidos y los protegen. Sin necesidad de intentar convencer a todo el mundo son capaces de exportarlos porque los actos hablan por ellos.
Para aquellos que cumplen con esas características que definen al buen líder, ¿cuál diría que es el mayor peligro al que se enfrentan?
El mesianismo. Creerse elegidos por Dios. Pretender que de quererte pasen a adorarte, empezar a cuestionar todo en la idea de que eres infalible. Ese es el momento en que hay que ser consciente y echarse a un lado.
Teniendo en cuenta la realidad actual, social, militar y el panorama geopolítico global, ¿diría que es más difícil ser líder en la actualidad? ¿Más fácil?
Creo que los líderes nacen en sociedades que quieren tenerlos. Nosotros hemos pasado de la igualdad al igualitarismo, que es exactamente lo mismo que relativo y relativismo, el reverso venenoso del concepto. Necesitamos élites y de ahí precisamente salen los líderes, no es una palabra con una carga peyorativa. Élite son los mejores de entre nosotros.
Esos líderes deben guiarnos a través del ejemplo personal, la atracción y la gestión del talento. En griego se utilizaba el término aristokratos, el gobierno de los mejores. Ese gobierno de los mejores debe representar a todos, pero necesitamos una ciudadanía formada e informada, capaz de distinguir entre un telepredicador y un verdadero estadista, capaz de entender qué es la capacidad política y sustanciarla, que conozca el valor real de su voto y la exigencia moral que tiene de reclamar que se cumpla aquello que ha constituido el núcleo esencial del compromiso entre el representante y el representado. Si eso no se da, si no tenemos esas élites, no tendremos ese concepto trasladado a ninguna faceta de la sociedad.
En ese momento empezaremos a entrar en una fase de mediocridad extendida. “Todos somos iguales”, nunca lo hemos sido. Somos iguales ante la ley, tenemos los mismos derechos y tenemos igualdad de oportunidades, pero hasta ahí. De lo contrario el mérito, la capacidad y la voluntad no valen para nada.
¿Cuál diría que estado de salud del liderazgo en nuestras FFAA?
Bueno, es un modelo basado en valores, un “liderazgo orientado a misión”. El marco de relación entre el que manda y el subordinado está muy bien definido, pero no se detalla prácticamente nada para que la iniciativa sea máxima. Es decir, se establece una finalidad y de esa finalidad se deducen unos cometidos. El subordinado va desarrollando la acción en función de lo que él cree que es el propósito de su jefe, sin necesidad de continuamente estar dando órdenes, ni guiando, rectificando o conduciendo. Basta con una función de control que se encuentra más alejada y que interviene solamente si se produce una desviación crítica, con el fin de corregirla.
¿Cómo se podría extrapolar ese buen hacer de lo militar a lo civil?
Hay un principio que hay que tener en cuenta, y es que en el ejército el mandar forma parte su esencia. En la empresa, mandar es solo una herramienta para conseguir lo que se quiere. De tal forma, que en el ejército a las personas jamás se las considera recurso, se las considera activos y valores, mientras que en la empresa privada se suelen considerar recursos y, es más, recursos prescindibles en un momento determinado.
La forma en la que se relacionan unos y otros hace que la cooperación sea activa y participativa o que sea mecánica para cumplir con lo que tiene que hacer. Los buenos líderes en las empresas consiguen que la gente con la que trabajan no solo esté contenta económicamente, sino que desee aportar cosas a lo que hace.
Hay una anécdota muy bonita que cuento a veces. Al presidente J.F Kennedy lo invitaron a Cabo Cañaveral con motivo del programa Apollo e hizo una visita por las instalaciones. En un pasillo se cruzó con un trabajador que empujaba el carrito de la limpieza. El presidente Kennedy se paró a hablar con él y le preguntó qué hacía allí, a lo que el hombre respondió “yo estoy ayudando a colocar a un hombre en la luna”. Quien le explicó eso a este hombre, era un líder.
¿Cómo sociedad tenemos los líderes que nos merecemos? ¿Somos su reflejo?
Siempre tendremos los líderes que nos merecemos. Siempre. En este caso más, porque hemos decidido votarlos. Esto para mí es incontestable. Yo puedo estar completamente en desacuerdo con un modelo de dirección política, pero si es legal y legítimo, no tengo nada que decir. Pelear para cambiarlo en su momento y por los mismos procedimientos por los que se le nombró, es la grandeza de nuestro sistema.
Sin embargo, creo que hay muy poca conciencia cívica en la sociedad y muy poca cultura política. En el momento en que empezamos a fallar, nos apartamos del bien común o la voluntad general para entrar en rencillas de carácter partidista o personal, estamos devaluando y desprestigiando la política y el hecho de gobernar.
La historia nos ha brindado tanto líderes como tiranos emblemáticos. Si tuviera que decantarse solamente por uno, ¿cuál diría usted que se acerca más a su ideal de líder?
Por tiempos, teniendo en cuenta el momento y lo logrado, creo que es el modelo carismático de Alejandro Magno.
Luego tenemos una figura intermedia, difícil de definir porque atrajo tanto como consiguió que se le odiara. Sin embargo, no se pueden negar sus logros extraordinarios y tampoco las barbaridades cometidas, y sería Napoleón I. Hizo mucho bien y mucho mal, al final revolucionó Europa y la transformó literalmente, también arruinó e hizo perder muchas vidas, pero dejó como legado un modelo de organización, una concepción del estado que hasta ese momento no existía y que ha tenido un reflejo positivo en la historia.
Después hay un modelo mucho más moderno, mucho más discreto, que fue Eisenhower. Paso de ser un militar prácticamente desconocido a líder de los ejércitos aliados para conseguir resolver la Segunda Guerra Mundial, el que impulsó el Plan Marshall e impidió una guerra nuclear, en su momento, con la URSS. Tuvo una serie de rasgos extraordinariamente visibles que le hicieron, a mi parecer, un paradigma de su tiempo.
¿Y en nuestra historia de España, pasada y reciente?
Nosotros tenemos excelentes líderes. Uno militar muy carismático sería Gonzalo Fernández de Córdoba y últimamente se ha hablado mucho de Blas de Lezo. Prácticamente todos los conquistadores, si se les quita la aureola de asesinos o genocidas, tienen unos rasgos de liderazgo extraordinarios.
En la historia reciente nosotros tuvimos un ejemplo de liderazgo, que ha pasado casi desapercibido, pero del que guardo un recuerdo muy positivo y es Adolfo Suárez. También tenemos actualmente un muy buen ejemplo de liderazgo, basado en el ejemplo y la influencia, que es el rey Felipe VI. Está en una situación muy compleja y desarrollando una labor impagable.
¿Y en el espectro contrario? Esos monstruos de la historia
La lista también es extensa. Hay gente que emplea para este caso, el término liderazgo “malo”. Sin embargo, el liderazgo, si es moralmente bueno, jamás puede llevar a eso. Son mandos tóxicos, porque envenenan a las sociedades y más que líderes son agitadores. Siempre tienen alguna virtud de cara a aquellos a los que manipulan, puede ser la convicción, la comunicación o el arrojo, pero son realmente nefastos. La contraparte a Alejandro Magno es Dario III, abandonando a sus tropas.
Pero el paradigma de mando tóxico es Adolf Hitler y su capacidad de comunicación. Podríamos incluir también a Stalin o a Mao. Son tres ejemplos bastante evidentes de hasta qué punto y con que falta de responsabilidad puede emplearse esa capacidad de comunicación. Transmiten un mensaje con una claridad pasmosa, un propósito, un criterio y estado final deseado, elevan las expectativas de aquellos que les rodean, pero con un mal fin.
Finalmente, ¿diría que la sociedad actual es más susceptible de asimilar un mal liderazgo?
Es probable que sea más permeable a influencias negativas porque no se fomenta el criterio personal. Tenemos cierta tendencia a la agregación de ideas, en lugar de discriminar y tener criterio propio, de preguntarnos el porqué y el para qué, adoptando una postura determinada en consecuencia. Actualmente, nos movemos por otros principios como el de afinidad o el conocimiento superficial sin entrar a profundizar, nos basta con reseñas o con una recomendación de TikTok. En consecuencia, somos mucho más susceptibles de ser manipulados.
Mi general, muchas gracias por atendernos.
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